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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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EL COLECTIVO GITANO

Un rápido repaso por la historia de este pueblo en nuestro país y una breve pincelada de su trayectoria en Baza

Artículos publicados originalmente en las "Páginas Centrales" de la Revista "El Norte", en la segunda quincena de abril de 2009 


En el tomo II de mi obra “ Alcaldes Bastetanos del Siglo XX”, dediqué un capítulo especial, lo que yo denomino “separata” a un “Estudio sobre los gitanos en Baza”, en el que se ofrece una resumidísima historia de los mismos y de su asentamiento en nuestra ciudad, dejando citados de pasada los grupos de los que se derivaban las familias establecidas aquí y que, por cierto, eran descendientes de los llamados gitanos “béticos”, cuyo origen se establece en la India, pasando desde ella a Egipto, y finalmente a España. Es más, en muchos documentos se les denomina ”egipcíacos”, siendo su característica principal que no son “nómadas”; al contrario, se adaptan fácilmente al sedentarismo, buscan vivienda estable y crían a su prole en el mismo lugar.

En lo que no se distinguen unos u otros “húngaros o errantes” y “egipcíacos o sedentarios” es en su escaso amor al trabajo fijo, su gusto por las danzas y ceremonias civiles (nacimientos, bautizos, casamientos, y defunciones), su amor a los vestidos de falda amplia en las mujeres, así como a sus adornos en oro y plata, sus bailes y, finalmente, el sentimiento de supremacía del varón sobre la hembra. En estos dos grupos hay una causa común que los une, el sentimiento de honor familiar, y de justicia para recuperar el mismo o venganza en caso necesario.
Los gitanos llevan en nuestro país tanto tiempo que incluso se puede decir que llegaron antes de que se conformara “oficialmente”. En total son casi cinco siglos y medio.
Este año se cumple el 547 aniversario de su establecimiento, esto es, de su llegada a la ciudad de Medina del Campo, en la provincia de Jaén. Así lo constata el historiador Manfredi, que fija esa fecha el 22 de noviembre de 1462. Lo hicieron en base a unas cartas de recomendación del Rey Enrique IV, en las que pedía al Comendador don  Miguel Lucas de Iranzo que se les diese hospitalidad y protección. Según esas mismas crónicas, la estancia no duró más quince o veinte días, ya que en tan poco tiempo hubo más que bastante para que se agotara la paciencia del noble protector y de los vecinos de Jaén que los soportaban. En realidad, incluso hoy día, aún no se ha logrado la asimilación de todo este colectivo y su integración total y real, en el conjunto de la nación española.

En el año 1783 se procedió a realizar un censo sobre esta población y de los 11.000 gitanos existentes en los reinos de España, 9.000 estaban instalados en Andalucía. Y dentro de esa región, es Sevilla la ciudad que más gitanos censados tiene, siguiéndole Cádiz y después el Reino de Granada, con 2,899 personas. Y en el Reino de Granada, la ciudad que más gitanos tiene censados es Baza.

El colectivo gitano ha sido, en todo momento, objeto de estudio y debate. En casi todas las épocas se han dictado leyes contra ellos y contra sus costumbres; al mismo tiempo, también se ha trabajado por facilitarles la integración, pero pese a todo ello, aún hoy siguen disfrutando de ese “estatus propio de un colectivo” en el que disfrutan de todos los derechos y deberes de ciudadano español, pero mantienen vivas sus costumbres seculares.

Si dejamos fijada su llegada en el año 1462, ya en el año 1499, es decir, treinta y siete años después, los Reyes Católicos firman la REAL PRAGMÁTICA (Granada y Medina del Campo), en la que se les daban sesenta días a partir del Pregón de la misma, para que tomaran asiento en los lugares y sirvieran a un señor conocido, y que este les preparase lo necesario para vivir, o que tomasen oficio, y si no que se marchasen de España.

