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Una sección de Francisco Arias
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LLUVIA PARA TODOS

Siempre me ha costado un poco de trabajo creerme eso de que existen unas avionetas que, cuando hay amenaza de tormenta, se dejan venir por nuestra comarca y sueltan unos productos que consiguen dispersar las nubes. Dicen que lanzan yoduro de plata, o nitrato de plata, y las nubes se van con la música, y con el agua, a otra parte. Reconozco que mi reticencia a aceptar lo de las avionetas “secantes” nunca estuvo basada en argumentos científicos. Mi actitud incrédula, más bien, era debida a que estas cosas tienen un viso tan extraño y llamativo que suenan, al menos a mí me daba esa impresión, a habladurías propias del sensacionalismo popular y, por lo tanto, se suelen afrontar con muchísima precaución. Con el paso del tiempo, han ido cobrando más intensidad estos comentarios y, como suele ocurrir, empieza uno a caer en el preámbulo de la duda y a pensar si, tal vez, se cumple aquí también el dicho de que cuando el río suena, agua lleva; o mejor, cuando las tormentas ahora no suenan ni llevan agua, como lo han hecho siempre, puede que se deba a algo más que a la natural sequía que padecemos en estos últimos años.

La duda se va aclarando cada día un poco más, sobre todo, después de conocer el comunicado de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos, (UPA-Granada), institución a la que, en principio tenemos que concederle un mayor crédito, y que pide que se investigue sobre esta práctica rechazable de bombardear con productos químicos para espantar las nubes. Claro, puede ser que se evite un pedrisco dañino, pero, tal como están las cosas, lo que no podemos permitirnos es el lujo de aumentar nuestra pertinaz sequía; y, encima, que nos vengan de fuera a organizarnos cuándo puede llover en nuestra comarca y cuándo no. Porque ésa es otra; resulta que, al parecer, esas avionetas nos las envían desde Murcia. Es justo aclarar que, salvo que se confirmen estos hechos, lo más prudente será mantenerse en el terreno de la probabilidad y no darlos por seguros. Pero el caso es que, según parece, los agricultores de la Comunidad vecina que cultivan grandes extensiones de hortalizas en nuestra tierra intentan proteger sus productos con estas avionetas. Según hemos leído, también es posible que sean las compañías aseguradoras las que intenten proteger sus intereses apartando las malévolas tormentas de los productos asegurados.

Sea como sea, si esto es así y se confirma que son los murcianos los que se empeñan en mantener limpio nuestro cielo, la situación sería de lo más incongruente. Resulta que ellos no paran de pedir trasvases y reparto de agua, de estar a cada momento con la reivindicación de “agua para todos”, y luego nos la gastan a nosotros de esa manera. Que conste que, a mí, lo “agua para todos” me parece justo, siempre que no se nos prive a los demás de nuestros recursos mínimos e imprescindibles y, muy especialmente, siempre que ese criterio se aplique en todos sitios y en todos los conceptos, es decir, que sea agua para todos, y pan para todos, y tren para todos, y riqueza para todos, etc., etc. Por eso considero que viene como anillo al dedo que nosotros al lema de “agua para todos”, añadamos, con letra y voz muy claras: “Y TAMBIËN LLUVIA PARA TODOS”. Así, pues, que nos dejen con nuestras nubes, que más vale afrontar el riesgo de un pedrisco, más o menos probable, que la seguridad de la sequía y de la desertización. Ya sabemos que las tormentas pueden causar estragos, pero yo creo que es mejor dejar que la naturaleza reparta suerte y que no se meta nadie a organizar los fenómenos atmosféricos de nadie. Para evitar malentendidos, quiero aclarar que no tengo nada en contra de los murcianos, al contrario, y que no me parece mal que vengan a cultivar nuestras tierras. Al fin y al cabo, nosotros parece que no estamos, hoy por hoy, muy interesados en esa labor y, además, ellos han puesto en producción cantidad de terrenos baldíos, aparte de que nos están dando ejemplo de espíritu emprendedor, de instinto empresarial y de dinamismo, algo que nos hace mucha falta por estas latitudes. Pero ya, eso de las avionetas, si de verdad está sucediendo, me parece una práctica despreciable. A lo mejor, algunos de ellos, que tampoco hay por qué generalizar, no sólo quieren dominar nuestro suelo, sino que también pretenden mandar en nuestro cielo.

Por mi parte, estoy totalmente de acuerdo con la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos, que la gente del campo entiende mucho de estas cosas del cielo y del tiempo. Así, que se investigue y que se aclare este asunto de las avionetas “hidrófobas”, a ver si van a tener ellas la culpa de la escasez de tormentas veraniegas y otoñales. Bueno, a mí tampoco me encantan las tormentas, pero las que no causan estragos y traen mucha agua siempre nos han venido bien, especialmente en esta época. Por eso, lo mejor es que llueva lo que tenga que llover, y que el cielo reparta suerte. Y, si entre los cultivadores levantinos, o entre los aseguradores, hay algún Fu-Manchú, que anda por ahí intentando dominar las fuerzas naturales, mejor será que baje de la nube y aterrice; que no le enmiende más la plana al hombre del tiempo y que deje el agua correr para que se cumpla el equitativo y natural deseo de “AGUA PARA TODOS… Y LLUVIA PARA TODOS”.