POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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SOPLA EL VIENTO

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran(...)
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

-Miguel Hernández-


No caben muchas dudas de que la tradición es un elemento esencial en el acervo cultural, y de que la costumbre es tan importante que en ella se basa, mismamente, el Derecho consuetudinario, dotando a usos y prácticas incluso de fuerza normativa. Pero de ahí a convertir los hábitos repetidos en el motor de las conductas sociales, me parece que va un trecho muy grande. Para empezar, porque no existen ni una sola costumbre ni una sola tradición que no comenzaran siendo novedad; y para continuar, porque la capacidad de adaptación es lo que nos mantienen vivos como especie, y a veces los usos sociales hay que ir modificándolos si no queremos caer en un inmovilismo fatal. El cambio es condición sine qua non para avanzar, y la inmutabilidad se me antoja una laguna de arenas movedizas en la que te hundirás si no eres capaz de escapar.

Toda variación bajo el imperativo de los nuevos tiempos suele levantar un viento que, curiosamente, molesta por igual a quienes se aferran a lo viejo y ven peligrar su idéntica identidad, que a quienes encuentran obstáculos para que se dé y afiance lo nuevo. No me imagino ninguna metamorfosis de suficiente entidad bajo una agradable brisa; más bien pienso en un aire huracanado, que se va a abrir paso sí o sí, por muchas barreras que se le coloquen, pues siempre serán ridículas comparadas con la fuerza de la naturaleza. La mudanza es al final la espuela de la Historia, y ésta es una continua sucesión de cambios, de los que es importante, e inteligente, aprender; aunque sólo sea para evitar los muchos errores que sin duda se han cometido desde que la humanidad echó a andar.

Tengo el convencimiento de que vivimos el preámbulo de un tiempo nuevo, de gente igualmente nueva, porque hay situaciones y experiencias de las que es imposible salir sin mutar e indemnes. Nada es igual hoy a hace apenas un puñado de años, y para avanzar hay que acabar con lo que no vale, conservar lo que aún funciona, y, muy especialmente, dejar paso a lo que es necesario para seguir hacia adelante, que es de lo que se trata. Porque al calor de la lumbre en el abrigo troglodita de nuestros antepasados, seguramente se estaba muy bien; pero si no hubieran decidido salir de las cuevas y soportar vientos, calores y fríos, seguramente no estaríamos aquí los hombres y mujeres del presente. Y es que para alcanzar el futuro, no nos queda otra que desprendernos del pasado; máxime si éste está muerto.