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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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D. Ángel Casas Morales, notario en esta ciudad

Artículo publicado en el desaparecido Boletín de Noticias del mes de febrero de 2004

En los casi veinte años que D. Ángel Casas Morales fue Notario en esta ciudad, fueron muchos los que gozaron de su amistad y se emplearon en sus buenos servicios.

Padre de familia numerosa (Ángel, Pepe, José Ramón, Antonio y las hijas María Dolores y Nieves), solía hablar de sus primeros tiempos de ejercicio y de los escasos ingresos que en aquellos días tenía su profesión, y los apostillaba con la frase de “temí llegar a tener que pedir la “congrua” a mi colegio “(Mínimo para vivir dignamente).

Aficionado en sus ratos libres a la mineralogía y a la arqueología, se recorrió la sierra y las zonas de San Juan y la Atalaya, recogiendo fósiles y minerales varios, piritas y férricos, abundantes en la zona.

Por sus incursiones en Cerro Santuario, Cerro Cepero, Salazar y La Jamula, obtuvo unos importantes hallazgos de yesos cristalizados y restos de civilizaciones íberas y musulmanas de esta zona.

Hombre educado, culto y de una profunda religiosidad, tenía la conversación amena y la palabra adecuada a cada interlocutor, aun cuando terminara con algún aforismo latino a los que era dado.

Tenía la vivienda y la Notaría en la Plaza de San Francisco, 1, edificio Tafalla, y sus oficiales fueron los señores Izquierdo, Menéndez, Campoy y Manuel Moreno, que trabajó tanto en Baza como en Granada, que fue el último destino de D. Ángel, donde falleció.

Sobre su mecha de despacho tenía un pequeño tintero, en el que rellenaba su pluma después de cada firma.

Una de las anécdotas que recuerdo es que había recibido Mañas, “el agrario”, el encargo de la venta de una finca muy grande y por ello no se encontraba comprador. Mañas la fue apalabrando a los colindantes, por parcelas, y cuando ya la hubo apalabrado casi toda, la compró él directamente al vendedor, dando una señal para ello y el resto en la Notaría y con la cláusula de que todas las escrituras las abonarían los compradores. Así se hizo y cuando se ultimaron las escrituras de las casi doce parcelas en que se había dividido la finca, D. Ángel le dice al “agrario”: “Amigo Mañas, que buenas pesetas has ganado con la venta de esta GRAN finca…” a lo que el “agrario” le contestó: “no tantas como las que usted le ha sacado a este “PEQUEÑO tintero”.