POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TRUMP ME DA MIEDO


Siempre me he preguntado cómo es posible que el pueblo civilizado que eligió en las urnas a Hitler, permitiera que semejante fascista sanguinario cometiera un genocidio que avergüenza a la especie humana, y que en los seis años que duró la Segunda Guerra Mundial acabó con seis millones de judíos. De acuerdo en que nunca sabes por dónde va a discurrir la trayectoria de un representante político, pero también es cierto que se vislumbra en base a las decisiones que vaya tomando, y hasta que los nazis llegaron a la solución final, que no fue otra que el holocausto y sus sofisticadas maneras de asesinar a millones de personas absolutamente inocentes, hubo muchos pasos previos contra una gente cuyo único pecado era estar en el punto de mira del odio de un loco acomplejado. Y nadie hizo nada por evitar que la dolorosa realidad sin sentido se extendiera y se afianzara, sobre una maquinaria de puro exterminio contra seres humanos que no sólo no habían cometido delito alguno, sino que se vieron abandonados a su suerte fatal, y letal, por el resto -a excepción de un puñado de personas valientes, que la mayoría de las veces pagaban con su vida semejante arrojo-. Siempre me lo he preguntado, y ahora empiezo a hallar respuestas observando al nuevo presidente de los EE.UU., elegido democráticamente por los norteamericanos.

Los seres inteligentes no son aquellos que no cometen errores, sino los que aprenden de ellos para evitarlos, en la medida de lo posible, en un futuro más o menos próximo. Y a la hora de tal aprendizaje, mirar hacia atrás es muy necesario. Se construye el presente desde el pasado, y se encara el futuro con muchos más mecanismos y herramientas para no volver a caer en la deshonra, y para poder seguir hablando de la humanidad en su conjunto sin tener que hacerlo en base a actos más que humanos, inhumanos. Por eso no me provoca más que desconcierto el conocer que alguien con un discurso de odio sea elegido por la mayoría de un pueblo supuestamente moderno y democrático; y ello se acrecienta al ir conociendo las decisiones que va tomando, con prisas y sin pausa, a cuál más antidemocrática y horrorosa. Trump me da miedo, y creo, muy sincera y profundamente, que, en potencia, es mucho más peligroso que Hitler: éste se manejaba en las coordenadas de un único odio, el que manifestaba, en teoría y en la práctica, hacia los judíos; pero aquél tiene muchas más fobias y ya sólo por eso, son muchas más sus potenciales víctimas. Pero es que cuando se ataca, por simple capricho de unos locos que suben al poder y pueden ejercerlo, a seres inocentes, da igual si estamos o no entre ellos. Porque si consiguen sus propósitos con la ayuda de nuestra pasividad, después de acabar con unos, irán a por otros, y finalmente seremos nosotros las víctimas. ¿Nadie hará nada contra lo que está empezando a pasar en Norteamérica? ¿Se permitirá el rechazo a lo legítimo sólo porque lo impone un extremista radical? ¿Contaremos en un futuro no muy lejano por millones el número de víctimas inocentes? No sé a ustedes, pero a mí Trump me da miedo.