POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DE ENGAÑOS Y DESENGAÑOS

"Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio"
Serrat


No sé por qué tiene el concepto de desengaño un matiz negativo, cuando en realidad viene a señalar el fin de un engaño, que este sí que es malo, y parece que acabar con él es lo peor, cuando más bien es lo contrario: ¿qué puede ser más positivo que finiquitar algo que por mucho que nos ilusione no es real, sólo pura mentira? Bienvenidos los chascos, si estos nos ayudan a erradicar de nuestras vidas las falsas ilusiones y todo lo que se sustenta en una base irreal que engaña no sólo a nuestros sentidos, sino también, lo cual es mucho peor, a nuestros razonamientos y maneras de elaborar las ideas. Desengaños los sufrimos todos y en todos los ámbitos, aunque sólo sea porque uno se acerca a los demás y a las cosas desprovisto de mecanismos de defensa, por creerlos innecesarios y por ir con la verdad por delante. Y cuando quieres darte cuenta, ocurre con excesiva frecuencia que acabas lamentando no haberlos tenido previstos.

No puedo llegar a comprender en toda su extensión qué motiva que se premie la mediocridad y se envidie el talento; que triunfe la ambición cuyos logros dejan tras de sí un reguero de metafóricos muertos, sobre las aspiraciones de superación a base de esfuerzo personal; que la honestidad cierre puertas, mientras la corrupción perpetúe en el poder y la gloria por siempre a quienes carecen de ella. Este mundo parece estar del revés, como si fuera el desvaído reflejo de un espejo sucio y viejo, en el que se mueven unos muchos a disgusto y unos pocos tan contentos. Se valoran las malas hierbas y se desprecia el jardín, creándonos un desconcierto que, si no se queda en mera y pasiva lamentación, será un estímulo para las conductas por el cambio. Si es que se llega a tener la clarividencia de la realidad, que lógicamente será falseada por quienes pretenden seguir medrando en el engaño, que es casi como decir seguir viviendo del cuento.

A veces, la única vía es el cambio. Pero este parece suscitar terror entre quienes prefieren la placidez de dejarse llevar y no tener que tomar decisiones. Y de eso se aprovechan quienes tienen la sartén por el mango, simplemente porque nosotros se lo permitimos; que harán lo posible y lo imposible por avivar el fuego de todos los miedos, recelos y dudas. Así, cambiar es, muy interesadamente por parte de quienes crean opinión, poco menos que abrir la caja de Pandora y dejar salir todos los males habidos y por haber. Pretenden, a veces, algunos, hacernos creer que lo que tenemos, aunque malo, es lo que hemos de seguir teniendo, si no queremos enfrentarnos a la destrucción y el aniquilamiento de todo lo establecido. Cuando es más cierto que cambiar no es revolución, sino mera renovación y acabar no con un sistema, sino con los elementos de su estructura que hacen que esta peligre en su integridad. Groseras mentiras, engaños,  ante los que sólo hay que agradecer el desengaño que espolea las ganas de acabar con todo lo malo y empezar a trabajar por lo bueno. Por supuesto que caben también los que desean seguir engañados a perpetuidad, pero ello no les da ningún derecho a pretender que sigamos su cobarde táctica de cerrar los ojos o mirar a otro lado, andando su camino de apariencias y falsedad. Los hay que prefieren abrazarse al engaño antes que abrir sus mentes a la verdad, aunque no guste; y nada puede hacerse contra ello, a no ser evitar ser arrastrados por la corriente que a ellos les lleva.