POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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SOCIEDAD DE MALESTAR

Dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino.
-Descartes-


Una sociedad violenta en la que la desigualdad no sólo es consentida, sino promovida institucionalmente; en la que la democracia se difumina a golpe de dependencia de poderes; en la que unos quieren dejar de ser España y otros se empeñan en que su deseo crezca día a día; donde parte de una Iglesia, que acusa de pecadores a quienes no siguen sus dictados, queda en evidencia por la innegable realidad de conductas depravadas de acoso, corrupción y pederastia -ejercidas, consentidas, ignoradas siglo tras siglo-, en cuento la cabeza de su organización permite y alienta que la verdad deje de esconderse por alejada de la doctrina cristiana que esté; en la que se ha acabado con una clase media generalizada, abriendo una insalvable brecha entre quienes cada día son más pobres y los que, cual carroñeros o piratas modernos, ejercen la usura, el expolio, el robo, la estafa y todas las formas de apropiación indebida habidas y por haber...;   una sociedad tal, no puede autodenominarse de bienestar, por algo tan simple como que en ella hay demasiadas personas que están mal, sin que nadie ponga remedio a sus pérdidas y carencias, lo que incrementa su sentimiento de desamparo.

Aquí y ahora, no se distribuyen los recursos equitativamente; el nivel de vida cae en picado; están a la orden del día los sablazos económicos en cuanto a inversión en aspectos esenciales como salud, educación, investigación científica, etc.; a los poderes públicos les importa poco el acceso generalizado a derechos tan importantes como el trabajo y la vivienda; se elaboran decálogos políticos contra la corrupción pasando por alto que ésta se ha instalado cómodamente en sus poltronas; e invariablemente se olvida que obras son amores y no buenas razones... Y una se pregunta como ciudadana por qué si no se participa en los beneficios, se ha de contribuir a mantener el chiringuito: los corruptos roban y además no pagan impuestos por lo saqueado -eso cuando el sistema no les ofrece amnistías fiscales, que es tanto como una ayuda estatal para blanquear dinero no sólo negro, sino sobre todo muy sucio-. La ciudadanía comprueba con demasiada frecuencia que sólo los más débiles cumplen con sus obligaciones para con el Estado, muy indignados al ver que con el dinero de todos no se financia un sistema justo e igualitario, en el que los más pudientes paguen más que los que no tienen la suerte de serlo; y la indignación crece al comprobar que eso no sólo es así, sino que encima  quienes más tienen practican la evasión fiscal como auténticos expertos en delinquir sin preocuparse para nada de las consecuencias que ello pueda acarrearles... Total, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra, se dirán, sin saber que los honrados y solidarios ciudadanos de a pie, mujeres y hombres que sostienen con su trabajo y honestidad este país, no van a lapidarlos, pero sí enterrarlos para siempre en el olvido. Sin dejar de reclamar, por supuesto, para no quedar encerrados en una absurda e inmerecida sociedad de malestar, que los ladrones que han llevado y siguen llevando España a la ruina respondan penalmente -que vayan a la cárcel, vamos, pero sin los indecentes beneficios actuales cuando alguno de ellos se da una vuelta por sus dependencias-; pero que también nos devuelvan todo lo que nos pertenece, aparte de ser apartados por siempre jamás de cargos públicos. Quizá hayan ido más deprisa que los demás, pero no han elegido el bueno camino... y por eso no pueden irse de rositas.