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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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PEONES CAMINEROS.

Artículo publicado en la revista EL Norte, dentro del apartado "Memoria y Opinión", en la segunda quincena de octubre de 2008

Realmente, los peones camineros apenas llegaron a la época democrática de nuestro país. No obstante, las características casillas que utilizaban, junto a las principales carreteras y caminos principales, la gran mayoría ya cerradas y abandonadas, siguen como testigos inconfundibles de un trabajo que marcó una época en las Obras Públicas y que aún continúa con grato recuerdo en la memoria de muchos.

Nos referimos en este artículo a aquel cuerpo de funcionarios, dependiente de la Dirección General de Obras Públicas, creado a principios del siglo XX por el insigne ministro Jovellanos. El 30 de diciembre de 1909 se firmaba el Real Decreto que les daba oficialidad.

Para acceder a este trabajo había que ser mayor de edad y haber cumplido el servicio militar, así como presentar un aspecto de salud en condiciones óptimas.

Sencillo monumento a los Peones Camineros Emilio Montoya fue Peón Caminero

Es bien sabido que carretera, viene de “carreta”. Se entiende de este modo mucho mejor que el cometido de estos empleados públicos era el de que los caminos, entonces llenos y utilizados por las carretas, estuviesen en todo momento transitables. Hay que reconocerles y admirar el hecho de que con sus herramientas (el Estado les facilitaba junto a su nombramiento: espuertas, carretilla, pico, pala y azadón ), mantuvieran despejado siempre el trozo de vía que se les tenía asignado, las cunetas limpias, todas las malezas retiradas de sus proximidades para evitar incendios, cubiertos los inicios de baches para evitar fuesen a mayor… Y todo ello a cambio de un sueldo fijo, una vivienda, que fueron ordenadas por la Reina Isabel II, en toda la Red Nacional de Carreteras y Caminos, y un trocito de tierra junto a su casa, en el que poder cultivar alguna que otra fruta y hortaliza necesaria.

Con su magnífico trabajo, nunca mejor dicho “sobre el terreno”, cuántas muertes evitaron avisando de riadas, cuántos cortes de carreteras, hundimiento de puentes, y cuantos incendios, con su impagable labor de limpieza de maleza y de las cunetas. En algunas zonas he visto pequeños monolitos de recuerdo a estos “Peones Camineros” que tan grato recuerdo dejaron con su buen hacer.

En Baza tenemos la suerte de disponer, en su Archivo Municipal, de la trascripción del   Titulo del primer Peón Caminero llegado a nuestra ciudad. El documento se despachó  a favor de don Andrés Fernández, para el tramo de la legua que va desde esta ciudad hasta el río (camino de levante). La casilla adjudicada, aún en pie, se conoce como "El Portajo". El título al que aludimos dice así: “…concediéndole libertad de todas cargas y oficios concejiles, alojamientos y bagajes, curadurías, hospedajes, quintas y guías. De los repartimientos de trigo y cebada para la Corte, ni otra parte, de los cargos de cobrador de pechos, bulas, moneda forera, alcábalas y puentes, el de enviar a la guerra a ningún soldado, y de salir a trabajos en el tiempo que obtuviere dicho cargo, y la exención de todas las causas civiles y criminales que se le ofrezcan por dependencias u ocasiones de su oficio conozcan en Primera Instancia, y las Justicias Ordinarias, como subdelegados de caminos con apelación a la Junta Suprema de Correos, excepto en los casos contenidos en las Ordenanzas de la Renta, sin ser preso por las causas que no corresponda imponerle pena corporal, aunque hubiere de sufrir la de destierro sin consultarlo a las Justicias de la Dirección General, antes de ejecutar la prisión”. Este título está expedido por los señores Directores Generales de Correos Caminos y Postas, y por el Señor Inspector General de estos.

Detalle de una de las pocas casas de este gremio que aún quedan en pie

Su obligación era clara, mantener este trayecto (desde Baza hasta el río) en condiciones de perfecto uso a personas y carruajes.

Como hemos podido comprobar, gozaba de una serie de privilegios, pero también sometido a numerosos deberes. Estaban supervisados sus trabajos por un capataz, grado al que se llegaba tras bastantes años de prestación del servicio. De tal modo, una cuadrilla quedaba compuesta por un capataz y tres peones.

En el año 1956 sufren una profunda transformación. El Cuerpo de la provincia de Granada tenía entonces 95 peones, 2 capataces de línea, 2 capataces de brigada, y 30 de cuadrilla. Era Ingeniero Jefe de Obras Públicas don Francisco de Paula Abellán Gómez. 

Modernos caminos, modernas carreteras, moderna maquinaria, modernos vehículos, todo dio lugar a la desaparición de este servidor público al que hoy recordamos con respeto y admiración en estas líneas.

El gremio llegó a disponer de uniforme, insignias, y como todo en la vida, el Cuerpo de Peones Camineros fue evolucionando, lo mismo que las herramientas de que disponían. Una de sus características, era que casi constituía un cuerpo cerrado; se puede considerar que estaba formado por "familias", ya que accedían a él los hijos, hermanos, sobrinos, etc. De los que ya estaban dentro. En esta zona conocemos por este trabajo a las familias Reina, Collados, Revelles, Manzano, Romero, etc., entre los que se encuentran capataces, mecánicos o peones. Incluso disponían de un emblema, con las letras P y C entrelazadas, que orgullosos mostraban en ambas solapas de su vestimenta.