“Pasado dicho plazo, si se les encuentra vagando se les dará cien azotes y se les desterrará a perpetuidad. Si los vuelvan a encontrar, se les cortaran las orejas y permanecerán sesenta días encadenados. A la tercera vez, si se les encontrara se les convertirá en esclavos de por vida”. Es una ley dura pero necesaria, aunque no consta que hubiese expulsión alguna, antes al contrario, es en el año 1539,cuando el Emperador Carlos I (40 años después,) reitera en todo la Pragmática de sus abuelos y tan solo modifica las penas. Efectivamente se comprueba cómo este colectivo ha encontrado el medio de vida que les permite seguir con sus costumbres ancestrales, burlando las leyes en vigor. Pero esta situación no dura tanto; las circunstancias que se van produciendo dan lugar a que el Rey Felipe III .dicte una nueva Pragmática, entre cuyas disposiciones se encuentra: “Residir en villas de más de 1.000 vecinos y dedicarse a la compra-venta de ganado” dándose un plazo de seis meses para que salgan todos los gitanos del Reino, es decir, todos los que no se ajusten a las disposiciones emanadas, bajo pena de muerte. A pesar de todo, esta política de amenazas y penas de expulsión tampoco logra el objetivo deseado por lo que el Rey Felipe IV cambia totalmente el discurso real y pone fin a todos los decretos anteriores. Y lo hace de forma tajante: “habrá esclavitud para todo aquel gitano que abandone su domicilio por un periodo superior a los seis meses. Se les obliga a tener y adoptar oficio conocido. Se les obliga a dejar sus barrios marginales, a tomar domicilio y mezclarse con sus vecinos”. Es el primer monarca que promueve un real integración de esta minoría étnica, mediante leyes concretas.

En esta misma línea de integración está la Pragmática dada por el Rey Carlos II, en el día 12 de Junio de 1695. Son de destacar los siguientes puntos: “Se reduce el número de localidades donde pueden asentarse a 41.

“Las posibilidades de los gitanos quedan reducidas al trabajo agrícola. Los gitanos no son considerados extranjeros. A los gitanos “nómadas” se les considerará como personas “ fuera de la Ley”o delincuentes. Se realizarán Censos en todos los municipios, aplicando penas de galera a quienes no se presenten a ser empadronados”.  Leyes como esta van forjando la idea de una minoría étnica, pero igualmente al reconocimiento de los mismos como súbditos del reino.

En el reinado del Felipe V se dan varias Pragmáticas ( 1717 y 1784), en las que se alude a los “Gitanos”,si bien es tan solo para determinar o señalar las ciudades en las que les es permitido vivir y fijar su residencia.

Vendrían tiempos peores. Es el largo y funesto reinado de Fernando VI, es cuando se da la mayor persecución a esta minoría, pues se decreta, el 30 de julio del  año 1749 “Apresamiento contra todos y cada uno de los gitanos que hubiese en el país de ambos sexos, edad, y de reclusión en arsenales, presidios y minas de Almadén”. Había, según el censo realizado por el ministro Campomanes, unos 9.000 gitanos en esta situación, con los cuales se inició el cumplimiento de la Ley para mandarlos a Cartagena, El Ferrol, Alicante y Cádiz. La medida tuvo una contestación inmediata por parte de los Nobles y el Clero, en razón a que en el censo estaban los “legalizados e integrados” en poblaciones y ciudades, y con oficio reconocido. En tales circunstancias se hubo de dar marcha atrás en su aplicación, entre otros motivos, porque no había presidio para tanta persona. Ni se sabía qué hacer con tanto preso.

Es con la llegada de Carlos III como Rey de España (1759), cuando se da un paso decisivo con el colectivo gitano de nuestra nación. QUEDAN DEROGADAS TODAS LAS LEYES EN CONTRA DE LOS GITANOS y se da una orden para que estos españoles puedan vivir en paz. Se les permite el uso de sus costumbres e incluso se les aprueba que en privado puedan hablar su lengua, el “Caló”. Sólo se castigará a los culpables de delitos comunes y a los vagabundos incorregibles.

Es, sin duda, el paso más grande que se ha dado para la integración de los gitanos en la sociedad española y en su camino para gozar de los mismos derechos que los demás ciudadanos. Entre otros muchos, les es reconocido el derecho de oficio y domicilio.

