POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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SPIRIMAN


En Granada tienen más que motivos para el descontento general, y éste empieza a ser un auténtico clamor en temas tan delicados como el de la política sanitaria de la Junta de Andalucía con respecto a los granadinos; con el rechazo frontal de éstos, pero esta vez sí en las calles y con apoyo colectivo a Spiriman, un médico de Urgencias que ha logrado lo nunca visto: esa unanimidad expresada pública y masivamente, entre el cabreo absoluto por la fusión de los dos hospitales con los que hasta ahora contaba la capital. Antes de nada, decir, como usuaria, que el cambio ha significado que todo vaya a peor, cuando hasta ahora Granada funcionaba estupendamente a nivel hospitalario. Estamos descontentos la ciudadanía, pero también el personal sanitario, desde auxiliares a médicos, sin olvidar a los trabajadores relacionados de una u otra forma con los hospitales. Cuando se echan a la calle 50.000 personas, hay que escucharlas, no pretender engañarlas con pactos vergonzosos con unos sindicatos que para nada defienden los intereses del pueblo que se está quejando en voz alta y con toda contundencia. En lugar de ello, se minimiza el éxito de las convocatorias a salir a la calle y a decir que ya está bien; y se pretende, según él mismo explica, primero comprar a Jesús Candel, que así se llama el tal Spiriman, y después, ante su honestidad que no está en venta, amenazarle y acosarle. Algo que está muy visto, especialmente en regímenes dictatoriales en los que la democracia brilla por su ausencia; por eso no se entiende que en una comunidad autonómica gobernada por socialistas desde el fin de la dictadura franquista, esto esté ocurriendo sin que haya quien comprenda que hay que reconocer los errores y dar marcha atrás cuando hacia adelante sólo te estrellarás.

En la capital de nuestra provincia tienen ya muchas razones para estar que trinan. Primero con unas obras, las del metro, que llevan demasiados años ya, y que al final han llenado las calles de Granada y ciudades del cinturón de vías de tranvía más que otra cosa. El metro granadino, cuando por fin llegue, se asemejará bastante al de Sevilla, en su falta de utilidad para la generalidad de la población, y en que sus trayectos son lentos y al aire libre en su mayor parte. Es curioso, cuando llegué a la capital a continuar con mis estudios universitarios, estaban desmantelando las últimas vías de los desaparecidos tranvías, y ahora han vuelto a montarlas por aquí y por allá... Hay un metro aquí en Graná, que esto no es metro ni ná, tendremos que empezar a cantar. ¿Y qué me dicen del tren? Una ciudad en la que el turismo es esencial y lleva ya camino de los dos años como la única capital española sin conexión ferroviaria. Mas por desgracia hay que añadir, todavía, el tema de los autobuses urbanos, los mismos que funcionaban perfectamente hasta que decidieron cambiar todo el sistema..., para que los ciudadanos se joroben y pierdan su tiempo y su serenidad en un cambio a todas luces ideado por ineptos que se han cargado el transporte urbano de la noche a la mañana. Así, después de mostrar más paciencia que el santo Job, los granadinos se han topado con el asunto de sus hospitales, que a todos y todas molesta, que a nadie gusta, excepto a los políticos que se llaman socialistas, parece ser. Y en cuanto alguien honrado y con todo conocimiento de causa se ha hartado de ver que la gente no puede ser bien atendida así, y ha pedido que se salga a la calle en vez de quejarse en conversaciones de pasillo, no lo han dudado ni un instante y han convertido su mosqueo en manifestaciones nunca antes conocidas en la ciudad. A ver si desde las instituciones públicas tienen la desfachatez de criminalizar a un hombre honesto y valiente, y de ningunear el grito de Granada, que está ya muy, pero que muy harta.