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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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En recuerdo de D. Francisco Navarrete Cervera

Artículo publicado en el desaparecido Boletín de Noticias del Ayuntamiento bastetano, dentro de la serie Imágenes y recuerdos, correspondiente al mes de mayo de 2004

Una de las personas que han dedicado toda su vida profesional a esta ciudad fue D. Francisco Navarrete Cervera. De familia oriunda de Íllora, se estableció en esta ciudad en el año 1945, estableciendo su consulta en la carretera de Caniles, en un magnífico palacete de primeros del siglo XX. Posteriormente pasó al hospital de la placeta de Santiago, donde ejerció su profesión, hasta que en el año 1983 marchó a Granada.

Su esposa, Dª María Pascual, y sus hijos Anita, Paco y Javier, estuvieron plenamente integrados en esta ciudad. Anita, farmacéutica y analista, fue titular de la farmacia de D. Hilario Domínguez, en los Caños Dorados; Paco hizo oposiciones a Secretario Judicial y Javier trabajó en la banca (BBV) y luego en la dirección de Caja Madrid y casó con una bastetana.

Hoy ningún familiar queda en esta ciudad, lo cual no obsta para que se recuerde a este médico que dio sus mejores años profesionales a la ciudad. Su recuerdo pervive y fue nombrado hijo predilecto.

Quien no se acuerda de los apéndices, fimosis, hernias, roturas de huesos, y todos los otros casos de cirugía mayor o menor que pasaron por sus manos en el quirófano. Llegó a ser una institución y a mí personalmente me quedó grabado un intento desesperado de volver a la vida a un hombre en el hospital.

Estaba esperando mi mujer que llegara el ginecólogo D. José Martínez Mancebo, pues tenía los dolores de parto de la que sería mi segunda hija, y yo estaba paseando en la galería de la parte baja del hospital, cuando una monja salió muy desesperada de una habitación diciéndome, “por favor, suba arriba y dígale a D. Francisco que el enfermo de esta habitación se está muriendo”. Así lo hice y entré con D. Francisco en la habitación y el enfermo se había caído de la cama y estaba en el suelo tendido. Mandó a la monja que subiera a por unas inyecciones y a mí me dijo que le ayudara a ponerlo en la cama. Pero viendo como estaba, se puso a hacerle presión con sus manos en el pecho a la vez que le decía: “no te vayas, no te vayas…”, pero el enfermo pese a sus desesperados esfuerzos, murió. No olvidaré nunca los trabajos ímprobos porque no dejara la vida este hombre.

D. Francisco Navarrete Cervera

Hubo una época en la que el nombre de D. Francisco fue unido a toda operación de compra de fincas rústicas, pero de eso sé un poco, y es que si bien compró algunas, la verdad era que el amigo Mañas, “el Agrario”, que era un lince, se pasaba por el Casino y le decía, “D. Francisco, tengo aquí un taxi que nos va a llevar a una finca que le va a agradar”. “Hombre Pepe” le decía, “si yo no voy a comprar ninguna finca”, y decía “el Agrario”, “Si es sólo para que la vea”. Total, que le acompañaba y procuraba “el Agrario”, que fuera en un momento en el que había vecinos y colindantes de la finca que los vieran visitarla… Así se corría la voz de que D. Francisco se había interesado por esta y esta otra finca y claro, esto lo aprovechaba siempre el Mañas para revalorizarla y lograr que el posible comprador la adquiriera, antes de que la comprara quien la había estado visitando.

Y no quiero cerrar este recuerdo sin la anécdota que su fiel e inseparable Pepe Langa me contaba sobre el “a propósito”. A la salida de misa de 12, se solía pasear en la Plaza Mayor, haciendo hora para el vino o la cerveza del mediodía, casa Eusebio; en uno de esos paseos se le acerca un vecino y le dice: “D. Francisco, tengo unos sarpullidos en mis partes, que me dan mucho escozor y se están corriendo a las ingles, ¿qué me dice usted que haga?”. “Vamos a ver, bájate los pantalones”, le dijo. “¿Cómo quiere usted que me baje los pantalones en medio de la plaza?”, a lo que le contestó D. Francisco, “Pues si no quiere que le atienda aquí, en plena calle, lo mejor es que te pases mañana por mi consulta”.