En la elaboración de la Constitución de 1812, por las Cortes de Cádiz, pasan a ser todos los españoles ciudadanos, con lo que el colectivo gitano sigue integrado en la teoría legislativa.

Igualmente sucede con las otras Constituciones que España se ha dado, con el Estatuto Real firmado por la Reina Regente Maria Cristina en el año 1834, o la Constitución firmada en 1857 por Isabel II.

Es curioso observar como durante todo el siglo XIX, lo que sale al exterior de la vida en Granada, es el tipismo de las costumbres gitanas, sus trajes, sus bailes y sus moradas en el Sacromonte. El modo de vida gitano llega a confundirse en un todo con el de un andaluz, si bien esta forma de vivir, esta forma de amar la vida, lleva aparejada el sambenito de ser gente sucia, ratera, mentirosa y vaga, tal como nos la describen nuestros visitantes.

Así  las cosas, podemos dar un salto hasta el siglo XX, en el que en el periodo de la Segunda República, se dicta por las Cortes Republicanas, la famosa “Ley de vagos y maleantes”, que tiene una aplicación abusiva y estremecedora en su desarrollo contra el colectivo gitano que ve caer, una vez más, sobre su etnia, unas leyes que aunque en apariencia son correctas, tienen una realidad malévola sobre un determinado colectivo. La creación del Cuerpo de Seguridad del Estado, que se llamó Guardias de Asalto, en el año de 1932, motivado por el hecho de que parte de la Guardia Civil había quedado en el lado de los sublevados, y los que quedaron en el de la República habían sido aniquilados por las hordas marxistas como “incontrolados”, nombre que se aplicaba cuando no se quería encontrar ningún culpable de estas atrocidades, hizo que el gobierno tricolor tuviese a este cuerpo de Guardias de Asalto, como el más leal a la misma, ya que había sido creado por ella y nombrado a sus jefes militares. Se ocupó este cuerpo de la protección de las autoridades y políticos republicanos, así como de la rápida intervención en los numerosos conflictos sociales que continuamente se estaban dando.

La intervención y masacre de los ciudadanos en el suceso de “Casas Viejas” y la implicación de jefes de este cuerpo policial en el asesinato del político Calvo-Sotelo, hizo del mismo un Cuerpo de Seguridad odiado por todos, conociéndose detalles de sus brutales apaleamientos en las cárceles de los detenidos políticos. En definitiva, fue la guardia personal de los políticos del Frente Popular (socialistas, comunistas y anarquistas). Pero el colectivo que más sufrió sus métodos represivos y sectarios fue el colectivo gitano, pues les fue aplicada sin causa alguna la “Ley de vagos y maleantes” de una forma ignominiosa. Durante la contienda civil española, en el año 1937, hay varios estudios sobre la mesa, como el anteproyecto de Código Penal, que en su punto 2º proponía pena de prisión mayor para quien case con individuo de “raza inferior”; o el anteproyecto de “expulsión de judíos y gitanos” del mismo año. Afortunadamente no pasaron de ser “estudios” auspiciados por la influyente corriente pro-nazi de la época.

En el año de 1941, con la Ley de obligatoriedad del castellano, quedan reducidas al ámbito doméstico las demás lenguas nacionales; el “caló” es considerado como una “jerga de delincuentes”. Posteriormente, en 1943, se aprueba la Ley de peligrosidad y rehabilitación social.

Tras esta Ley, viene el Reglamento de la Guardia Civil, donde en sus artículos 4º, 5º y 6º se hace referencia expresa al colectivo gitano, y se recomienda su vigilancia y control tanto en su modo de vida como en sus desplazamientos. El artículo 4º decía: “Se vigilará escrupulosamente a los gitanos, cuidando mucho de reconocer todos los documentos que tengan, confrontar sus señas particulares, observar sus trajes, averiguar su modo de vida, y cuanto conduzca a formar una idea exacta de sus movimientos y aplicaciones, indagando el punto al que se dirigen en sus viajes y el objeto de ellos”. El artículo 5º: “Como esta clase de gente no tiene por lo general residencia fija, se traslada con mucha frecuencia de un lugar a otro, en los que son desconocidos, conviene tomar en ellos todas las medidas necesarias para impedir que cometan robos de caballería o de otra especie”. El artículo 6º: “Está mandado que los gitanos y chalanes lleven, además de su cédula personal, la Patente de Hacienda, que les autorice para ejercer la industria de tratante de caballerías”.

