POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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NO ES NORMAL


     Si entendemos normal como lógico y natural, no es normal este calor que mata y da fuerza a incendios asesinos, que para mayor anormalidad son intencionados y provocados por la acción humana, y no por la de la naturaleza. Como no lo es que se forren los rascacielos con material inflamable que convierte, en caso de incendio, las viviendas en cárceles letales en las que sólo te salvarás del fuego lanzándote al vacio, que al menos te procurará una muerte más rápida y menos horrorosa. Y no digamos ya el que no se cumplan a rajatabla los tratados de protección medioambiental y de desarrollo sostenible (es tan anormal el respeto entre las personas, que no hablemos de él si se trata de la fauna, de la flora o de nuestro planeta). Porque ¿cómo va a ser normal la violencia extrema que campa a sus anchas por esta sociedad que nos ha tocado en mala suerte? Violaciones en grupo, salvajes palizas a compañeros de estudios, esto además con el plus de anormalidad, rozando la mental, de no sólo hacerlo, sino encima colgarlo en las redes sociales, como si se tratara de una heroicidad; hijos, sin distinción de género, que majan a sus padres en cuanto dejan de satisfacer todos sus deseos, que por desgracia, especialmente para esos progenitores, es a lo que se les ha acostumbrado; que no puedas ni quejarte si alguien tiene la peregrina idea de orinarte encima, porque es que te pueden descerrajar un tiro y hasta nunca jamás; y anormalidades  mil...

     No es normal, a pesar de su insoportable frecuencia, la cantidad de asesinatos por violencia machista (de mujeres, y de sus hijos e hijas cada vez más), sin que se pongan todos los medios habidos y por haber para evitar este síntoma de que nuestra sociedad está enferma y viciada de tal modo, que, o se previene y corta de cuajo tal lacra, o terminaremos pintando de normalidad, con brocha gorda, lo que es indiscutiblemente anómalo. Tanto como mezclar churras y merinas, comparando, desde cualquier punto de vista, accidentes -como los de los ciclistas muertos en las carreteras, o las víctimas en el ámbito laboral- y asesinatos, por mucho que sus cifras sean igualmente escandalosas. No hay que estudiar fundamentos del Derecho penal para distinguir a la perfección entre un asesinato y un accidente. Ciertamente, si se cumpliera la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, los muertos en su trabajo serían bastante más puntuales. Pero nada tiene que ver la educación y la violencia machistas, que matan, cada una en su fase y a su manera, a mujeres inocentes, con la inacción administrativa a la hora de exigir y controlar el cumplimiento de la normativa que hace el ámbito laboral y el tráfico mucho más seguros.

     Que no, que no es normal el grado de corrupción entre nuestras clases política y empresarial cuando caminan de la mano dándose apoyo mutuo, ante una resignación ciudadana de semejante dimensión. Claro que a ello ayuda la llamada ley mordaza, absolutamente inconstitucional por atentar gravemente contra nuestro derecho fundamental a la libertad de expresión. No es normal, en absoluto, que a quienes deben velar por nuestra seguridad se les dé herramientas para hacer todo lo contrario. Anormal completamente; como fanfarronear con lo bien que va nuestro país, cuando mismamente Cáritas, poco sospechosa de contraria al Gobierno en el poder, acaba de denunciar el empobrecimiento de la pobreza y que en un 70% de los hogares españoles no sólo no han notado ninguna recuperación, sino que son cada día más pobres.

     No es nada normal, qué quieren que les diga, que mientras la pobreza crece entre una inmensa mayoría (para más inri, hereditariamente, pues los niños y niñas pobres están condenados a serlo también de adultos; vaya inversión en futuro...), se tenga tanta información sobre las hazañas de toda una multitud de ladrones de guante blanco (sería tal vez más apropiado hablar de guante negro, que aquí lo black se luce de maravilla), y no se haga nada, como no sea ayudar al ladrón: por ejemplo, con amnistías fiscales que sólo se declaran inconstitucionales cuando los delitos han prescrito (y después se les llena la boca presumiendo de independencia judicial). Y sin embargo, si se le hiciera devolver lo robado a esta pandilla de delincuentes, se daría solución a muchísimos problemas de las víctimas de una situación de anormalidad, que ya dura demasiado como para no hacer nada. Así que qué quieren que les diga: si no somos conscientes de nuestro poder como colectividad, seguiremos soportando lo que no es normal como si lo fuera.

 

NOTA: Como acostumbro cuando llega el verano, descansaré de los artículos de Por la Alameda hasta que se marche y nos visite el otoño. Entre tanto, desearles una felices vacaciones y que disfruten, como mínimo, de unas temperaturas más normales.