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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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La Cava Alta, mi calle

Artículo publicado en la sección Memoria y Opinión de la revista El Norte, en la segunda quincena del mes de octubre del 2005.

Pasear por la Cava Alta, donde viví algunos años de mi vida, siempre me trae gratos recuerdos de mi niñez; aquellas horas jugando al fútbol, o haciendo “malenas” en las acarasoladas casas de la placeta, o incluso las atrevidas aventuras adentrándonos en las galerías bajo la Alcazaba. El Ayuntamiento acababa de rehabilitarla y es cierto que ha quedado bonita. Pero aún falta el “acabado” definitivo, como le ocurre a casi todas las obras que se hacen en nuestra ciudad; a mi modesto entender habría que adecentar la subida a la Alcazaba y, si fuera posible, (es una ilusión personal de siempre), colocar un monumento en el centro de la plaza recordando el último alcaide de la fortaleza mora, “Cid-Hiaya”.

Aunque cuando hablo de monumentos en la que fue mi calle, no puedo evitar evocar todo un monumento viviente que en aquella época tenía la Cava Alta: Purita Padilla.

Los chavales nos sentábamos en la puerta del edificio de la familia Iglesias para verla salir de su casa… alta, delgada, bella y esbelta, talle de avispa y falda plisada. ¡Cómo nos sonreía! Y cómo nos peleábamos defendiendo que ese saludo había sido para cada uno de nosotros, “me ha saludado a mí”, “no, ha sido a mí”… y es que ella conocía la admiración que causaba entre nosotros y se dejaba querer un poquito en nuestra imaginación. Claro que esta revolución no era mala con la que ocasionaba entre los quinceañeros. Recuerdo el día que vimos andar por los tejados a los jóvenes de más edad de la calle; aseguraban que podían verla tomar el sol en su terraza y ¡escasa de vestuario! ¿Sería verdad? Pura envidia era lo que sembraba entre las jóvenes de su tiempo, un ser de pensamiento abierto y avanzado para las estrecheces mentales de la época. En Baza le faltaba aire para respirar y se marchó a Málaga, donde se casó con un alemán. Purita Padilla envió esta foto a una amiga suya desde Málaga
 
Rogelio Burnao “Arrojadito” (izda.) fue vecino de esta calle

Cómo disfrutábamos en nuestra calle hablando de los éxitos taurinos de nuestro vecino Rogelio Burnao “Arrojadito”; o de Mariano Bonache, como futbolista. Y es que la calle tenía de todo, desde políticos como Luis Castellano o Julio Velázquez, panaderos como “El Laña”, chofers, como Juan Pedro, el de la Autedia… hasta héroes como “el Mora”, del que decíamos que iba a ser el mejor boxeador después de la pelea que tuvo contra tres individuos en la puerta de su novia, que hacía pleita en la puerta de la casa de Nicolás “el de los trajes”, y en la que les venció a todos, que tuvieron que huir asustados.

Y quién no recuerda a los “Guillenes”: Manolo, Emilio, Paco, Chachito, y la innata habilidad de Paco para el comercio; o los tranquilos y formales hermanos Requena: Emilio y Amador, al que llegamos a llamar “Lesmes” por su parecido con el futbolista.

A las buenas personas de Alfonso “el Botero”, o a Salomón “el Carpintero”. ¿Acaso el que haya vivido en la Cava Alta no las recuerda? ¿Y a los Mirillas, a “los Rodríguez”, a los Carbronero, Gallardo, Chacón, Carpio o Iglesias. ¡Qué gran calle! Tal es así que los tiempos no han logrado quitarle su nombre; quienes le pusieron “Alfonso Polavieja”, no sabían que la calle tenía personalidad y nombre propio, CAVA ALTA. Así era la plaza de la Cava Alta en los años 40, en los que vivían en ella muchos más vecinos que en la actualidad.