POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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MÁS ALLÁ DE LA NAVIDAD


Sin entrar en disyuntivas entre Papá Noel o Santa Claus o San Nicolás y los Reyes Magos -que no entiendo por qué los más tradicionales siempre están en contra de quienes lo son menos, en vez de limitarse a disfrutar de sus gustos sin cuestionar los ajenos-, me quedo con que para lo bueno no sobra ninguna ocasión. Así que como es tiempo de pedir deseos, voy a expresar los míos para ver si se hacen realidad, y quién o quiénes me los concedan es algo totalmente secundario. Lo primero y principal, salud para todos y todas, porque sin ella de nada servirá la satisfacción del resto de aspiraciones. Y a continuación, todo lo demás, que siempre es mucho, pero para qué quedarnos cortos en pedir, si luego la misma vida llega cargada de recortes, queramos o no. Pidamos, que es una oportunidad para soñar, y en sí misma nos hace bien; casi a la manera de fantasear qué haríamos si nos tocara la lotería, que después nunca toca, al menos a nosotros, ¡pero a ver quién nos quita el placer de haber imaginado por un momento que nuestros sueños se cumplirían!

Salud, dinero y amor, dice la canción. Pero lo material, y todo lo económico lo es, se queda en nada si no hay un espíritu feliz. Y el amor gusta de tornarse desamor, siendo un arma de doble filo difícil de manejar. Mejor que nadie pase necesidades, y antes que el dinero, preferible un empleo estable para los parados, aquí en Baza, y en el resto de España. Y en cuanto al aspecto afectivo, más que corazones ardientes, buenos hijos para con sus padres, y viceversa. Que la familia sea de verdad, no un invento generador de desdichas; y la amistad vaya más allá de ser una bella palabra, demasiadas veces vacía de contenido. Que la navidad no sea una oportunidad para malgastar, derrochar y consumir sin pies ni cabeza; que, en definitiva, no se quede en algo tan superficial, puntual e innecesario como el alumbrado navideño. Me quedo con el brillo interior, ese que emana de la buena gente y que dura todo el año, muchísimo antes que con el encendido de unas luces que personalmente me sobran mientras haya familias que sufren de pobreza energética; que por desgracia las hay, demasiadas, y además se incrementan progresivamente.

Puesta ya a concretar deseos, junto a la salud, familia y amigos de verdad, y un trabajo dignificante, me gustaría que a nadie le quiten su casa, que es mucho más que una simple construcción, cuando no el requisito imprescindible para realizar día a día un proyecto de vida. No creo que sea mucho pedir si elevamos la voz contra la limosna  y exigimos que nuestro país anteponga la felicidad y el interés de todos los suyos, antes que el de unos pocos sinvergüenzas que han llevado España a la situación actual. Porque es mentira que todo vaya muy bien, a no ser que quien lo diga esté pensando en esos pocos (en proporción con la población total, pues realmente, en términos absolutos, llegan a ser legión) y a ellos pertenezca. Quiero pan sin circo, empleo sin la vergonzosa precariedad actual, una vivienda para todos, y que nuestros niños y niñas crezcan felices y sin tener que vivir en el triste mundo en el que el voraz sistema les ha recluido.

Sólo después, pero mucho después, podría desear, sin que me diera vergüenza hacerlo, entre otras cosas: un cine para todos los días del año; que el Teatro Dengra se abra de nuevo para los bastetanos, que tantos buenos recuerdos atesoramos de él; que el ferrocarril no se quede para siempre en ese tren perdido que ya nunca volverá; que nos traigan a la Dama, que para eso nos obligaron a adaptar y gastar muchísimo en el Museo Arqueológico; que se cuente de verdad con la juventud, aportándole ese gran centro de ocio del que se habla tanto en campaña, y nunca más; que se respete el mundo cultural, importantísimo para progresar y dejar de ser los últimos de la fila; y qué sé yo, tantas y tantas cosas que son necesarias y que se prometen, pero después no se trabaja ni se lucha por conseguirlas. A no ser que sí se haga, pero nuestros representantes tengan un suspenso absoluto en su trabajo, por ser sistemáticamente desoídos y ninguneados, y por su nula capacidad de consecución de proyectos. Porque sí, se hacen cosas, pero ¿son las que realmente esperamos y necesitamos? La respuesta es de todos, pero creo que a la hora de que se cumplan nuestros deseos, mejor que confiar en los políticos, elevarlos al influjo de Papá Noel y los Reyes Magos puede darnos mayores satisfacciones. ¡Que lo bueno abunde, que lo malo se esfume, que el nuevo año les sea favorable, y que no tengamos que avergonzarnos de reír porque haya demasiadas personas que sólo tienen motivos para llorar!