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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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D. Miguel Santaolalla, Médico.

Artículo publicado en la sección Imágenes y Recuerdos, del desaparecido Boletín de Noticias que editaba el Ayuntamiento bastetano , en su edición de enero de 2004

Como todo profesional, he tenido ocasión de comprobar el llamado “a propósito”, muy frecuente en esta ciudad.

Cada vez que me ha pasado esto, ha llegado a mi memoria el recuerdo de D. Miguel Santaolalla, médico, que me habló por primera vez de este tema tan local, y frecuente entre los profesionales.

Cuando me establecí en la Plaza San Francisco, vino a visitarme por unos asuntos que entraban dentro de mi trabajo profesional. Solía decirme, “mira niño, tengo este asunto o este otro, ¿me lo puede solucionar?” Y así, en una de estas visitas me sacó el tema del “a propósito…”

Comentaba como en esta población se suele preguntar a los profesionales de cualquier ramo, en plena calle y por asuntos que deben ser tratados en consulta. Me explicaba con nombre y apellidos, de cómo un señor de éste, lo abordó en plena calle y le dijo: “D. Miguel, mi hijo tiene unos escalofríos por las tardes y pasa las noches con un poco de fiebre, y en ocasiones se orina en la cama… y así le fue dando detalles de lo que tenía el hijo,… “¿qué opina usted?”. D. Miguel le contestó: “pues si tu hijo tiene esos síntomas que me dices, lo que tienes que hacer es llevarlo a la consulta de un médico”. Con esta breve anécdota enseño lo que como profesional he venido aplicando cuando he sido abordado en la calle

Antiguamente los carnavales en nuestra ciudad eran otra cosa, quizás con más estilo.

Sé que D. Miguel no ha sido un santo varón para muchos, por su forma de hablar, en la que el adjetivo calificativo lo anteponía al nombre, y así iniciaba el diálogo adjetivando a las personas. Así decía “el mariconazo de…”, “el cabroncete de…” y otros muchos adjetivos calificativos que en su momento lo llevaron a tener problemas con varios vecinos de esta ciudad. De aquí también, en parte, sus malos humores.

Pero, no obstante esto, su OJO CLÍNICO, SU HUMANIDAD Y BUEN HACER MÉDICO, no se le pueden negar.

Y quiero terminar este recuerdo, con aquel matrimonio del campo que llegó a su consulta con un atranque feroz del marido y D. Miguel le dio unos supositorios, diciéndole que con ellos evacuaría rápidamente. Ya fuera de la consulta, le dice el hombre a la mujer que no les había dicho como había que tomarse los medicamentos. La mujer dijo que ya había en la consulta otro paciente y que si lo llamaba se iba a molestar. En fin, que la mujer tocó la puerta y le dijo: “Don Miguel, ¿cómo ha de tomar los supositorios?” y D. Miguel, alzando un poco la voz, le contestó: “Que se los meta por el culo”. “¿Ves? – dijo la mujer al marido- ya lo hemos enfadado".