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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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DÍA DE DIFUNTOS

(Artículo publicado en El Norte, en la primera quincena de noviembre de 2006)

En estos días en los que añoramos a quienes nos precedieron en la vida y lo que nos queda de ellos, nuestra vida y el recuerdo, es costumbre visitar los lugares en los que sus restos reposan y ofrecerles nuestros respetos y oraciones.

No siempre ha tenido Baza un lugar digno para esta última morada. Según las costumbres de quienes han habitado en esta población, se han encontrado restos humanos en varias zonas y en cantidad tal que se supone la existencia de distintos cementerios. Así y todo, también hemos de recordar que era costumbre enterrar "en sagrado", por lo que no es de extrañar la existencia de restos humanos en las iglesias, tanto dentro de ellas como en sus alrededores inmediatos.

Durante el periodo de dominación musulmana quedó un amplio testimonio de su cementerio, a pesar de que el cementerio musulmán carece de tapia o cerramiento; sus cadáveres han sido siempre orientados hacia La Meca, como recientemente hemos podido observar en los hallazgos junto al campo de fútbol de "La Alameda".

Pero ciñéndonos al actual cementerio, hemos de aclarar que su creación fue fruto de una necesidad urgente y sentida por la población, ya que el estado de miseria en que estaba la ciudad llevó a pedir en numerosas ocasiones la sustitución del viejo cementerio de "San Sebastián", junto a la iglesia del mismo nombre, en la zona de Razalof, aunque nunca se concretaba nada. Fueron numerosas las plagas que sufrió esta población (cólera morbo, fiebre de Cádiz o amarilla, cólera de Argel), que en unión de otros desgraciados acontecimientos, llevaron a una saturación del pequeño recinto, cuya situación se vio agravada por la caída de las tapias tras una horrible tormenta, quedando las sepulturas, algunas de ellas, al decubierto por las riadas, con el consiguiente macabro espectáculo. El impago de los terrenos colindantes con los que se amplió por el litigio entre la titularidad (del municipio o de la Iglesia), llenan de discusiones este tema cuando es tratado por los regidores de nuestra ciudad.


Es en el año 1879, siendo alcalde don José Penela Manzano, cuando las cosas empiezan a cambiar radicalmente. Este gobernante inicia el año manifestando a la corporación "... que por las noticias que le han confirmado algunos profesores de la ciencia médica, ora porque también es reconocida esa necesidad por todos los vecinos de esta población, de que el cementerio que hay no reúne las condiciones higiénicas necesarias y convenientes a la salud pública, con exposición de que pueda desarrollarse en tiempos poco sanos una enfermedad contagiosa en el vecindario por las emanaciones pestíferas e insalubres, la proximidad a la población, la falta de ventilación e higiene..." alegato este que en definitiva viene a manifestar la total carencia en nuestra ciudad de la aplicación de la Legislación Sanitaria de la época. Por todo ello termina designándose una Comisión para la búsqueda de lugares más adecuados.

Seis años después, 1885, esta Comisión informa "que se ha pensado en el sitio del Camino Alto de Zújar, un recinto próximo al Cercado de los Dolores, que lo encuentran en las mejores condiciones, por ser paraje ventilado y estar a más de mil metros de la población"

Poco tiempo después, siendo alcalde don José María Navarrete, se propaga en esta ciudad una epidemia de cólera, lo que hace urgentísima la realización del nuevo cementerio, debiendo tener, según los planos aprobados, trescientos metros de largo por doscientos de ancho. La construcción se desarrolla tan deprisa que no le hacen ni las tapias, ni la casa del conserje, ni la Capilla Depósito, quedando todo esto para otra ocasión.


Esta devastadora epidemia provocó que los distintos anejos de esta ciudad, algunos a más de treinta kilómetros del casco urbano, se pidiera permiso para disponer de un cementerio propio (Balsillas, Tablas, El Tesorero, Benacebada, Los Mellizos, los Rodeos o el Baúl), lo que les fue concedido.

Este es un breve relato de cómo empezó a funcionar el actual cementerio de nuestra ciudad, que desde entonces ha sufrido numerosos cambios y ampliaciones. Por cierto que en aquellos primeros años de utilización, su estado era tan deprimente que causó tan mala impresión al hombre más rico de esta ciudad, don Pedro Carmona, que este pidió al Ayuntamiento hacer obras de adecentamiento del mismo, a su costa, lo que le fue concedido y agradecido por la Corporación Municipal.

En estos días lo hemos visitado con el respeto y consideración debida a nuestros antepasados que descansan en el mismo, recordando estos datos sobre el origen de este cementerio en el siglo XIX, y comprobando las mejoras que se han efectuado en sus accesos.