PLAZA MAYOR

Una sección de Francisco Arias
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Y AHORA, ¿QUÉ?

         Mira que llevan años los científicos llamando la atención sobre el cambio climático, y el mundo sin hacerles caso, pensando, tal vez, que se trataba de exageraciones promovidas por determinados grupos ecologistas, que, en ocasiones, para convencer a los incrédulos, adornan sus previsiones con el mayor de los pesimismos.  

         Y, con el paso de los años, nos vamos dando cuenta de que la cosa va muy, pero que muy en serio. Que todos los fenómenos anunciados se nos van echando encima poco a poco, y que no se trata de exageraciones ni de predicciones agoreras. Y el mundo, mal que bien, a la vista de los desajustes climáticos, se va convenciendo del tema y parece que los gobiernos, no todos, comienzan a ponerse  de acuerdo para buscar soluciones y tratar de frenar la emisión de gases que producen el efecto invernadero y, en consecuencia, el calentamiento global de la tierra. Pero, a buenas horas, mangas verdes; ahora resulta que es demasiado tarde. El cambio climático está en marcha y su proceso es imparable. Así que, según los científicos, esta tendencia, ya iniciada, es irreversible, y perdurará, nada más y nada menos, que durante todo un milenio… Y ahora, ¿qué?

         Es verdad que los cambios climáticos son fenómenos que se han producido en la Tierra a lo largo de su existencia, pero, en esta ocasión, está comúnmente aceptado que la actividad humana, o, mejor, el mal comportamiento de los seres humanos, es el principal responsable de la provocación y, sobre todo, de la aceleración de este cambio que nos llega. Según el informe hecho público hace unos días por el IPCC (Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático), los científicos atribuyen a la acción humana el 90 % de responsabilidad en el calentamiento global de la Tierra, y sólo un 10 %, a causas naturales. Según este informe, la temperatura media subirá entre 2 y 4’5 grados en el presente siglo. Aunque los más pesimistas piensan que puede subir hasta 7 grados.
         Y  lo que es peor es que, según los científicos, España va a ser uno de los países más afectados, sobre todo las regiones mediterráneas. Así que se preparen, especialmente los más jóvenes, para sufrir fuertes olas de calor, sequías extremas seguidas de inundaciones, huracanes, avance de la desertización que hará que la mitad sur de España se parezca, cada día más, a la zona del norte de África, inundación de tierras y ciudades costeras por la subida del nivel del mar, y otros muchos fenómenos, como la desaparición de determinadas especies de flora y fauna, la llegada de insectos y enfermedades tropicales, como la malaria, y, bueno, mejor no seguir enumerando calamidades. Además, hay que tener presente, que, en estas circunstancias tan trascendentales, no sólo debemos pensar en los daños que podemos sufrir nosotros, o nuestros hijos y nietos, sino que todos somos absolutamente responsables del mundo que vamos a dejar a los que vengan detrás de nosotros a lo largo de los siglos, por más que algunos se empeñen en no ver más allá de sus propias narices.

Lo que no tiene ninguna gracia es que los países más contaminantes, que son China y Estados Unidos, son los primeros que se niegan a cumplir las normas internacionales del Protocolo de Kyoto, que se acordaron para reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Que digo yo que por qué se empeñan algunos en buscar armas de destrucción masiva en otros países cuando tienen en el suyo la peor de todas… Es más, según dice la prensa, hay una poderosísima petrolera norteamericana (la Exxon Mobile) que, a través de un centro de estudios americano, está ofreciendo dinero para, de alguna forma, tratar de sobornar a científicos y economistas, con el fin de que éstos desmientan las previsiones sobre el cambio climático; que ya hay que ser egoístas e irresponsables para intentar confundir a la gente en un asunto con éste.

         España, que, por cierto, tampoco está cumpliendo la normativa del Protocolo de Kyoto, se ha dado cuenta de la que nos viene encima, y se está convirtiendo en uno de los países paladines para la concienciación internacional y la implantación de medidas que frenen el cambio climático. Nuestro gobierno está planificando normas y actuaciones para disminuir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono; así, por ejemplo, se tratará de imponer el uso de energías alternativas, las  viviendas bioclimáticas, el uso de los transportes colectivos en detrimento de los automóviles, sobre todo, de los de gran cilindrada, etc. Y fíjense ustedes, una de las soluciones más importantes va a ser el ferrocarril. Se estipula la necesidad de que ninguna población esté a más de 50 kilómetros de una estación de ferrocarril… ¡Dios mío! Si no me equivoco, esa norma obligará a nuestros esquivos gobernantes a reabrir la línea Guadix-Almendricos, y, si no lo conseguimos antes, al menos cuando se apliquen esas medidas, volveremos a tener el tren; a no ser, claro está, que la normativa se aplique en toda España menos en las comarcas de Baza y Huéscar, que todo podría pasar… La verdad es que sería una lástima que nuestro sueño ferroviario se cumpliera en condiciones tan extremas.

Esperemos, en definitiva, que los científicos se hayan pasado un poco en sus previsiones, que se apliquen rápida y eficazmente todas las medidas posibles, y que el cielo nos acompañe, para que, al final, el león no sea tan fiero como lo pintan. Y, por si acaso, que nos abran la línea de ferrocarril muchísimo antes de que lleguen las catástrofes climatológicas, porque si no, va a resultar que vendrá el tren a Baza junto con los huracanes, la malaria y la mosca tse-tse. Bueno, qué le vamos a hacer; después de todo, una vez más se cumpliría aquello de que no hay mal que por bien no venga.