POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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ISMOS


Empezamos el nuevo año sobrecogidos por los actos terroristas perpetrados por los yihadistas en París y no entendemos que se pueda matar en nombre de cualquier dios. Siempre he relacionado secta con odio, y he pensado las religiones muy por encima de tan humanas pasiones, aunque los hechos me hacen ver cada día más claro que hay líneas divisorias tan débiles que no son difíciles de traspasar. Religiones, presentes desde que el hombre se sintió diferente del resto de animales. Vigentes y resistentes al paso de los siglos gracias a su alianza con el poder. Sintiéndose poder ellas mismas, y ejerciéndolo. Y la humanidad, que sólo buscaba y creyó hallar un refugio a sus miedos, al son de sus palmas y víctimas al final de un temor mucho más prosaico y grosero.

Sólo los valientes prefieren morir de pie que vivir de rodillas, nunca mejor dicho, pero es que la heroicidad es, o debería ser, para metas más elevadas. La vida tendría que tener un precio mucho más alto, de eso no cabe duda. Aunque la muerte y las matanzas, puntuales o encajadas en el concepto de guerra, lo que añade el terror de la continuidad en el tiempo, siempre acompañaron a nuestra especie. Y no parece que haya interesado a quienes mueven los hilos del grupo humano que esto cambie. Y, sin embargo, es tan simple que resulta tonto: si las armas matan, ¿por qué seguir construyéndolas; acaso para las guerras? Parece mucho más natural acabar de una vez por todas con estas, y dejar que tengan sentido aquellas. Pero hay en esta sociedad actual un regusto enfermizo por lo complicado y costoso en términos de bienestar, o malestar. Las cosas más elementales, razonables y juiciosas, se dejan de lado, siempre en pos de las contrarias.

No concibo demasiado la necesidad de las religiones a día de hoy, tal vez porque me bastan la Ciencia y la Filosofía para resolver mis numerosas dudas. Pero respeto que alguien quiera valerse de un bastón para recorrer su existencia con más seguridad; siempre y cuando, claro, no lo use para apalear a quien no siga la que considera la única senda. Siempre me han parecido más atractivas las culturas politeístas, que veneraban a más de un dios, que las que instauraron el culto único como axioma de las creencias en el más allá. A la postre, uno es libre de hacer, sentir, pensar y creer en lo que le dé la real gana, sin molestar y faltar el respeto al resto, y nada ni nadie puede inmiscuirse en temas tan íntimamente personales. Y lo mínimo que se le puede pedir, exigir incluso, a las grandes doctrinas y cultos que se reivindican como las verdaderas, cuando no como las únicas, es que adecúen sus creencias, prácticas y dogmas al siglo XXI. Catolicismo, judaísmo, islamismo, budismo, y todos los ismos religiosos por haber, lo mismo me dan, pues ninguno me importa; pero no olviden los fanáticos de cualquier credo que el Medievo ya pasó y la Historia no va a permitir que vuelva ese oscurantismo a nuestras vidas.