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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Una buena cosecha

Artículo publicado originalmente en el desaparecido Boletín de Noticias que editaba el Ayuntamiento  bastetano, dentro de la sección “Imágenes y Recuerdos", en noviembre del 2003

Se acerca el momento en el que como todos los años se hace el ritual de la apertura del Vino del País.

Este caldo joven, del que cada uno se esfuerza en decir que el suyo es el mejor, y que es un tanto milagroso, pues no llego a explicarme de donde salen tantos litros de tan pocas viñas en nuestro término municipal.

Este año esperemos que sea una BUENA COSECHA y ello me lleva a rememorar una pequeña anécdota:

En noviembre de 1962, ya casi a finales del mismo, vivía en la carretera de Caniles y nuestras relaciones con los vecinos eran escasas, pues estábamos recién casados  y este era nuestro primer domicilio.

Un día, al terminar mi trabajo, en una tarde casi lluviosa y muy fría, sale la conversación de que en el barrio tenía que haber algún difunto, pues no cesaban de pasar personas, casi todos hombres, en dirección a las últimas viviendas.

Creí oportuno acercarme a dar el pésame e ir conociendo así a mis vecinos. Así que bien abrigado, y bajo una lluvia tenue y un frío intenso me puse tras ungrupo que pasaba en ese momento ante mi casa, los seguí y llegamos hasta lo que era la fábrica de viguetas, y un poco más debajo de la misma, al fondo de lo que hoy es el “barrio del tabique”, La Paz, crucé la puerta de la casa, tras las personas que me precedían.

Había un ambiente agridulce, cargado de humo, dos amplias habitaciones unidas y al fondo otra puerta que daba a un semisótano en el que estuvo el lagar.

Pequeñas mesas de madera, con jarras de vino, latas con restos de comida, babollas, garbanzos y cañamones y unos taburetes por doquier. La barra super-rústica estaba a tope y una vez que me acomodé en ella, disfruté de un ambiente animadísimo, en el que al poco todos éramos amigos y vecinos.

Cuando de regreso a casa lo comentaba, con la satisfacción de que no había digunto alguno en el barrio y la alegría que da el buen beber, recordaba los versos del poeta: “Que gran consuelo es tener la taberna por vecina…”