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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales |
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LA CAZA
Publicado originalmente en el desaparecido Boletín de Noticias de abril de 2004
Hablar de la Caza, o de los Cazadores en Baza, es citar a media población, por lo que empiezo pidiendo disculpas por las omisiones que pueda tener en este pequeño comentario sobre la misma. Así que nadie se dé por omitido, simplemente por no recordado.
Mi primer contacto con esta afición y deporte, fue al mismo llegar a Baza y ver los preparativos que se hacían en la casa de Melitón Briñas, para irse los amigos unos días a la sierra. Veía a los mulos con los alimentos, las trébedes o estrébedes, como decían aquí, las escopetas, las jaulas, las mantas, todo lo que se iba a llevar al cortijo que les servía de base para esos días de caza en la sierra. Así que mi idea de la caza es la compartir una afición y un deporte sano con los amigos, excluyendo al insolidario que se fanfarronea de tener coto.... pero que jamás ha dado un permiso, ni ha invitado a sus amigos. Así lo pienso, así lo digo.
Hoy en Baza, la caza, tiene mucho de afición con su toque de deporte y de alimentación.
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En mi trabajo profesional he tenido que estar siempre al tanto de la veda, de la apertura de la medio veda, la de con pájaro, la sin pájaro, la menor, la mayor, etc. todo ello para los trámites de permisos, licencias y seguros. Hubo un tiempo en que el rey de la caza fue el conejo, pero la enfermedad –mixomatosis- lo diezmó. He de hacer constar el que la Reina de la Caza en esta es “la perdiz”; el marrano “jabalí” o el ciervo son recientes. |
Mis recuerdos se inician, como decía, en Melitón Briñas y sus amigos, Cayo Ferrón, Antonio Garro, Vallejo, D. Romualdo el veterinario, Alfonso Rubio y Sánchez Vargas, hermanos Ramos y Granados, etc. Luego viene la época de los Azores, Rafael y Romualdo, cuando se inician las cacerías con perros.
Les siguen Pedro Marín, Doblas, Antonio Briñas, Pepe Valdivieso “el Churrero”, Valverde, Indalecio, Manolo Moreno, Pepe “El chico”, Pedro Menéndez, Alfonso Sánchez y otros miles más.
Y se empezaron a ver las cazadoras, los camuflajes y otros complementos de la caza. Y los todo terreno, indispensables para subir y bajar del monte en un día; ¿dónde quedaron las semanas de caza? Se inicia la caza del jabalí en la sierra y las muchas peñas con sus jaurías (p.e. el Ruín y otras varias).
Finalizo citando a mis amigos Jaime Ferrer, Joaquín López, Arsenio Moreno y Pepe Martínez Galera, a quien debían de haberle dado algún merecido homenaje los cazadores, pues es de los que tienen y comparten y… repuebla. Un ferroviario jubilado de la zona de Serón, siempre que venía a mi despacho para hacer la declaración de la Renta, sacaba el tema a colación y decía: “sabe usted que a los Obispos les estaba prohibido llevar a los perros en las visitas pastolrales porque se dedicaban más a la caza, que a sus deberes?. Se lo prohibió el Concilio Lateranense III” ¿Sabía usted que en el siglo XIV, ya se publicaban libros sobre la caza (con halcones)? ¿Sabía usted que los Reyes y los nobles se habían reservado el derecho a cazar? ¿Sabía que los pabellones de caza eran simples casas de cita de los Reyes y Nobles con sus favoritas?” |
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“¿Conocía usted que la caza siempre se ha considerado deporte machista? ¿Sabía que en las monterías que se hacen para extranjeros, tienen “azafatas”? ¿ Sabía usted que en los hoteles de cazadores le preguntan como quiere usted dormir, con manta o sin ella?” Y contaba la anécdota del viejo que pidió le subieran una manta a la cama y le subieron a una rubia despampanante.
Me hacía gracia ver cómo había variado el atuendo, antes con mantas al hombro y ahora con chalecos, camuflajes, silletas, puestos de lona, etc., etc. Y luego salía lo de las escopetas: la de los dos perrillos, la mundial, la Sarrasqueta, la Zabala, la Benelli, etc.
| Y finalizo con una breve anécdota de caza; es clásica, pero que oída de Pepe Martínez Galera, me resultó como nueva. En una peña de amigos cazadores había uno, llamémosle Juan, que siempre estaba fanfarroneando de ser la mejor escopeta, de ser el que más mataba, etc., así que, puestos de acuerdo los amigos, le pusieron un conejo muerto bajo unas retamas y en la boca del mismo una nota. Hicieron por acercarse a la retama y dijeron “por allí, por allí”; total, que sonaron varios disparos y empezó la lucha de le he dado yo; que no, que he sido yo… Intervino Juan y dijo "que no os canséis que he lo he matado yo". Total, que fueron sobre el conejo y, al encontrar la nota, leyeron: “Me ha matado Juan”. Sin comentario |  |