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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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EL JUICIO

Artículo publicado en el desaparecido Boletín de Noticias que en su día editaba el Ayuntamiento bastetano, dentro del apartado "Imágenes y recuerdos", en enero de 2004

 

Recién acabada la carrera de Derecho, estuve unos meses de pasante con un magnífico letrado de y aprendí dos cosas. La primera, que en aquellos tiempos para poder ejercer la profesión tenía uno que ser rico y la segunda, que también se podía ejercer tras haber heredado el bufete de la familia. Y ninguna de las dos premisas estaba en mi persona.

Gracias a este letrado conocí el ambiente de los juzgados y en un par de ocasiones fui llamado esporádicamente para sustituir al Juez de Paz.

No debí de hacerlo muy mal, pues en el año 1957 fui nombrado Juez Municipal sustituto por la Audiencia de Granada.

En esta etapa de mi conocimiento de la vida jurídica y del funcionamiento de la justicia en la ciudad, conocí y traté a los letrados que ejercían, sus formas de trabajar, y como no del dilatado espacio en el que ejercí este cargo, me quedaron, aparte de mi admiración por los infatigables funcionarios D. Francisco Castillo y D. Jesús Lozano, unas inolvidables anécdotas.

Y viene este preámbulo al hecho de que con motivo del traslado de parte de mi biblioteca, hube de embalar el “Diccionario de Administración Alcubilla”, una joya del Derecho Administrativo y Jurisprudencia, compuesto de 14 tomos y 19 apéndices magníficamente encuadernados, comprensivos de los años 1914 a 1932, fecha en la que se suspendió la publicación. Esta joya para bibliófilos y juristas, me llegó de la manera más original. Y es que don Antonio Olivares y Pepe Segura, al alirón, un día me hicieron la oferta de estos libros, pero con una curiosa fórmula de PAGO. Todas las semanas, tenía que entregar hasta su total liquidación, la cantidad de 25 pesetas a Carmelo Espín, que tenía su taberna en la calle de Los Dolores.

D. Antonio, letrado, soltero, bohemio y gran orador, que iba siempre acompañado de su amigo Pepe Segura, hubo de intervenir en un juicio de faltas defendiendo a un joven que habiendo llegado ebrio a la casa de “La Araceli” (una madama con sus pupilas en la calle Peñicas), viendo que su pretendida estaba ocupada, la emprendió a golpes, causando daños hasta que intervino la fuerza pública y lo arrestó.

Llegado el día del juicio D. Antonio ya había logrado un acuerdo con el resarcimiento de los daños causados y en su intento de reducir a la nada el escándalo público llevó a testimoniar a la propietaria de la casa.

Llegado el turno de la misma como testigo, D. Antonio se dirige a ella y le dice: ”respetable señora, diga como es cierto que en la noche de autos, encontrándose su establecimiento en paz y sosiego, entró el joven aquí presente, con tan mala fortuna que tropezó con una silla y esta derribó una mesa en la que estaban unas copas y unas botellas, que inexplicablemente se rompieron y al retirarse los clientes que estaban en la mesa, lo hicieron con tan mala fortuna que arrastraron unas cortinas y un espejo, todo ello accidentalmente...”. Miró la señora a D. Antonio y le dijo: “Antoñito... ahora es cuando yo tengo que decir ES CIERTO... ASI  PASÓ “.

Sin comentarios.