POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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ABANICOS DE PAPEL


     Cuando todavía hay quien niega el cambio climatológico y sus nefastas consecuencias, resulta que aún estamos en primavera y ya ha habido en España dos víctimas por el calor sofocante;  y en nuestra vecina Portugal acaba de ocurrir la mayor catástrofe de su historia en vidas humanas a consecuencia de un terrible incendio. No quiero ni pensar en el verano que nos espera. A todo esto, cómo no, nuestros representantes políticos, esos que viven para la defensa de nuestros intereses y para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, han vuelto a demostrar su casi general incompetencia: lo del consejero de Sanidad de Madrid recomendando al alumnado combatir el calor en las aulas con abanicos de papel, roza el cinismo, y en una democracia real y moderna sería motivo más que suficiente para su fulminante destitución. Con más razón cuando después de estas delirantes declaraciones, casi medio centenar de alumnas y alumnos madrileños tuvieron que ser asistidos al verse afectados por las altas temperaturas. Pero en nuestro país, el susodicho consejero se reirá tranquilamente en un despacho con aire acondicionado, faltaría más, sin lamentarse de nada, como no sea de la cantidad de chismes que hay hoy en día, con lo a gusto que han vivido hasta ahora. Bueno, es cuestión de tiempo que todo cambie a mejor; porque, encima, estos desvergonzados inútiles que terminan reconvirtiendo sus legítimas parcelas de poder en cortijos particulares, en los que hacen y deshacen sin dar cuentas por nada y a nadie, tienen la indecente osadía de prevenir contra las siete plagas, elevadas al infinito, que nos esperan si no son ellos los que siguen imponiendo su santa voluntad en nuestros propios asuntos. Que no hay que olvidar que las decisiones políticas del partido que gobierna nos afectan a todos y a todas, y por eso mismo no pueden responder  a intereses meramente partidistas.

     A veces tengo la angustiosa sensación de verme atrapada en una película del genial Berlanga, y así me ocurre en este caso: un político enseñando papiroflexia, nada de tijeras o pegamento (que eso cuesta dinero), unas cuantas dobleces y abanicos de papel para refrescar las aulas; 47 estudiantes de instituto trasladados a un tanatorio con aire acondicionado (será porque los muertos no se resfrían... con perdón, pero esa es la excusa oficial para que no haya aire acondicionado en las clases de colegios e institutos, pues puede haber resfriados y contagios); y unos centros educativos del siglo XXI, que no saben cómo paliar un calor que otros cursos llega cuando ya han cerrado por vacaciones. Con Berlanga te reías, aunque siempre había un poso agridulce en su crítico humor; es lo que pasa cuando no estás soñando, ni enfrascada en el mejor cine, o con una maravillosa situación ante tus ojos. Cuando se denuncia una serie de insoportables circunstancias y condiciones, puede que haya que recurrir en ocasiones al mejor reír que llorar, pero no por ello la oscuridad se tiñe de color. Así que esperemos una bajada de temperaturas que alivie estos calores, y, a la vez, evite que algunas de las mentes pensantes de nuestro país vean derretidas sus neuronas, más todavía, y puedan ofrecernos medidas más efectivas y adaptadas al tiempo que vivimos, que abanicos de papel para combatir el infierno en las aulas.