Tanto la nefasta “Ley de vagos y maleantes”, aprobada por la Segunda República, como la Ley de peligrosidad social” y el Reglamente de la Guardia Civil de la época franquista, fueron derogados con la promulgación de la CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DEL AÑO 1978.

 

El colectivo gitano en Baza

El colectivo gitano en Baza, como ya referí en mi estudio sobre ellos, hubo de sufrir  las acometidas tanto de las autoridades religiosas como de las civiles; éstas, en el año 1557, les mandan salir de nuestra ciudad, so pena de cien azotes.
El Cabildo de la Catedral pide su expulsión en el año de 1704. De los gitanos residentes en Baza durante la Guerra Civil, sólo una escasa minoría se unió a “ los incontrolados”, interviniendo en la quema y saqueo de las Iglesias y en los asesinatos de sacerdotes y personas civiles. Volvieron a pasar sufrimientos por la persecución sistemática de la Guardia de Asalto, que los consideraba reos de todos los delitos que se cometían en la ciudad.
Fue un colectivo engañado y traicionado por los políticos y autoridades de la época, dando como ejemplo lo vivido por mi madre en la derruida Iglesia de las Dominicas o de la Cascada. Estaba en dicha iglesia el economato regido por el republicano Meca, en el mismo hacían cola bastantes amas de casa para adquirir, a través de los vales que les habían facilitado, garbanzos y lentejas y otras legumbres. La cola era larga. Mi madre tenía delante de ella a una gitana llamada Maria conocida como “la coja” y habían entablado conversación en el trayecto. Las provisiones no podían ser más escasas, kilo y medio por familia, de lo que se eligiera y hubiera existencias. En esto llegó un mandamás político que portaba un enorme pistolón al cinto. Iba acompañado de dos muchachas jóvenes. Llegaron directamente a la mesas en la que se despachaba, y ordenó el político que se les llenaran a las muchachas las talegas que llevaban consigo. Cuando salían se hizo un silencio sepulcral, pero la gitana María “ La Coja” se hincó de rodillas delante de un camarín que carecía de imagen alguna y servía de depósito de patatas, y a voz en grito exclamó  “SantaGenoveva, este es el que nos decía en las Cuevas que toicos íbamos a ser iguales”.

Los gitanos que viven en nuestra ciudad, tras la Guerra Civil, se sienten acosados por las actuaciones de la Guardia Civil, en cumplimiento de sus Ordenanzas, malviven de la confección de pleita de esparto que hacen sus mujeres y del chalaneo de animales.

Es en los años 60-70,cuando se inicia el éxodo hacia las provincias de Alicante; la población de Campello fue una de las primeras en recibir gitanos oriundos de Baza.

Le siguen luego la Costa Brava catalana y, finalmente, es la Isla de Ibiza en la que numerosas familias encuentran con el turismo su modo de vida en los trabajos de hostelería, jardinería y tablaos flamencos. Hoy día el Ayuntamiento de esta Isla, reconoce que hay más de 700 personas cuyos padres fueron gitanos procedentes de esta ciudad de Baza.

En la actualidad no hay más de 36 familias reconocidas de esta etnia viviendo en nuestra ciudad. De ellas, el 20% ha llegado en estos últimos años procedentes de Guadix, Purullena y Benalúa.  

En las épocas festivas cuando se acentúa la llegada de familias oriundas de esta ciudad, y que vienen los mayores a disfrutar de la paz y, los más jóvenes, a conocer la tierra de sus antepasados y su feria y fiestas tradicionales. Están en su casa y bienvenidos sean.