POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PRIMAVERA REVUELTA


     Hay veces en que no se necesita ser alérgica a los pólenes para sentirse mal por los aires que corren. Imposible desconectar de una actualidad que a veces incomoda, otras molesta hasta el hastío, y algunas otras repugna. Encender la televisión y ver en directo cómo se acosa sexualmente a una presentadora entre las risas de sus compañeros; conocer que aún hoy existen curas que violan a niños y niñas sin que se les aparte de la Iglesia, bastando por lo visto con cambiarlos de parroquia (en donde, obviamente, seguirán violando); comprobar el apoyo de nuestros gobernantes a quienes, teniendo que luchar contra la corrupción, son ellos mismos corruptos declarados, comprobados y defendidos (amén de previamente elegidos precisamente por su condición de corruptos); observar el distinto tratamiento de la prensa ante los atentados yihadistas, según vayan contra los árabes o contra nosotros; saber que lo que se hace contra la violencia machista es muy poco, porque muy poco importa a los machos; lamentar que la pobreza de muchos crezca en relación directamente proporcional al sucio enriquecimiento de unos pocos, que cada vez son más; etc. Ciertamente repugnante, pero defendido por millones de mujeres y hombres españoles, que no ven motivo para que la política en España dé un viraje radical. Claro que prefiero sentirme asqueada, que ser cómplice de todas esas nauseabundas realidades, que son sólo un botón de muestra, pues por desgracia se dan muchas más. Me parece vomitivo que haya quien por pura ideología cierre los ojos a la verdad objetiva y se emperre en defender su sucia verdad, que siempre es una sarta de vergonzosas mentiras. Allá cada quién, y si alguna vez se da eso que llaman justicia poética, de la otra mejor ni hablar, espero y deseo que lo paguen con creces.

     Ya se sabe que cuanta más información se tenga, cuanto más se conozcan los temas, menos podrán engañarnos y manipularnos. Aunque, paradójicamente, los hay que prefieren ser engañados y manipulados, con tal de que nada cambie, que a ellos les va muy bien y no les importa nada cómo puedan estar quienes no pueden decir lo mismo. En fin, esos mismos son por lo general los que se llenan la boca hablando de valores y principios, todos muy positivos, que pueden desaparecer si alguien les cambia la dinámica de sus chiringuitos. Se ve tan claro, que es obvio que los ciegos lo son por propio deseo, y que bajo ello subyace la firme voluntad de que nada cambie. Que ello ocurra entre los sinvergüenzas que tienen los bolsillos y las cuentas sucios de la pobreza impuesta a tantos otros, pues como que se puede incluso llegar a entender, que no a compartir. Sin embargo, que tengan el apoyo y la defensa de voceros voluntarios (algún día tal vez se les pida que rindan cuentas a las radios y los periódicos cómplices de todo lo que está ocurriendo); y de millones, que no millares, de votantes, eso es lo que me revuelve el estómago en esta primavera revuelta, válgame la redundancia. Y si el tiempo suele terminar poniendo a cada quien en el lugar que le corresponde, ojalá que pase deprisa y se acabe pronto esta época tan injusta como desagradable.