POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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USAR Y TIRAR-2


Por edad, soy de quienes recuerdan los pañuelos de tela mucho antes de que aparecieran los kleenex, que marcaron evidentemente un antes y un después, aunque sea en tema tan mocoso. De los productos desechables, a las personas y a las relaciones de usar y tirar, no hay un camino demasiado largo. Cuestión de tiempo, y de falta de tiempo a la vez. Que los pañuelos de papel son uno de los productos estrella del s.XX, es un hecho incontestable; como lo es, que casan mal con un desarrollo sostenible, respetuoso y sensible con el medio ambiente. Pero lo peor es que la cultura de un solo uso lleva directamente al culto a lo efímero, a lo que no perdura, a lo que cae en el olvido antes siquiera de llegar a ser.

Vivimos en un mundo en que se usan y tiran cosas, personas, relaciones, sentimientos. Avanzamos sin prestar demasiada atención a lo que nos rodea, inmersos en una dinámica de realidades tan breves como perecederas. Difícil, así, que algo o alguien dejen huellas; cuando si te detienes, te apremian a que sigas y no molestes. Si eres consciente de que puedes convertirte en un autómata, en una sociedad indiferente a la vida y sus elementos esenciales, o te avienes al juego, o te niegas en redondo a entrar en una cadena inhumana. Pienso, por ejemplo, en la noticia de los trabajadores obligados a usar pañales en la industria avícola de EE.UU., para no dejar de producir, y se me viene a la cabeza la película de Chaplin, Tiempos modernos (1936)... Han pasado 80 años y podríamos volver a verla sin que hubiera perdido un mínimo de vigencia.

La fugacidad en sí nada de malo encierra, aparte de que nos enseña a apreciar lo que tenemos, mientras lo tenemos; que para colmo, no solemos reconocerlo hasta que no está ya perdido. Somos así de complicados, aunque más que de dificultad, podríamos referirnos a embrollo y lío. No creo que se pueda vivir bien, si no es sintiendo la vida; y ello es cuestión de dar sorbitos, más que de beber a morro de la botella. Hay que deleitarse en el camino, porque las prisas no son buenas; y puede ocurrir que llegues el primero y después no sepas ni adónde, ni por qué, ni con quién, ni para qué. No somos máquinas, ni estamos programados para cadenas de relación (ni producción), en las que no se habla, no se mira, no se piensa... y ya ni se pueden satisfacer las necesidades fisiológicas más básicas, pues es mucho más productivo usar pañales y avanzar sin tregua. Por favor, ¿qué tipo de sociedad nos estamos permitiendo tener?, ¡porque más alienante no puedo imaginarla! Deberíamos negarnos a este usar y tirar, y mucho más a dejar que nos usen y nos tiren. Aunque tal vez no sirva de nada, y nos hagan volver a sentir, una y otra vez, que somos personas de desecho, que es necesario eliminar cuando ya no servimos.