POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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SIN FUTURO


Se acercan las fiestas navideñas, tiempo de solidaridad y generosidad, a la vez que de un consumismo casi siempre excesivo. La austeridad no es buena para la reactivación económica, pero gastar sin ton ni son y de un modo innecesario puede llegar a ser poco ético, cuando menos. España, que por desgracia no suele ser un referente internacional en cuanto a signos de progreso, sí está en el pódium en pobreza infantil. Somos los segundos, por detrás de Rumanía y seguidos de Bulgaria, en porcentaje de niños y niñas pobres, de manera que un niño de cada tres está lejos en nuestro país de alcanzar la satisfacción de las necesidades más básicas. Algo no sólo muy triste porque estamos hablando de la infancia, que debiera ser una etapa sin carencias de cualquier tipo, sino especialmente problemático para el futuro de todos. Si nuestros niños pasan hambre, estamos hablando de que sus necesidades no resueltas se mueven a nivel fisiológico, o sea, de mera supervivencia; con lo cual la sociedad les está condenando a no poder avanzar en su desarrollo personal. Si no tienes ni para comer, poca seguridad vas a sentir; difícilmente vas a integrarte en el grupo a través de las relaciones sociales; y en cuanto a autoestima, no digamos. Pero es que si hablamos de necesidades básicas insatisfechas, mucho menos se pueden alcanzar las superiores, que son ni más ni menos las que nos proporcionan un mundo espiritual y un camino de autorrealización como personas, en un proceso continuo de hacer realidad nuestras potencialidades.

¿España no tiene suficientes recursos económicos como para evitar padecer esta situación? ¿Es preciso que a un tercio de nuestra infancia se le haya robado la alegría, amén del pan nuestro de cada día? ¿Por qué nuestros gobernantes se olvidan de que no hay futuro sin presente, y se congratulan de recuperaciones que no llegan para los más necesitados? Preguntas y más preguntas, sin que pueda darme una respuesta. Así que volveré a alegrarme de la generosa solidaridad que impera en estas fechas, porque seguramente con ella se logre que, al menos en navidad, ningún niño y ninguna niña se queden sin comer y sin algún juguete con el que olvidar sus penas, que son muchas por injusto que nos parezca. Pero no es a base de caridad como se supera la pobreza, sino a través de inversiones y programas adecuados para la eliminación de esta lacra social. Y de igual modo que para hablar de necesidades superiores, antes hay que ir ascendiendo progresivamente con respecto a las más elementales; así tiene un Estado que no gastar en nada innecesario mientras no haya sido capaz de conseguir una infancia feliz: sin déficits alimentarios, con una familia en la que el paro no sea el protagonista, sin recortes en sanidad y educación, y un largo etcétera que nos conducirá a niños y niñas sin problemas. Decía Graham Green que siempre hay un momento en la infancia cuando la puerta se abre y deja entrar al futuro; no permitamos, pues, que cuando llegue ese momento nuestros niños y niñas se encuentren la puerta cerrada con llave. Porque es tanto como negarles el futuro.