POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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SU PARAÍSO ES NUESTRO INFIERNO


Se abre el periodo de declarar a Hacienda justo cuando estalla el escándalo de los papeles de Panamá, que va de evasión fiscal a nivel mundial, a unos niveles que la consiguiente indignación es tan intensa como la corrupción escondida en ellos. El paraíso que refugia la ilegalidad de demasiados, propicia el infierno de muchísimos más. En los sistemas auténticamente democráticos, la gente salta a la calle y exige responsabilidades; y lo hace sin que las fuerzas y cuerpos de seguridad amordacen su derecho a manifestarse libremente. Hay países cuya ciudadanía no se queda en casa, cabreadísima pero sin hacer nada; que parece tener claro que suyo es el poder, y no de quienes han elegido para ejercerlo en su nombre, y que por ello se sabe protagonista, no mera convidada de piedra. También en esto, por desgracia, España es diferente.

Nuestra vecina Francia hizo una Revolución, de la que nos beneficiamos todos; y nadie ha olvidado su mayo del 68, cuando están enfrascados en este abril del 16, luchando cívicamente porque no les roben derechos laborales cuya conquista dejó a muchos en el camino, y costó demasiado como para permitir que sus logros se esfumen por obra y malas artes de unos mediocres políticos vendidos a la voz de su amo: que debería ser el pueblo, pero que es la Banca y demás poderes fácticos, siempre tan sucios como escondidos. Salen los franceses a la calle, valientes y sin miedo, a pesar de haber sido salvajemente atacados por el terrorismo yihadista hace muy poco. Y estoy segura de que ante su firmeza, el Gobierno no se atreverá a seguir adelante con sus reformas contra los trabajadores. No hay que recordar que en nuestro país, la crisis se ha aprovechado para arrebatar derechos al proletariado, siempre en favor del empresario, y qué poco se ha luchado para impedirlo. Nada extraño con unos sindicatos, financiados por el poder, muchos de cuyos dirigentes han salido más en prensa por casos de corrupción - tarjetas black, mismamente-, que por sus logros al frente de la legítima reivindicación de que no se acabe con los derechos del trabajador, con los derechos sociales en general.

En Islandia -la misma que en lugar de rescatar a los bancos, rescató a los ciudadanos-, ha sido conocer la implicación de su Primer Ministro en la evasión de capitales a Panamá, y ya ha dimitido; pero la gente sigue en las calles para que dimita todo el Gobierno y se convoquen nuevas elecciones. Aquí, con amnistía fiscal se regularizan situaciones de cárcel; en lugar de explicaciones, se ofrecen amenazas; te remiten a la ética, o su falta, en lugar de hablar de ilegalidad; se ven implicados deportistas, nobleza, artistas, amantes del Arte, corruptos de toda la vida, gente pretendidamente decente que hasta se ha atrevido a tachar a otros de indecentes por hacer lo que ellos, etcétera. Todo de pena, porque mientras esos capitales, de origen más que dudoso en la mayoría de los casos, no pagan impuestos en España -ni en ningún lugar, si me apuran-; aquí, la pobreza y el paro crecen, los recortes asfixian en ámbitos importantísimos, la desigualdad abre brechas muy difíciles de superar a corto y medio plazo... Mientras otros parecen no tener más preocupación que elegir dónde esconder sus tesoros (con la colaboración de gestoras, bancos y el mismo Estado), y que no se enteren; parecen olvidar el pequeño detalle de que gracias a sus paraísos particulares, es mucho mayor el infierno general de quienes viven en un pozo por esa repugnante codicia insaciable.