POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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LA VIDA Y SUS ORILLAS

Todo fluye, nada permanece
Heráclito de Éfeso


El tiempo es una variable que a todos cambia, con independencia de que seamos o no conscientes, de la importancia que se le otorgue a algo tan impalpable como cierto, de la mayor o menor reflexión sobre el tema en cuestión, etc. No somos los mismos, ni iguales, de un momento a otro, aunque podemos ignorarlo y vivir como si nada realmente mutara. Porque la vida es pura metamorfosis, y es muy difícil movernos en coordenadas de continuidad cuando la mudanza y la fugacidad son la esencia. Aún así, nos gusta sentirnos coherentes y comprometidos, a pesar de que tanto la coherencia como el compromiso necesitan de referentes más o menos constantes temporalmente. Cambiamos en un mundo que cambia, en el que a su vez todo y todos se transforman, habitando un planeta que gira sobre sí mismo al tiempo que gira alrededor del sol, y no nos mareamos a pesar de tanto cambio, o tal vez sí. Y con el tiempo se aprende a relativizarlo todo, que no hay verdades absolutas porque lo definitivo no existe, que la naturaleza puede ser dominante pero nunca despótica, que no hay nada que haya de ser categóricamente asimilado, que en la flexibilidad hay más inteligencia que en el empecinamiento, o que entre el y el no hay un mundo de matices para todos los gustos. Aunque a veces necesitamos certezas, y echamos mano de categorías cerradas, porque no queremos sentir el vértigo de lo fugaz, nosotros que somos puro tránsito, que somos a la vez itinerario y camino.

Y sin embargo, la vida es mucho más simple de lo que parece o pudiera parecer. Seguramente a todos nos gusta vivirla en paz y sin demasiadas complicaciones, con un pasado del que aprender, un presente que construir y un futuro que legar a los que vendrán detrás de nosotros. Aunque esto, que puede parecer sencillo o incluso simplista, es algo que día a día se torna, o puede tornarse, complejo y desapacible. La explicación de esto último puede estar en que la sociedad va girando imparable e insensible, dejando a muchos de sus integrantes al margen, y en los márgenes hace frío y se está a oscuras. Y a nadie le gusta malvivir en las orillas de la vida, porque es preferible que ésta te vaya llevando, aun en su mutabilidad, que no quedarse a un lado a verlas pasar. Da igual si, como decía Heráclito, el río no es nunca el mismo, lo que importa es bañarse en él y disfrutarlo, y esa posibilidad no puede estar vedada para nadie, y menos por la acción egoísta de otros humanos.