POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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A FLOR DE PIEL


Ha llegado el verano, y con él la oportunidad de disfrutarlo: un trimestre por delante para el goce de los sentidos, porque es en esta estación de vacaciones cuando la naturaleza, siempre prodigiosa, se nos muestra especialmente accesible. Claro que también se trabaja, pero al final en una casa son los niños los que marcan los tiempos, y cuando cierran los colegios se abre una etapa de la que nadie se escapa hasta que vuelven a abrir. Dejémonos llevar, pues, e inventemos maneras de aprovechar el momento, que son muchos los que nos esperan si estamos receptivos; que de eso se trata cuando hablamos de deleitarnos con las sensaciones. Y estas son, amén de ilimitadas, posibles con independencia de dónde nos encontremos: si lejos de casa, o en ella y sin planes de hacer alguna escapada. Además, dado que sus expresiones se captan, separada o conjuntamente, por cada uno de los sentidos, hay que mantener estos bien despiertos. No sólo ahora, sino durante todo el año; aunque, no en vano, es durante el estío cuando los días se alargan y la luz le gana la partida a la noche y a las horas de oscuridad.  Por cierto, en ellas se nos brinda, con toda generosidad, la oportunidad de unos cielos estrellados sin igual; como hace unas noches, que sentada cómodamente en la terraza de casa tenía casi al alcance de la mano la Vía Láctea, algo siempre espectacular y que me emociona mucho.

En verano dormimos menos y vivimos más, lo que puede que nos agote físicamente, pero a nivel del espíritu nos recarga las pilas. Así que haremos bien en no poner trabas, olvidar problemas, alejarnos de conflictos y cultivarnos interiormente; sin olvidar las relaciones sociales, mucho más dinámicas y frecuentes en estos meses. Para el cuidado del mundo interior, nada mejor que  sacar a pasear nuestra sensibilidad. El tiempo estival, de la mano de la naturaleza, es como una cajita que contiene todas las artes, y unas cuantas más si me apuran. Nada que ver con la caja de Pandora, que al abrirla esparcía por doquier todos los males, porque en este caso sólo ofrece motivos de inspiración.  ¡Ya hubieran deseado los mejores artistas de todos los tiempos saber transmitir en sus obras los colores, sonidos, olores, paisajes, el tacto del verano!

Cuando ahí fuera el calor nos aplatane bellacamente y sin permiso, busquen una sombra bajo los árboles y escuchen los diferentes sonidos, sientan la brisa, recréense con los infinitos colores que ya quisiera en su paleta el mejor de los pintores; guarden para siempre la fragancia veraniega, esa que siempre huele a infancia; y, muy especialmente, saboreen los días. Es tiempo de risas infantiles, porque el verano es un mágico paraíso para niños y niñas; de arena y espuma, cuando el mar se vuelve playa y te llama no ya sólo a la contemplación, sino a fundirte con él y, si te gusta, a conocer el maravilloso mundo submarino. Tiempo para poder alargar las horas en buena compañía o a solas, leyendo un libro, paseando, haciendo deportes al aire libre, etc. Cada quien con su hoja de ruta, vivámoslo sensitiva e intensamente, a flor de piel; que  lo bueno no es eterno, por más que después nos espere la belleza del otoño.