POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TODOS COLOCADOS


Una escucha a lo largo de los años un sinfín de cosas peregrinas; y entre las que más, no puedo olvidar cuando alguien me rebatió que los seres humanos somos animales. Cierto que hay algunos que se limitan a vegetar, que pasan por la vida como si no pasaran, pero no por ello su sangre se transforma en clorofila. También es verdad que hay otros que son pesados cual rocas, qué digo, cual montañas enteras que te cayeran encima  y te dejaran tan aplastado como al Coyote justo cuando parece que por fin va a atrapar al Correcaminos. Pero ello no convierte a los humanos ni en vegetales ni en minerales. Ergo, animales somos. Y no hay que ser un experto etólogo para saber que compartimos muchísimas conductas con un gran número de especies de lo más variopintas y diferentes. Entre ellas, el gusto por consumir sustancias psicoactivas que provocan cambios en el ánimo y a nivel perceptivo. En nuestro caso, desde las drogas legales -entre las que se encuentra la más fuerte, el alcohol-, hasta las que no lo son.

Cuando no estás bebiendo y compartes horas con quienes sí lo están haciendo, es bastante divertido ver sus transformaciones conforme van repitiendo una copa, y otra, y una más. Siempre y cuando, claro, los bebedores no entren en las terribles fases del amor universal, o de convertirse en Calimeros desamparados a quienes nadie quiere. Y sin que tengas que aguantar lo que malamente se dice una buena borrachera, con lo malísima que es cualquiera. El caso es que lo de todos colocados no es porque se haya dado por fin con la fórmula del pleno empleo, sino por el gusto por el colocón, para nada exclusivo de las personas. Al contrario, se trata de un comportamiento muy animal, pues según los entendidos, se da en más de 300 especies; que no es que se embriaguen, con el consiguiente trastorno de los sentidos, por casualidad, sino que lo hacen voluntariamente y con bastante frecuencia. Hay hormigas que pastorean y cuidan solícitas sus rebaños de pulgones para ordeñarlas y beber la embriagadora sustancia que segregan; elefantes que se emborrachan con flores de marula, o con alcohol directamente; delfines que se ponen tibios, en grupo, a base de sorber pequeñas dosis del potentísimo veneno de los peces globo; canguros que se drogan en los extensos campos de amapolas de Australia; cabras que se pirran por un montón de sustancias que las ponen más eufóricas de lo normal; renos que comen hongos alucinógenos; y muchísimos ejemplos más: pájaros, ovejas, vacas, caballos, monos, moscas, gatos y grandes felinos, perros, ardillas, y un largo etcétera que ejemplifica la realidad de muchos animales que se drogan, sin saberse muy bien por qué. Aunque se cree que, buscando alimentarse, ingieren a veces auténticos narcóticos, que después no evitan, sino que parece gustarles. Y no tiene nada de raro que los primitivos humanos, observando al resto de animales a la hora de comer, para evitar envenenamientos mortales, se apuntaran al consumo de sustancias psicotrópicas al ver su influencia sobre las conductas de aquellos. Y no sólo para fines recreativos, sino muy especialmente para su uso en medicina, por el efecto de inhibición del dolor de muchas de ellas. Para acabar, aunque seamos animales, comportémonos en este tema más racionalmente y no se nos olvide nunca -una preocupación que ellos no tienen- lo de que si bebes, no conduzcas....