POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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POBRES NIÑOS POBRES


No me entra en la cabeza que un país se vanaglorie de lo bien que lo está haciendo en cuanto a su política económica, mientras más de dos millones de niños y niñas están bajo el umbral de la pobreza. Si a estos les añadimos los que están en el umbral, es evidente que algo va no mal, sino muy mal. Que nuestra infancia pase hambre provoca tristeza; que al mismo tiempo unos cuantos se enriquezcan gracias a esa pobreza, es tan indignante como imperdonable, por innecesario. Hace tiempo comprendí que España no es la nación fuerte y avanzada que nos quisieron hacer creer en tiempos ya pasados, cuando nadie nos avisó de que tras el buen tiempo llegan lluvias y hay que estar preparados. Una vez asimilado y reubicados, queda aprender de los errores y no permitir quedarnos a la cola no ya en lo propio de una sociedad en la que el bienestar general es el norte que guía los pasos a seguir, sino en la misma satisfacción de las necesidades más básicas.

Lo de los recortes en sanidad, educación, investigación y todos los ámbitos que se quieran cargar, en pos siempre de una privatización para seguir repartiéndose el botín conseguido, clama a todos los cielos. ¿Dónde se invierten tales recortes?, ¿sirven para financiar otros aspectos en los que vamos pareciendo tercermundistas, o para evitar que nos ahogue la deuda pública? Para nada, y no pasa el día sin que descubramos y nos confirmemos, por desgracia, en la idea de que allí donde hay dinero, hay corruptos. ¡Cómo se puede permitir que nuestra infancia, se supone que el futuro de España, sufra la lacra de la pobreza, mientras algunas familias roban a manos llenas miles de millones de euros! Perdónenme los que poseen riqueza y son honestos a la hora de adquirirla y acrecentarla, pero cada vez me dan más repelús los ricos; esos que cada día lo son más y más, sin entenderse cómo es posible partir de casi la nada, y conseguir patrimonios cuyo valor escapa al entendimiento del resto de los mortales.

Gürtel, los ERES fraudulentos, las tarjetas bancarias opacas, la financiación ilegal de los partidos, el coge el dinero y corre sin mirar atrás, la contabilidad B (lo que les gusta a algunos el dinero negro, por favor) del grupo que nos desgobierna, la falta de democracia interna en sindicatos y partidos políticos, la inexistencia de un auténtico Estado de Derecho en el que la legalidad marque su actuación, el no tener que responder jamás por la mala gestión y demás tropelías, el que se ataque a las víctimas y se orle de heroicidad a los villanos, el que paguen jueces independientes en lugar de los delincuentes por ellos investigados, la vergonzosa cara verdadera de quienes tendrían que habernos tranquilizado en lo que respecta al ébola en lugar de echar balones fuera y hacerlo pésimamente… Todo esto, y muchísimo más, mientras nuestros niños y niñas, a millones, no tienen ni para desayunar.

Un país que maltrata a los suyos más necesitados, permitiendo que crezcan exponencialmente, mientras protege a verdaderos desalmados que diezman el erario público, no puede hablar de progreso. Y me parece aberrante, como poco, que la soberanía del pueblo sea pisoteada día a día por nuestros representantes, meros delegados de ella, que usan nuestros votos para auparse a una política muy mal entendida y no querer apearse del burro y responder por sus errores jamás. ¡Un país así me duele y me provoca vergüenza ajena: pobres niños pobres, a los que no sólo se les está robando una infancia feliz, sino también su futuro!