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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Los emboscados

Artículo publicado en la revista El Norte, en la segunda quincena del mes de octubre de 2004

En los primeros años de mi estancia en esta ciudad, empecé a oír relatos y sucesos que nunca los había escuchado; de ello se hablaba en casa,  en la calle y en el estudio. Para mí eran relatos y sucesos de  personas que me eran desconocidas.

Eran estas historias de unos hombres desesperados que, tras la guerra, se escondían en el bosque o en las montañas, en plena sierra. Aquí se nombraban a los de la sierra de Baza, pero salían conversaciones que los situaban en muchos otros lugares de la geografía española,  sobre todo en los lugares abruptos de Sierra Morena, o de las montañas de Asturias o en los montes Pirineos.

En unos sitios los nombraban como guerrilleros , en otros como bandoleros, en otros como “maquis". Aquí en Baza, las “historias-realidades” de estas personas venían bajo el nombre de “los emboscados.”

Un atardecer estando la Academia, en  el callejón del Mesón, alguien  dijo que teníamos que ir a la plaza Mayor, que habían abatido a dos ”emboscados “ y   era “casi obligatorio” ir a verlos...  Trece años tenía entonces. Junto al árbol, el primero a la entrada a la plaza,  desde la calle Alhóndiga, había dos burros sobre los que  habían  traído los cadáveres. Estaban tirados los cuerpos de  los “emboscados” a la puerta del  Ayuntamiento, en su porche.  Un fotógrafo les estaba haciendo fotos, y habían descubierto su cara y sus manos. Una cara totalmente llena de  sangre seca y unas manos rudas ,  hartas de trabajar la tierra. No fue de mi agrado este espectáculo, que yo recordaría bastantes años después.

En uso de razón me interesé por este tema y recogí el testimonio de un cabrero que estaba próximo al  lugar el día de su  muerte; también recordaba otro episodio del secuestro del dueño del “cortijo  Soler “  Esta era su memoria de aquellos hechos: “Bajaba con el ganado, por la Rambla de Ceuta, al cortijo de Diego Soler. Al pasar con el ganado, cerca de una chaparra, me salió un hombre y me dijo: “niño, si alguien te pregunta si has visto a gente en el camino di que no, que no has visto a nadie”. A poco, ya en la Rambla, me salió otro y me dijo casi lo mismo; seguí el camino, para ir al pilón que había junto a la casilla de Obras Públicas, cerca de donde hoy está el puente de  Freila. Bebió el ganado y  volví  a los pastos.  No era gente de la zona.. Dos días después me enteré de que a Diego Soler, el dueño del cortijo,  o habían secuestrado los emboscados y que los que estaban en la chaparra y en la Rambla, eran los que estaban esperando recibir  las pesetas del rescate para soltarlo.  El pastor tenía entonces 14 años, por lo que su memoria sitúa este episodio en el año 1,946/47.

También con posterioridad he tenido ocasión de conocer, de voz de un familiar, la historia del secuestro de Melchor Ramos que, más o menos,  fue así: Estaban haciendo corta de pinos en los Cortijos Medina y Carrillo, de las que salían las maderas para las cajas de frutas que se hacían en la Serrería de esta familia. En un momento determinado, recibió aviso de los cortijeros de que era preciso que subiera urgente, y ni corto ni perezoso, Melchor Ramos montó en una yegua y subió hacia estos cortijos. En el trayecto fue asaltado, y de la espantada, el animal salió corriendo y llegó a Baza, hasta su casa. Al verlo se empezó a temer lo peor y se inició su  búsqueda. Pero llegó el aviso, a través de un cortijero, de que había sido secuestrado y que el rescate a pagar por su vida era de 100.000 pesetas (de las de entonces). Coincidió que este día era domingo y se hubo que lograr que Banesto les diera el dinero en billetes.  Se depósito el rescate en el lugar fijado por los “emboscados”, que le liberaron a bastantes kilómetros de Baza, en plena Sierra. El secuestrado relató que lo habían tenido un día y una noche andando por la sierra, y que lo alimentaron a base de aspirinas y café fuerte, para tenerlo despierto. Como empresario, tenía una almazara, un  molino y una serrería en San Jerónimo, en Rabalía, de esta ciudad. Murió este hombre bueno, honrado y trabajador, de un infarto, siendo aún joven, mientras pesaba un camión de alfalfa.. Sus obreros comentaban que había sido de la impresión de haber visto, en el camión, a uno de sus secuestradores...

