ÚLTIMA PÁGINA

Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

Después de la Semana Santa de 2006

Artículo publicado originalmente en la sección “Memoria y opinión” de la revista “El Norte” correspondiente a la primera quincena de mayo de 2006


Han pasado estos días de Semana Santa con un tiempo que ha sido favorable a las salidas procesionales de las numerosas Hermandades de nuestra ciudad. Con indudables aciertos en la organización y planificación de las mismas, se han vivido momentos de máximo fervor, tanto en la Plaza Mayor, como en la Placeta de la Cava-Alta, así como en los largos recorridos de las procesiones.

Hay que felicitar, muy sinceramente, a los capataces de costaleros y costaleras, guías y contraguías, por la brillante y difícil tarea de sacar a las imágenes de sus iglesias (La Merced, Santiago, San Juan o La Mayor) por la enorme dificultad que supone el poner a las imágenes y sus tronos en la calle. A través de estas callejuelas, en las que los balcones rozan, bien con los palios, o bien con los candelabros, es toda una habilidad sortear estas dificultades.

Un acierto el poner la tribuna oficial en la Plaza Mayor, y los espacios acotados para el paso de las Procesiones; se felicita a quien lo merece.

Pero, como observador, veo con desagrado que no hay ninguna cofradía con banda de música propia, lo que hace que el costo de sacar una imagen en procesión sea más elevado. Hay un año por delante para prepararse, hagamos que resuciten aquellos tambores y cornetas de Nuestra Señora de la Esperanza, o los de la Cruz Roja, a la vez que se animan las otras Cofradías.

Vemos con agrado como la juventud se está implicando en las Cofradías y como estas cada vez son más atractivas a sus ideas modernas, y de reconocimiento de que lo que se hace es una representación de aquella Semana de Pasión que hace dos mil y pico años sucedió en Galilea.

Comparando con las que se celebraban en esta ciudad hace más de medio siglo, a mi modo de ver, se ha eliminado el más ferviente “Sermón de las Siete Palabras” que era pronunciado, año tras año, por uno de los eminentes oradores de los muchos que en aquellos tiempos tenía la Iglesia. Se iniciaba el Viernes Santo, a las tres de la tarde, y una tras otra se iban desgranando por el orador la ÚLTIMAS Y DIVINAS PALABRAS, pronunciadas por Jesucristo, en su agonía de crucifixión.

 

Poco, por no decir NADA, se han recordado este año tales palabras que en sí constituyen un testamento de quien moría en aquellos momentos a la vida humana, perdonando a quienes le habían sentenciado; nos estamos quedando con la envoltura y el folklore y no con la sustancia. Y no hay que echarle la culpa a las circunstancias, sino a esta apatía general que nos envuelve, no la que en sí envuelve tales representaciones anuales.

A mi modo de ver, esta Semana Santa ha habido menos cofrades en todas las Hermandades que hayan vestido la túnica de penitencia, sin embargo, ha sido grande, grandísima la alegría de ver la semilla que está germinando entre la infancia, y que se ha visto en el Domingo de Resurrección. Demos gracias al Cielo porque el tiempo nos ha acompañado, y hasta otro año.

Por cierto que, del folleto de la Unión de Cofradías de la Semana Santa Bastetana del año 1950 (hace más de medio siglo), me gustaría destacar dos párrafos: el primero es el que dice que “queda prohibida la asistencia en formación a las mujeres”, (qué sería sin ellas en el día de hoy); y la segunda, la nota final que dice “Para mayor esplendor de nuestras procesiones, se ruega al vecindario observen el orden y compostura al paso de las mismas, quedando terminantemente prohibido el cruzar las filas de Cofrades u otros actos que puedan distraer el fervor de los fieles” (aún no lo han leído muchos).

En estas dos fotografías de archivo podemos ver a las dos bandas de tambores que hemos tenido en Baza y que han desaparecido. Ala izquierda, la de la Cofradía de la Esperanza, y a la derecha, la de la Cruz Roja. Otros tiempos.