POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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EN FUNCIONES


Aunque parezca mentira, a estas alturas y después de pasar casi un año preparando unas elecciones generales que iban a cambiar todo, iniciamos de nuevo una campaña electoral que, curiosamente, va a ser muy decisiva, o eso nos dicen. La verdad es que de lo que escucho y leo acerca de política, pues como que no me creo ni la mitad. En mi vida he conocido un grado tal de manipulación mediática, o de pretensión de manipulación, porque gracias a quienes tengan que ser dadas, hoy en día es muy difícil engañar tan desarmadamente como hace apenas unos años. Mientras lo caduco se niega a dejar paso a lo nuevo, un creciente malestar social se transforma en un enfrentamiento que me parece, cuando menos, muy desagradable. En este país ya vivimos la vergüenza de una guerra civil, que es la máxima incoherencia en guerra, puesto que no enfrenta a enemigos, sino que convierte en rivales a muerte a los que debieran vivir como hermanos. Tratar de romper la concordia y buscar que la lucha ciudadana en vez de dirigirse contra el poder que hace infelices a millones de ciudadanos, resulte a la postre un enfrentamiento entre ellos, es claramente un objetivo prioritario del mismo poder para desunir y protegerse. Lo triste es que esa protección busca perpetuar la desigualdad y un sistema claramente corrupto... si hacemos caso al periodismo que, día sí y día también, destapa escándalo financiero y fiscal tras escándalo. Sin que ello ponga en peligro una supuesta victoria del partido que ha llevado el timón en estos oscuros años de insoportable crisis. Es algo que encuentro incomprensible, y ante lo que no hallo más consuelo que saber, y lo hemos comprobado directamente, que ya no importa ganar, sino pactar y llegar a acuerdos de gobierno.

Me parece más que evidente que nuestros representantes políticos no han sabido, no han querido, no han podido o no les han dejado, que de todo hay en la viña de la vida, acordar entre sí un programa de gobernabilidad para tratar de mejorar una situación, que, por mucho que algunos echen al vuelo las campanas o enchufen merengue a todo volumen, es insostenible para una gran parte de la ciudadanía. Y dado que el hombre es el único animal que tropieza dos veces, y diez, con la misma piedra..., pues qué quieren que les diga, o cambian las actitudes, o en navidad más. Y es que no quiero ni pensarlo. Creo que tengo tal empacho, que no es que me molesten ciertas propuestas y ciertos candidatos, sino que no soporto esta dinámica de transitoriedad vacía y mentirosa. Sin embargo, en ningún momento se me ha pasado por la cabeza una abstención, pues ahora más que nunca es muy importante dejar claras las cosas en las urnas; reivindicando desde ya que el pueblo siempre vota bien, y que les toca a los políticos y políticas buscar soluciones a supuestos empates. Repetir elecciones es un claro fracaso no achacable más que a ellos, que no se habían visto nunca en la necesidad de pactar, acordar y sumar, pues hasta ahora se trataba no más de repartírselo todo entre dos. Bueno, aunque aún haya quienes niegan la muerte del bipartidismo parlamentario, la mayor prueba de que es una negación sin argumentos, es el mismo hecho de tener que volver a las urnas. Cuanto antes se acepten los resultados electorales, con independencia de que gusten más o menos, antes podremos volver a la realidad y olvidarnos de este pobre malvivir en funciones.