PLAZA MAYOR

Una sección de Francisco Arias
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RISAS Y LÁGRIMAS

Se dice que del amor al odio no hay más que un paso; pues algo así ocurre con la risa y las lágrimas, que siempre han estado muy cerca. Unas veces porque pasamos de la risa a las lágrimas con facilidad, según la cara que nos ponga la vida, y otras veces, porque mientras unos ríen otros lloran; es más, hay muchas ocasiones en que, para que unos rían, otros tienen que llorar.

Algo así pensaba yo el pasado domingo, cuando el Baza, por fin, confirmaba su permanencia en la Segunda B. Unos felices, nosotros; y otros hundidos, los canarios. Nosotros reíamos y ellos lloraban. Claro que, verdaderamente estábamos contentos, pero tampoco reíamos demasiado, que, después de tantos avatares y sufrimientos a lo largo de la temporada, no nos quedaban fuerzas para demasiadas exhibiciones sentimentales. Esperemos que, para la próxima campaña, el equipo haya aprendido la lección y no vuelva a tenernos atacados de los nervios hasta última hora. Sea como sea, felicitamos al CD Baza y a todos los aficionados porque, al fin y al cabo, se ha conseguido el objetivo que todos deseábamos: la permanencia.

Y ayer, con la selección española, tuvimos la otra cara de la moneda. Fiel a sí misma, volvió a resucitar sus habituales fantasmas y sucumbió al maleficio galo. Está claro que lo de la selección no es cuestión de calidad ni de esfuerzo, sino de mentalidad. El caso es que sabemos que no somos inferiores a los franceses; lo difícil, ahora, es que se convenzan de ello nuestros jugadores, y, lo que es más difícil, que también se convenzan los franceses.

Pero, bueno, estaba yo hablando de la risa y de las lágrimas y observaba lo cerca que están la una de las otras; fíjense si estarán cerca que, cuando se ríe demasiado, suele uno acabar llorando de risa. Otras veces, las circunstancias son tan penosas y absurdas que nos vemos obligados a tomarnos las cosas con cierta filosofía y decimos que reímos por no llorar. Claro, que tanto las lágrimas como la risa pueden ser más falsas que el beso de Judas; ahí están las que llamamos lágrimas de cocodrilo, que son las menos sinceras de las lágrimas. Y de la risa, para qué hablar. Es tan subjetiva, tiene tantos matices, tantas interpretaciones, que con frecuencia tenemos que preguntar: Y tú, ¿de qué te ríes?... y aunque nos lo expliquen, generalmente, a nosotros no nos hace ninguna gracia.

Y para risas enigmáticas, la risa de la Consejera de Cultura, cuando, hace unos días, en su visita a nuestra ciudad, se reía al preguntarle sobre la rehabilitación del patrimonio bastetano. Francamente, yo no concibo, en absoluto, que la risa fuese burlona o despectiva, como algunos han querido entender. Más bien pienso que se trató de una risa evasiva, para disimular el malestar que le producían unas preguntas inoportunas, para las que no tenía las respuestas esperadas por los bastetanos. El caso es que, en este asunto del patrimonio histórico, parece ser que no nos creen, o que tratan de jugar al despiste con nosotros para confundirnos y entretenernos. De pronto parece que la solución es inminente y, acto seguido, resulta que las cosas van para largo. Claro, que lo que parece más inoportuno en estas circunstancias son las risas o sonrisas, sea cual sea su intención, ya que, lo que realmente hace falta es que se tomen muy en serio, de una vez por todas, la restauración y la conservación de nuestro ruinoso patrimonio histórico, que se dejen de evasivas y retrasos, y que actúen antes de que se hunda todo definitivamente. Puede que estén esperando a que nosotros tomemos algunas medidas de presión; no sé, a lo mejor a que nos pongamos en huelga de hambre, a que nos encadenemos a algún monumento, a que hagamos manifestaciones en las que fuésemos capaces de juntar más de cuarenta o cincuenta personas, etc., etc. Ciertamente, no es ese el camino más apropiado, pero hay momentos en que la urgencia y la impotencia no te permiten otra elección y te obligan a pensar en ese tipo de acciones.

Uno, que, a pesar de todo, intenta ser bien pensado, abriga la esperanza de que no va a ser necesario llegar a tanto y que el tema del Palacio de los Enríquez sesolucionará pronto; que se van a proteger debidamente los yacimientos, que los Baños árabes no tardarán en estar abiertos al público, que la reforma del Museo y el regreso de la Dama están muy cercanos… y así, tantas y tantas cosas. Confiemos, una vez más, en que todo va por buen camino y, sobre todo, esperemos que ese camino no sea tan largo que se nos pierda de vista en el infinito; confiemos en que, tras las buenas palabras vendrán los hechos, y que no tengamos que asistir a la ruina total de nuestro patrimonio, mientras seguimos esperando, muertos de risa. Por supuesto, cuando digo muertos de risa, lo hago con todo el sarcasmo y el dolor del mundo, vaya, lo que se dice, reír por no llorar. Y digo yo, ¿no sería éste el verdadero sentido de la risa de la Consejera?...