Otro de los episodios fue el del secuestro del médico D. Celso Ros, en cuyo caso no fue él el raptado, sino  que un  señor que fue  a verle a su casa en la Plaza de la Trinidad, y que en el mismo portal encontró a unos “emboscados” esperando a D. Celso. Le confundieron con el cliente y raptaron a éste. El  secuestrado fue un empleado del ayuntamiento, el oficial primero llamado Miguel Sánchez Rubio. Por este rescate pidieron  150.000 ptas., que fueron abonadas por el médico D. Celso. Este médico, que era un excelente cazador, se conocía todo el monte y visto donde tenía que dejar el rescate, advirtió a los guardias de las posibles vías de salida de los secuestradores, y estos cayeron.

La Sierra de Baza cobijó muchos "emboscados"


El mismo pastor que me relataba lo del secuestro de Diego Soler, me dijo que fue testigo del tiroteo entre los secuestradores y los Guardias venidos desde Granada, a los que acompañaban personas de esta ciudad. “Estaba en la Dehesa, junto a la Piedra del Águila, con el ganado. Primero vi pasar a unos hombres que llevaban a otro más alto  y mejor trajeado que ellos, en medio; después, volvieron sin él. Me escondí entre las piedras. Al poco, vi pasar a Guardias Civiles y  otros paisanos que conocían la zona; todos iban armados. Me preguntó la Guardia Civil si había visto a alguien pasar por allí, y les dije que hacía menos de un cuarto de hora habían pasado unos  hombres que iban en dirección a la Terrera colorá (hoy son unas canteras de piedra). Al poco se inició un tiroteo y entre los muertos estaban los que habían traído en burras a Baza.

Hubo otros varios secuestros sobre personas de relieve en  Baza y, entre ellos, D. Antonio Garro. A este médico intentaron secuestrarlo en la Finca El Pinar (Los Balcones), pero no lo lograron, pues iba acompañado y armado. De la refriega, quedó herido un hijo de 7 años, llamado Manuel  Antonio Garro, y como les habían tirado una bomba de mano, para detener las caballerías, este niño resultó herido de metralla en un pie y en la espalda. El pie se le curó, pero de la metralla en la espalda, que había afectado la espina dorsal, pese a todos los esfuerzos médicos y económicos del padre, murió antes de llegar a los 20 años de edad.

En esta ciudad se hablaba más de sus fechorías, que de  sus motivaciones. Por ejemplo, del rapto de los cazadores, entre los que se encontraban Cayo Ferrón y Manuel Castillo y otros varios, y cómo habían soltado al hijo de Cayo, para que trajera la noticia y el importe del rescate que pedían por su liberación... Tengo un total de ocho referencias de secuestros. Todos iguales. Secuestro de persona y petición de dinero por el rescate. También el secuestro de una señora que venía de los Baños de Zújar a Baza y que se llamaba Dª Araceli Morera; por ella pidieron 20.000 pesetas. También es verdad que a unos los trataron bien y a otros no tanto.

Era un vulgar secuestro. Si en algunos momentos hubo móvil político (continuar la resistencia contra el franquismo, este móvil había sido eclipsado por el bandolerismo; los ideales habían quedado atrás, eran simples salteadores de caminos, hombres  desesperados que querían subsistir o disponer de un dinero para huir a Francia. Más de uno tenía delitos de sangre pendientes con la justicia en su pueblo y se había unido a estas bandas. Los cortijeros, que en un principio les apoyaron, veían en ellos un peligro para su vida pacífica;  arrasaban las despensas de los cortijos, ponían en peligro sus vidas y sus haciendas, así  que empezaron a colaborar con la Guardia Civil, en busca de orden y estabilidad.

“Radio Macuto” hablaba del intento del “maquis” de  hacer un frente en la serranía de Ronda y otro en el Valle de Arán. Todos ellos fracasados. Los periódicos citaban el fin de los “Queros” en Granada, o de otros en la Alpujarra. Todos con ideales perdidos, y muchos con delitos de sangre,  habían  derivado en simples “emboscados “.

Es una memoria de aquellos dias de triste  recuerdo, pero días vividos en Baza.