POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DESORDENADA SOCIEDAD

No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.
Jiddu Krishnamurti


Hay frases que encierran toda una filosofía, que son un tratado en sí mismas, y cuyo autor no necesita añadir nada más para expresarse de modo magistral. Te topas con ellas y te impresionan desde un primer momento; son como luz en un claroscuro, como ventanas abiertas allí donde no corría el aire, y te hacen pensar regalándote todo un tesoro. Una de ellas es la que encabeza este artículo, con la idea de que no puede ser sano adaptarse a algo enfermo: sencillo, simple, elemental, lógico…, pero encierra la clave de algo tan profundo como la salud y la cordura frente a la locura y la enfermedad.

Podemos entender la sociedad como grupo humano, o como estructura en la que encajan las personas, colaborando para vivir bien dentro de los parámetros y valores que ella misma se dé; y ahí es donde surgen los problemas. No sé si profundamente enferma, pero que esta sociedad no va bien es algo que podríamos convenir sin demasiado esfuerzo. Yo diría que está bastante desordenada, con lo que ello implica de confusión y desconcierto; y entonces te encuentras ante la paradoja de que algo que surgió para acabar con el caos y la desorganización, ha devenido en desorden otra vez. ¿Y qué hacer, habremos de inventar una nueva dinámica de relaciones personales, o será más fácil procurar la cura de la que ya tenemos?

Echo de menos un mundo respetuoso con el medio ambiente en el que se escuche muy atentamente a los científicos, en lugar de condenarlos a ser eternos becarios; en el que los filósofos abran caminos con sus críticas, ideas y razonamientos, siendo algo más que invitados en debates que nadie sigue. Un mundo en el que a la honestidad no le cierren la puerta en las narices, donde los malos no tengan el poder y nos representen políticos preparados, honrados y rebeldes, y no incultos que se sienten superiores y pisan a quienes les pusieron ahí para ser sus valedores. Me gustaría mucho más una sociedad en la que el arte no fuera un adorno, los poetas pudieran seguir soñando y la música no supiera de hilos musicales; donde los niños y niñas no tuvieran miedo, hambre o frío, ni el cuerpo machacado por el sufrimiento físico; y nacer mujer no implicara ser menos. Un medio social donde hombres y mujeres no pelearan, y estuviera absolutamente erradicada la violencia de género; en el que la desesperación ante la inflexibilidad no fuera un arma para el suicida, mientras la manga ancha impera entre ladrones y corruptos. Echo de menos muchas cosas en esta desordenada sociedad, y lo más triste es que haya tantas a las que echar de más.