PLAZA MAYOR

Una sección de Francisco Arias
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A TIRO LIMPIO


“A buenas horas, mangas verdes”; esto era lo que se decía muy antiguamente, con referencia a los miembros de la Santa Hermandad, que tenían la misión de controlar el orden y el buen comportamiento de la gente, sobre todo en cuestiones religiosas. Estos miembros o agentes de seguridad vestían unas casacas verdes con amplias mangas, y, por lo visto, tenían la costumbre de llegar tarde a los altercados; vaya, más o menos, cuando ellos calculaban que había pasado el peligro. Ese dicho se ha mantenido hasta nuestros días, extendiéndose su uso y aplicándose a todo aquel que llega tarde a algún sitio o toma una determinación a destiempo o fuera de plazo.

Sin embargo, no está siendo éste el comportamiento de nuestros agentes de seguridad, sobre todo, en los últimos casos de alunizajes, robos y tiroteos. Que hay que ver cómo se está poniendo la cosa en esta, habitualmente, tranquila ciudad. Está claro que nuestra policía no está llegando tarde ni está escurriendo el bulto; muy al contrario, está dando ejemplo de solicitud y de entrega, que no hay mayor prueba de responsabilidad que jugarse uno la vida por cumplir con su obligación. Así ocurrió, hace unos días, cuando consiguieron impedir el robo en dos comercios bastetanos y los ladrones dispararon contra ellos. Quién nos iba a decir, hace unos años, que el rugir de las balas perturbaría el sueño de nuestra gente, pacífica y confiada; seguramente, la gran mayoría de nosotros, sólo hemos oído disparos en la “mili”, en la caza o en las películas. Así que, debe de ser terrible el fragor de estos tiros, que podemos llamar de los de verdad, de los que traspasan las más elementales normas de humanidad y civismo; de los que buscan despiadadamente la muerte y la tragedia.

Hace falta ser degenerados para tirar a matar con esa frialdad. De siempre hemos visto, al menos en las películas, que hasta los delincuentes más peligrosos disparan cuando se ven muy apurados, que no es que eso me parezca bien, pero, hacerlo de forma tan gratuita y tan a la ligera, es más propio de psicópatas, o producto de una tremenda deshumanización. No sé por qué se han tenido que acordar de nosotros esos maleantes extranjeros, tan desalmados y tan armados. ¡No tendrán mundo!... Aunque también es verdad que los delincuentes suelen elegir para sus andanzas aquellos países que ofrecen una mayor pasividad y, sobre todo, una mayor impunidad. No nos vendría mal una buena dosis de firmeza, a nivel general, para este tipo de conflictos. Y, aparte de las medidas legales, habrá que ir asumiendo que el peligro ya está en todas partes, incluso en las ciudades tranquilas, como la nuestra. Claro, que ésta es una de las consecuencias de la globalización; todo llega a todos sitios. Lo malo es que las cosas buenas parece que viajan en burra y las malas, en spuknit. Mirando, pues, por nuestra integridad y la de los propios agentes, debemos exigir que el cupo de efectivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad esté siempre completo y sea el adecuado a las actuales condiciones de trabajo.

Y lo peor de todo es que, tal como va la vida por aquí, pronto veremos situaciones parecidas sin necesidad de que vengan delincuentes extranjeros a cometer atrocidades. Porque ¿qué se puede esperar de una sociedad en la que comienzan a proliferar grupos de adolescentes que golpean a los viandantes, que apalean y queman vivos a los mendigos, todo ello con la sola intención de divertirse? Y encima, graban las salvajadas en los móviles y se intercambian las imágenes. Seguro que algunas de ellas las han utilizado para mandarse crhitsmas, que los habrán terminado con algo así: “Y este hijo de su madre te desea feliz Navidad”. Pues, si eso lo hacen los “angelitos” para pasar el rato, qué serán capaces de hacer cuando tengan una necesidad imperiosa o un deseo irresistible. Nada, nada, ahí tenemos las consecuencias de una educación permisiva, comodona y caprichosa, carente de los principios y valores más elementales. Ahí tenemos las consecuencias de la tremenda violencia en las películas, incluidas las de dibujos animados, y los jueguecitos esos de la play, que se tragan, cada día, nuestros niños y jóvenes.

El caso es que no sé dónde vamos a encontrar policías cuando todo esto se desmadre y Baza entre de lleno en la modernidad, alcanzando o superando las estadísticas de inseguridad ciudadana de las ciudades más desarrolladas, que, por lo que estamos viendo, vamos camino de ello. Lo penoso es que tengamos que paladear las exquisiteces del pleno desarrollo a pistoletazos; que, antes de que logremos las anheladas metas del bienestar, conozcamos la cara más terrible del progreso; o lo que es lo mismo, que avancemos por los caminos de la modernidad a tiro limpio; o a tiro sucio, si queremos expresarnos con una mayor propiedad.