ÚLTIMA PÁGINA

Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

Por orden del señor Alcalde… EL PREGONERO MUNICIPAL

Artículo publicado en la sección Memoria y Opinión, de la revista El Norte, en su edición de la primera quincena de noviembre de 2008

Desde siempre ha existido en nuestra ciudad la figura del PREGONERO, ese empleado municipal que era el encargado de dar a conocer al pueblo, en lugar público y en voz alta, algo que interesaba a las autoridades que se conociera en la población. Lo mismo daba a conocer un Bando de la autoridad, que el simple hecho de que llegara pescado a la plaza de abastos. La llegada de un personaje, o la de un teatro o un circo, todo era anunciado a toque de trompeta, congregando a su alrededor a los vecinos que, luego  amplificarían su aviso a otros vecinos. En otros lugares tocaba un tambor para reclamar la atención del pueblo. Normalmente iniciaba su anuncio con la frase “De parte del señor Alcalde, se hace saber…” dando lectura seguidamente al bando, noticia o aviso.

Escasas nos han llegado las noticias sobre este empleado municipal, que ha llegado a existir hasta bien mediados del siglo pasado en los pequeños pueblos. Yo he llegado a conocer y oír en mi infancia el sonido de la trompetilla y el aviso al pueblo de: uno que había muerto, de la misa por otro, de la llegada de un pescado, o del pago de un impuesto, del anuncio de los toros, de la película del cine, o del baile del pueblo… era toda una publicidad oral, necesaria y eficiente.

Históricamente es en un acta de este Ayuntamiento fechada en diciembre de 1859, cuando se nos dan detalles exactos sobre los deberes y derechos de este personaje en nuestra ciudad. De sus obligaciones dice:

  • Tiene que acudir con oportunidad siempre que sea llamado por la autoridad, por cuya razón no puede salir de la población.
  • Tiene que tener aseado el cuarto de la romanilla, custodiando siempre todo lo concerniente a la municipalidad, así como los pórticos de estas Casas Consistoriales.
  • Tiene que asear diariamente la plaza de la verdura, antes que se establezcan los puestos por la mañana.
  • Tener aseado diariamente el arco del callejón de San Diego, el que sube de la calle de los Dolores a unirse con la calle Trillo, y al que sale de la Plaza de la Puerta de la Magdalena. Queda autorizado para denunciar a cualquier sujeto que ensucie los mencionados callejones.
  • Los martes de cada semana debe asear igualmente la Plaza del Mercado, para que al día siguiente amanezca limpia.
Estos son los deberes que se le imponen, y si examinamos los mismos, es mayormente una función de limpieza en los callejones junto a la plaza de abastos, mayormente el que hoy conocemos como calle Luis Magaña y el callejón de la Audiencia. Vemos que la corporación municipal no fue muy generosa al dar el nombre del cronista de la ciudad e historiador local D. Luis Magaña a este llamado anteriormente callejón de San Diego, en el que por lo visto se acumulaban diariamente los desahogos de las vejigas de los comerciantes de la próxima plaza de abastos.

 

¿Cuánto cobraban?

La misma acta recoge después las retribuciones que corresponden al pregonero municipal.

  • El sueldo será de dos reales diarios cobrados de los fondos municipales.
  • Una casa para vivir, que será el viejo Pósito.
  • Dos cuartos de carga de cada arriero que venga a esta ciudad, cualquiera que sean sus efectos.
  • Un cuarto, todos los domingos, de los puestos de verdura establecidos en la Plaza de las Verduras.
  • Igualmente, un cuarto por todos los puestos ambulantes, sean de vecinos o forasteros, que se establezcan en la ciudad.

Hace bastante tiempo que la figura del pregonero fue sustituida por la misma radio, así como por los folletos de propaganda, aunque el hecho de cobrar por la venta de productos, tanto en puesto fijo como en ambulante, sigue realizándose.

Hay varias anécdotas sobre los pregoneros en nuestra ciudad. Una de ellas decía así. Cuentan que un día el pregonero estaba un poco bebido y, en su anuncio, leyó que a la plaza llegarían “varias beatas con leña del monte comunal, para repartir entre la población y remediar la ola de frío en las casas más pobres de la ciudad”. Ni que decir tiene que dejó a las “beatas”, que según él trajeron sobre sus lomos la leña para repartir entre la población necesitada. Evidentemente había confundido la palabra “beatas” por “reatas”, grupo de mulas más acostumbradas al transporte de leña