PLAZA MAYOR

Una sección de Francisco Arias
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LUCES DE NAVIDAD

La verdad es que, en estos días previos a Navidad, casi todos nuestros pueblos y ciudades  resultan más admirables y acogedores que nunca. Granada, sin ir más lejos, está digna de ver, con una iluminación y ornato navideños espectaculares. Vale la pena darse una vuelta para contemplarla y disfrutar de su alegre y encantador aspecto. Y sin embargo, al contrario de lo que se podría esperar, no vamos a utilizar lo bonita que está Granada para criticar la ambientación navideña de Baza; sencillamente porque, salvando todas las diferencias, también nos gusta la iluminación de nuestra ciudad. A pesar de que resulta un tanto irregular y un poco pobre en algunas zonas concretas del centro, en líneas generales nos parece acertada; sencilla, pero elegante, que tampoco hay que tirar la casa por la ventana. Es cierto que la alegría y la luminosidad auténticas de la Navidad deben estar en el interior de las personas, pero no es menos cierto que las personas somos de carne y hueso, y toda la información y los estímulos del entorno nos llegan a través de los sentidos. Por eso, la ambientación, la luz, el color, la música, etc., son fundamentales para alimentar nuestro espíritu y nos ayudan a sentir, a vivir y a convivir.

Lo importante, pues, es que las luces y los adornos de la Navidad no sean un reclamo para un consumismo desbordado y para una diversión desenfrenada, sino que, por el contrario, se conviertan en una llamada, en un toque mágico capaz de encender en todos nosotros esas luces interiores de la verdadera Navidad. Por supuesto que la luz más poderosa será la que proporcione el sentido religioso del nacimiento del Redentor; sin embargo, desde mi punto de vista, la Navidad puede y debe llegar para todos, porque hay otras muchas hermosas luces que pueden brillar desde las más diferentes perspectivas y creencias, y debemos esforzarnos para que también esas luces brillen de un modo especial en estos días. La luz, por ejemplo, de la convivencia y del calor familiar, la luz de la amistad, y muy especialmente, si queremos que la Navidad llegue a todos, la luz de la  generosidad, de la solidaridad y de la paz. Lástima que todas estas palabras, a fuerza de manosearlas y maltratarlas, hayan perdido su verdadero significado y nos suenen, en parte, a huecas y  falsas. Hoy que verdaderamente el mundo está tan falto de amor y de paz, fíjense que estas dos palabras comienzan a parecernos ñoñas y vacías. Parece ser que lo que ahora se lleva es utilizar la Navidad como un motivo más de enfrentamiento y de discordia, basándonos, eso sí, en principios  ideológicos, sociales y religiosos. Vaya, que dicho por las claras, vamos a terminar lanzándonos las figuras del belén a la cabeza y haciéndonos la “pascua”. ¡Qué estampa tan idílica!... Más nos valdría aprovechar estas fechas de final de año para reflexionar, para intentar ser más tolerantes, para reaccionar contra la injusticia, la pobreza y el hambre, y para dar, en definitiva, una tregua a la agresividad y a la violencia. Muchas veces, estos grandes principios los vemos tan elevados o tan inalcanzables que al final se quedan en nada. Por eso tal vez sea conveniente empezar por ámbitos más cercanos y concretos; por ejemplo, para que nadie diga que somos personas de pocas luces, se me ocurre a mí que podríamos comenzar a encender nuestro alumbrado interior de Navidad intentando ser más cordiales y amables con la gente, y tratar de ayudar y de hacer un poco más felices a las personas que nos rodean. No parece tan difícil, ¿verdad? Al fin y al cabo, una vez al año no hace daño, y, si después de la Navidad nos queda algún rescoldillo para el resto del año,  mejor que mejor.

Pues nada, pongamos manos a la obra si a ustedes les parece bien. Por mi parte, sin ánimo de ofender a nadie, me tomo la libertad de desearles unas estupendas Navidades y que el nuevo año les traiga muchas y grandes alegrías. Aunque sería, quizás, suficiente con que las tristezas fuesen muy pocas y pequeñas, que, como las personas estamos hechas para ser felices, no habiendo penas no nos costará mucho encontrar las alegrías si es que no vienen solas.

Por cierto, esta Plaza Mayor también se engalana y se dispone a vivir las fiestas navideñas. Y, para hacerlo del mejor modo posible,  nos vamos a tomar unos días de vacaciones, para encontrarnos de nuevo después de Reyes. Hasta entonces, que lo pasen muy bien y que se cuiden mucho. Así que, lo dicho; que el espíritu de la Navidad llene sus hogares y les libere de todos sus problemas y preocupaciones.

Que sean muy felices y que todas las luces navideñas,  las exteriores y, sobre todo, las interiores, brillen para ustedes con toda su fuerza y esplendor.