PLAZA MAYOR

Una sección de Francisco Arias
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CONFORMISMO


            Uno no está muy puesto en estos asuntos de presupuestos generales, pero con  los datos y las apreciaciones que se pueden leer en la prensa, no hace falta saber demasiado para formarse una opinión personal sobre el tema. Es verdad, que si nos llegan nuevos datos y explicaciones, nada nos impide matizar o cambiar dicha opinión, que dice el refrán que corregir es de sabios, y, por lo tanto, también es de sabios equivocarse.

         La cuestión es que, según parece, la partida asignada a Andalucía no es, ni mucho menos, la que se podía esperar. Fíjense que, siendo nuestra comunidad una de las más necesitadas, si no la que más, sólo nos han correspondido en el reparto unos 465 euros por habitante, mientras que la media nacional es de 657 euros; es decir, vamos a recibir 190 euros menos por persona. Se ve que, como nosotros estamos más atrasados, necesitamos menos dinero, tenemos menos lujos, comemos más potajes y menos carne y mariscos, vaya, que somos como más impasibles, por no decir otra cosa. También puede ser que los demás piensen que tenemos una gran habilidad para quitarnos el hambre cantando, bailando y flamenqueando, y, por lo tanto, podemos conformarnos con menos. Pero hay algo mucho peor: resulta que la asignación que le corresponde a la provincia de Granada es de 414 euros por habitante. La diferencia ya asciende a 241 euros menos por persona. Así que en Granada, menos gastosos todavía, menos necesidades, mucho más pobres. Con esta dinámica, me da miedo y vergüenza pensar cuánto nos tocará a los habitantes de la comarca de Baza, si es que nos llega algo. Por lo pronto, lo de la reapertura de la línea del ferrocarril no se menciona ni por los forros. Pues nada, nosotros a cantar y a bailar, más felices que Marisol.

         Puede ser que algunos estén pensando que estoy haciendo una crítica política partidista; pues no, no se trata de eso. Este tipo de repartos son los que siempre hemos tenido, antes ahora y, seguramente, después; y eso, con todos los gobiernos, situaciones y colores. Lo que está muy claro es que nosotros, según parece, nos conformamos con muy poquita cosa; los andaluces en general; los granadinos en particular y, especialmente, los bastetanos. Nos da igual. No sé si es que padecemos de un patológico espíritu de sumisión, o que las circunstancias seculares nos han acostumbrado a un conformismo a ultranza. En muchas ocasiones les echamos la culpa a nuestros políticos y decimos que nunca han tenido la suficiente osadía para exigir nuestros derechos y para enfrentarse a quien haga falta. Es probable que haya algo de eso, pero tengamos en cuenta que los políticos se suelen mover al ritmo que les marcan las inquietudes, las preocupaciones y las exigencias de su gente. Así que repartámonos entre todos las responsabilidades.     

         Como he dicho anteriormente, lo de los presupuestos no es un tema que yo domine demasiado. Por lo tanto, si estoy equivocado, pues que me lo expliquen. Ya sé que existen unos fondos de compensación territorial, que, de alguna manera, intentan mitigar el desequilibrio, pero no nos engañemos; después de aplicar esos fondos, las cifras varían muy poco y seguimos muy lejos de la media nacional. Yo no acierto a comprender cómo no se aplican los presupuestos de tal manera que contribuyan a que, poco a poco, vayan despareciendo las desigualdades, ya que, de esta manera, lo único hacen es acentuarlas. Qué quieren que les diga, los criterios que se utilizan pueden ser muy económicos, incluso muy estudiados y elaborados; de todo lo que quieran, menos sociales. A mí me hace gracia cuando, al hablar de presupuestos, los políticos se justifican diciendo que son los más cuantiosos de la historia. Pues claro, los últimos tienen que ser siempre los más altos. Aunque sólo sea en un puñado de euros, algo tienen que subir. Estaría bueno que cada año subiera todo, los precios y los impuestos, y que los presupuestos bajaran. Así que de qué nos vale a nosotros que nos hayan asignado algo más que el año pasado. La cuestión es que seguimos siendo los últimos y esto no tiene visos de cambiar. Por lo visto estamos condenados a permanecer para siempre en el furgón de cola. Es nuestro sino. Así que ya pueden ir preparando la guitarra, la pandereta y las castañuelas. Ya saben lo que dice el refrán: “Cuando el andaluz canta, las penas espanta”. Pues claro; las penas, y las injusticias, y la marginación, y tantas y tantas cosas… Y encima, aquí, en nuestra comarca, me da la impresión de que tampoco somos muy cantarines, así que tendremos que quitarnos las penas como Dios nos dé a entender.

Luego, cuando lleguen las elecciones vendrán los partidos políticos con sus grandes parafernalias, pregonando a bombo y platillo lo buenos que somos, lo mucho que nos van a dar y lo mucho que van a hacer por nosotros… La verdad es que algunos de ellos, al menos se lo creen; otros, ni siquiera eso.

Me pregunto si todo esto podrá cambiar algún día. Yo que, a pesar de todo lo que parezca, quiero ser optimista, me inclino a pensar que es posible No obstante, tenemos que convencernos de que los primeros que hemos de cambiar somos nosotros. Ya va siendo hora de que nos despojemos de ese secular conformismo que nos atenaza y de que empecemos a ponernos en nuestro sitio. Mientras nosotros no cambiemos de actitud, los gobernantes, los políticos, los que parten y reparten, pueden ustedes estar seguros de que tampoco  van a cambiar. Les va muy bien así. A ver si no.