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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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LAS ACAMPADAS

Habia que estar afiliado a todo si querías tener alguna actividad. Lo primero  a la Iglesia, anotándome como monaguillo D.Felípe Mérida, en  la Parroquia de San Juan. Luego lo seria de D.Andrés Cabrerizo. Pasé por la casa de la Falange que se había inaugurado en el Arco de la Magdalena (antes estuvo en la Casa de D. Rodrigo, junto a San Juan) e insistí en que fuera  afiliado a la centuria “Ramón Almela” en la que estaban todos mis amigos de la Cava-Alta.   Hablé con el Sr. Machuca, para que me apuntara a las rondallas, y llegó mi primera decepción: como no era trabajador, sino que era estudiante no podía apuntarme. Ni valió la recomendación de un amigo que era hijo de carpintero (Mirillas ) y que me acompañaba  en ese momento. Luego pasé por  la Sacristía de la Iglesia Mayor, donde estaba Gonzalo García Muñoz, que me anotó en la Adoración Nocturna, aunque hube de esperar unos años para que  me llamaran, pues aún era muy pequeño para pasar la noche en vela y, finalmente, me pasé por el Colegio que tenían los Franciscanos, para apuntarme a sus obras de teatro como actor. Qué buenos recuerdos nos dejaron tanto el Padre Demetrio como luego el Padre Pedro.

Tenía las puertas abiertas en lo que podía hacer en los ratos libres que nos dejaba el estudio en la “Academia”, aparte de tener más amigos. Pues los sábados y  los domingos eran fatales  y no me agradaba tener siempre los libros y deberes.

Aparte de poder jugar al billar, al ping-pong, ajedrez y damas, que nos facilitaba el hogar del Frente de Juventudes, teníamos a mano, unos suculentos bocadillos (un bollo lleno de atún ,de sardinas o de anchoas ) a un módico precio, en su cantina.

De donde primero me llamaron fue el Colegio de los Franciscanos, para ensayar una pequeña obra. Se llamaba “Capitanes en Flandes”. Fuimos admitidos dos: Paco Ibáñez,  hijo de María la de la Plaza, que vivía en Calle del Chorrillo, y yo, que vivía en Cava-Alta. Los dos éramos compañeros de curso en “La Academia”. El director-apuntador de la obra era un chico larguirucho de Granada.

Nuestra madera de actores, la demostramos en los ensayos. Pero llegado el día del estreno, en una escena en la que actuaba como Capitán, debía de decir  al final de la misma: “Cafarell, prepara lo necesario y trae mi espada, pues raudos hemos de marchar a Flandes, para ayudar a nuestros tercios y dejar en alto las enseñas de nuestra amada patria”. (Cafarell era el nombre de mi ayudante, y lo representaba Paco).

Como éramos amigos, dije “ Paco trae mi espada que nos vamos a Flandes lo antes posible”. Paco me trajo la espada  e hicimos mutis por el foro. El público -siempre  justo- nos aplaudía fuertemente, cuando el apuntador, que debía de ser un granaíno malafollá, nos llamó a Paco y a mí y nos dijo que no volviéramos a pedirle jamás ningún papel. Aún oíamos los aplausos del público y nos habían puesto de patitas en la calle. Injusticias de la vida.

Paco se hizo Practicante, marchó a Cataluña (Cerdanyola) y, de cuando en cuando, viene a las fiestas y lo vemos marcándose unos pasodobles con  su querida esposa, Lola.  Aún son jóvenes.

Yó quedé en esta y seguí otros derroteros. Pero lo que sí es cierto es que el teatro perdió dos buenos actores.

Sobre el mes de mayo, se empezó a hablar de los campamentos de verano y a hacer las primeras acampadas en la sierra. Consistían en un día de marcha y una noche  en tiendas de campaña.

Por el día, actividades varias y en  la noche el “Fuego de Campamento”. Alrededor del mismo, canciones, música, relatos. Unas magnificas jornadas de convivencia.

Hace unos dias estaba Granada llena de carteles anunciando campamentos de verano. En la propaganda decía: Sin televisión ,sin ordenador, sin videojuegos, en plena naturaleza...  Unas magnificas jornadas de convivencia. Pensé para mí: Así eran antes, y eran buenas.