ÚLTIMA PÁGINA

Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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A PROPÓSITO DE GARCÍA LORCA

Artículo publicado originalmente en la sección “Última Página” de la revista “El Norte”, en la segunda quincena de octubre de 2009.

Nos encontramos un día sí y otro también, páginas en los actuales periódicos que se editan en Granada, páginas y más páginas sobre el gran poeta que fue Federico García Lorca. Pero no encuentro en tantos y tantos artículos, ni un vago intento de difundir su gran obra a nivel popular, solo polémica interesada y, como no, clarísimos indicios de obtener un beneficio a costa de su asesinato.

Como persona, no se puede uno alejar de esta polémica; en más de una ocasión he escrito que los libros de historia no se acaban al terminar el texto impreso, cualquier descubrimiento posterior, cualquier excavación arqueológica, nos da nuevos datos hasta la fecha ignorados. Hay que rehacer la historia escrita anteriormente, y a esto es a lo que estamos ahora abocados, a rehacer un trágico final, o a consolidar lo que ya se había escrito. El tiempo nos lo aclarará.

Tenía unos doce años cuando leí por primera vez el “Romancero gitano”. Fuera por mi edad, fuera porque mi padre lo tenía oculto junto a otros libros y periódicos de la guerra civil, el caso es que lo leí en un caluroso verano, a escondidas y en las solanas de la casa en que vivíamos, en la Cava Alta. Leer en la hora de la siesta de los demás, era una vieja costumbre mía adquirida en mi infancia en Fiñana, y el leer lo “prohibido”, era una fascinación

De él, “El Romancero gitano”, el romance que más veces leí fue el de “La casada  infiel”; no entraba en mi pequeña cabeza el hecho de que una  joven casada pudiera ser infiel y menos aún en la forma en que lo fue. Me golpeaba en la cabeza el verso inicial, en el que a modo de disculpa se iniciaba el  magnífico romance:

Y que yo me la lleve al rio.-creyendo que era mozuela -pero tenía marido.

Luego, en los años siguientes, ya estudiante, tuve ocasión de acreditar mi memoria, en una “velada literaria” de las que mensualmente se celebraban en la famosa  “Academia”, y  por desgracia para mí, las opiniones estuvieron divididas: para los profesores fue desacertada mi elección y para mis compañeros, e incluso algunas compañeras, fue todo un éxito recitar este romance, cuando otros sólo se habían acordado de versos de Santa Teresa de Jesús y de otros autores del siglo de oro.

En verdad que tras aquel “incidente menor” puedo decir que siempre he sido un buen lector de toda la obra, poética, literaria o teatral de este insigne autor granadino. Depositar unas flores a su memoria, mi devoción, y siempre, siempre tendrá mi admiración. Donde quiera que esté descanse en paz.

Aún puedo recitar de memoria versos y versos de este romance, que daba por finalizada la “aventura amorosa”, con esta maravilla de actitud, ante el hecho consumado:

“.. Me porté como quien soy
Como un gitano legítimo
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo.
 Y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.