POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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ASÍ NOS VA


Tengo guardadas en la retina, que debe de ser como un baúl de la Piqué por todo lo que le cabe, las imágenes de la construcción de la estación ferroviaria en Baza, y en el blanco y negro de esas fotos asoma la ilusión de unos hombres que se afanan en colocar las vías por las que se suponía iba a  llegar el progreso a nuestra ciudad. No sabría decir si el tren materializó aquellos sueños de prosperidad, o más bien sirvió para que se buscaran tierras mejores, económicamente, allende el altiplano o las fronteras. Muchos años después y sin mayores explicaciones el tren nos dejó sin que nadie se dignara a  pedirnos opinión. Y cuando aún se tienen esperanzas en su regreso, lo que está ocurriendo es que están desapareciendo trayectos y líneas que dejan incomunicadas a muchas personas, olvidando apoyar en tiempos de crisis un medio de comunicación de gente y mercancías más barato y sostenible medioambientalmente. No sólo eso, sino que para mayor disparate se quieren desmantelar las vías para venderlas como chatarra y deshacerse de las edificaciones ferroviarias para entregárselas al mejor postor. Casi imposible ponerse aunque sólo sea un segundo en la mente de semejantes ineptos, pero me parece tan absurda esta política como lo sería cerrar y abandonar los parques, nuestra Alameda mismamente, porque en invierno con la lluvia y el frío se visitan menos.

Si me pongo a pensar en la equivalencia tren-progreso, no tardo en concluir que los políticos, que se supone tienen que acabar con la crisis, nos están mareando con la triste dinámica del cangrejo. No sólo no avanzamos, sino que vamos para atrás; y mucho me temo que ello implique consecuencias irremediables. Pero parece que no se enteran. Sólo así podría comprenderse que el ministro Wert (-edero) hable de mala educación cuando los cerebros privilegiados le hacen el vacío y le ningunean mientras se afana en utilizarlos para salir en la foto. Ay qué pena de caraduras que juegan a hacerse los tontos y pretenden ser los buenos de la película, cuando el más malo se vuelve ángel junto a ellos. Es este tipo un político nefasto que sólo muestra servilismo para con la Iglesia y evidencia, medida sí y a la otra también, ser digno merecedor del ministerio de la incultura más abismal. Él, que recorta en educación como nadie nunca se atrevió y se torna protagonista en la fuga de jóvenes, y no tan jóvenes, talentos al extranjero. Él, que además tiene la desfachatez de vanagloriarse de que le va la marcha, olvidando que no estamos jugando, porque a esta casta de privilegiados políticos les irá muy bien, pero al pueblo que los colocó ahí le va fatal, y gracias a ellos cada día algo peor.

En momentos de crisis no hay que dejar de invertir, sino todo lo contrario. Pero además hay que hacerlo inteligente y decentemente. No se puede acabar con el ferrocarril tradicional y estar a la cabeza en Europa en servicios de alta velocidad, igualmente deficitarios. Como es de vergüenza ajena tener tanto aeropuerto sin funcionar y siendo más caro desmontarlo que dejarlo tal cual, aunque sólo sea para ejemplificar cómo se ha derrochado el dinero público hasta llegar a tan absurdas paradojas. Entre el derroche y tanto mangante de guante blanco e impunidad asegurada por el hoy por ti y mañana por mí, así nos va.