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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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La peseta

Artículo publicado en la sección Memoria y Opinión de la revista El Norte correspondiente a la primera quincena de febrero de 2009

Solía venir todos los años, para los días de la Feria, y ultimados estos festejos se machaba de nuestra ciudad. Seguía siendo un hombre enjuto, moreno, alto, y con unos ojos expresivos. Con un ademán como de levantar la mano, me saludaba; luego se volvía a su mujer, supongo que lo era, y,  ambos, me saludaban.

No sé lo que le decías, a tu acompañante, pero en ella siempre interpreté  una mirada de agradecimiento y unas ganas de llegar a hablarme. No obstante, siempre hemos mantenido una distancia que ahora, tras un par  de veranos y  de ferias sin verte en esta ciudad, que es la tuya, me hace arrepentirme de haberla mantenido. Años después os he visto varias veces pasear por la Alameda, de nuevo en los veranos, y me he preguntado si es que ya estarías jubilado. Siempre igual, siempre un saludo desde la distancia, y un susurro con tu mujer.

El verano pasado ya no os vi por Baza, ni en el verano, ni por la feria, así que me quedé con ganas de charlar un rato contigo, de romper esa invisible barrera, y evocar aquel día 4 de julio en que te salvé la vida. Presiento que ya el tiempo se te ha cumplido, pues eras unos años mayor que yo. Si no es así y lees estas líneas, me alegraré muchísimo de saludarte. ¿Por qué seremos las personas tan reservadas?

Hoy, haciendo lo que se suele llamar "limpieza", que a veces no es más que le destrucción del recuerdo palpable, me he encontrado la cartera que llevaba en  aquellos años. No es de plástico, su material es lo que decíamos entonces una cartera de piel de Ubrique. En ella sigue el pequeño billete de una peseta. En la parte izquierda de su cara principal está el busto de la Dama de Elche; dice bien claro “El Banco de España, una peseta de curso legal. Madrid, 19 de junio de 1948”. Y al dorso, en el centro, un racimo como de naranjas, y un número de serie, arriba y abajo. No estaba muy usado y así sigue.

Pero estos datos y fechas, en realidad, no me han interesado. Lo que verdaderamente me ha conmovido ha sido la puesta a tinta en su parte superior, “4 de Julio de 1948”; es mi escritura, y con ella reflejaba una fecha que recordábamos en nuestra mirada.

Esta es la peseta que aquel hombre nos regaló, tras salvarle la vida. Esta es la peseta que aquel hombre nos regaló, tras salvarle la vida.

Habíamos decidido Pepe Casas y yo ir a bañarnos. Había pocas opciones en Baza, para unos estudiantes de 14-15 años que teníamos entonces; o ibas a la molineta, casi siempre vacía, a la balsa de las vacas, de Joaquín, que te cobraban, o a la de las ranas, en el camino de la fuente del Alcrebite, que podía estar o no llena, y que era considerada como peligrosa. Saltamos por la parte de la tapia que daba al barranco y, en el filo de la balsa, en la parte que daba al hierro del tapón, había una ropa… alguien estaba en el agua. Entonces vimos que una mano salía como intentando agarrarse a algo o alguien y se volvía a hundir; no lo dudamos, y agarrándonos al hierro del tapón, lo cogimos. Tras muchos esfuerzos logramos sacar al muchacho, nos sentamos bajo la noguera, se nos habían  pasado las ganas de  bañarnos; el muchacho se iba reponiendo poco a poco. Luego nos dijo algo así como “me habéis salvado la vida” y echando mano a su cartera sacó un billete y nos lo dio; era de una peseta.

“Sólo tengo esto”, nos dijo, pero nosotros no queríamos nada; no  queríamos ni que lo comentase, pues si se enteraban nuestros padres la bronca por haber ido a bañarnos hubiera sido de campeonato. “A vosotros os conozco”; “tú eres rico”, le dice a Pepe, pero este es Gallego, he estado en la escuela de su padre. Tómalo”, me dice, “es lo que tengo”. Insistí en no cogerlo, pero al final hubimos de aceptarlo. Este ha sido siempre el secreto que teníamos este hombre y yo cuando nos mirábamos y nos saludábamos. Se habría ido a Cataluña, como tantos otros bastetanos en busca del trabajo y el bienestar que su tierra les negaba, y  por eso volvía, año tras año, a la Feria.

En una balsa parecida a esta, ya deteriorada y abandonada, ocurrió la historia que nos cuenta el autor

.Luego se ve que a su jubilación venía más tiempo, en el verano, y estaba hasta pasada la Feria. Nuestro secreto era un hecho en una fecha, en un caluroso día del verano de Baza, de la Baza del año 1948. Nunca he sabido, por no preguntar, cómo te llamas, aunque Pepe en una ocasión me dijo que sí que nos había dicho su nombre, pero yo nunca lo retuve.

Lo repito, deseo que vivas aún y que leas estas letras; si nos vemos otra vez, me acercaré a ti, te daré un abrazo y te devolveré el billete de una peseta en papel que generosamente me diste.