PLAZA MAYOR

Una sección de Francisco Arias
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CIEN

Pues no, el nombre del artículo de esta semana no hace referencia a ningún tipo de comercio; ni a la velocidad de algún vehículo, ni a pruebas deportivas; ni siquiera a las pulsaciones a las que nos ponemos cuando alguien nos saca de nuestras casillas. Sencillamente, se trata de que éste es el artículo número cien de nuestra Plaza Mayor. Y ya que estamos de “cumplenúmeros”, me ha parecido procedente conmemorarlo volviendo la vista un poco al ayer, aunque sin olvidarnos del hoy y del mañana.

Fue allá por el mes de septiembre de 2004 cuando, animado por esta emisora, Radio Baza cadena SER, comencé a escribir los artículos semanales de Plaza Mayor. Recuerdo que el primero de ellos trató sobre la feria, por entonces, recientemente terminada. Se iniciaba una especie de aventura un tanto indecisa y en plan de “a ver qué pasa”, sin tener nada que perder y sin saber si habría mucho por ganar. Poco después, estos artículos ampliaron notablemente su resonancia al encontrar un agradable hueco en la página web de la Casa de Baza en Cataluña. Y como el que no quiere la cosa, pues aquí estamos en el número cien, y, desde luego, tremendamente satisfecho de lo mucho que he ganado. Dinero, no; ni un céntimo, que con estas cosas no es lo que se espera. Sin embargo, me considero pagado con creces al haber conseguido algo mucho más valioso: la atención que ustedes me prestan cada semana y, sobre todo, el afecto y el aprecio que muchos de los oyentes y lectores de esta Plaza Mayor me han hecho patente a lo largo de estos dos años y medio de andadura. Han sido cien semanas en las que hemos hablado de muchos temas; desde los más cercanos a aquellos otros de más amplia referencia, con una especial incidencia, como es natural, en los asuntos bastetanos. Nunca quise ser hacha contra nadie, sino que he intentado exponer mis opiniones de la forma más honesta y ecuánime posible, aunque todos sabemos que el equilibrio perfecto es imposible. Es verdad que algunos me pedían un tono más guerrillero, pero yo, sin rehuir la crítica, he preferido una actitud, en general, más reflexiva e imparcial, que, a la larga, me parece más enriquecedora y consistente.

Todo esto no quiere decir que haya que reducir el nivel de exigencia. Los bastetanos no debemos bajar la guardia ni abandonar nuestra actitud reivindicativa en ningún momento. Después de tantos y tantos años de olvido y de resignación, ahora que parece que empezamos a sacar la cabeza del pozo, no hay que dormirse en los laureles; no podemos darnos por satisfechos hasta que no abandonemos definitivamente el furgón de cola y nos coloquemos, al menos, en un discreto vagón intermedio del tren del desarrollo. Y, ay, amigos, hablando del tren (ya hace un par de artículos que no insistía en este tema por el que tengo una especial debilidad), ¿qué les voy a decir que no esté dicho ya? Pues, ahora que los grupos políticos estarán dando sus últimos retoques a los programa electorales, yo insisto en que un programa que no incluya entre los temas prioritarios la reapertura de la línea de ferrocarril, o no será bueno o estará incompleto. Otras muchas cosas habrá importantes, pero el regreso del tren creo que es indispensable para el desarrollo de nuestra comarca, y ya es hora de que nos olvidemos de esperas y de obediencias debidas, y de que se le dé un buen zarandeón a los que se empeñan en hacer oídos sordos (nunca entenderé por qué) a esta justa y necesaria reivindicación.

Bueno, lo de zarandeón no hay que interpretarlo al pie de la letra, sino que hay que entenderlo en sentido dialéctico; eso sí, con toda la firmeza, pero con las mejores formas. Dejemos los malos modales y el cinismo ramplón y mal educado para la alta clase política, que, por cierto, veremos a ver a dónde nos van a llevar con esta espiral de irresponsabilidad y confrontación desmedida que algunos han emprendido. Miedo me da, sobre todo, cuando constato cómo, poco a poco, ese cegamiento y esa crispación se van contagiando al pueblo llano y sencillo.

Haríamos bien en dejar los enfrentamientos para los que viven de la política, y en tratar de mantener, sin ningún tipo de riesgo, nuestra buena convivencia. Nobleza obliga, y Baza ha sido siempre, y es, una ciudad noble. Así que luchemos unidos por nuestros intereses sin deteriorar en lo más mínimo la más que aceptable calidad de vida de nuestra ciudad, problemas aparte.

Pues nada, lo dicho; mi más sincero agradecimiento y feliz centenario a todos los seguidores de Plaza Mayor. Mucho ánimo y a disfrutar de esta primavera que nos llega con adelanto; o más bien, que, este año, parece llegar puntual. Aunque no hay que olvidar aquel refrán tan nuestro que nos recuerda que “en Baza, sin las heladas del mes de abril, se podría vivir”. Quién sabe, a lo mejor, con el cambio climático, esas heladas desaparecen. De todos modos, en Baza, si nos lo proponemos, podemos seguir siempre viviendo bien, incluso con heladas.