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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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EL ENTERRAMIENTO EN SAGRADO

Artículos publicados originalmente en las "Páginas Centrales" de la Revista "El Norte", en la segunda quincena de mayo de 2009 


Leyendo el acta del Cabildo Municipal correspondiente al nueve  de septiembre del año 1775, encontramos reflejada una curiosa petición realizada por el Sr.Abad, y el Cabildo Eclesiástico, a las autoridades civiles de esta ciudad. Tras varias frases introductorias, dice así: “se solicita al Ayuntamiento el que se disponga de un solar para Campo-Santo, con motivo de no haber sepulturas en las iglesias.”.

Tras la sorpresa inicial y después de releerla un par de ocasiones, empecé a preguntarme el por qué de esta petición y los motivos que la habían provocado, que seguro me llevaría a investigar y a profundizar en algún aspecto curioso de nuestra historia. Siguiendo mi ánimo investigador llegué a la Real Cedula de 3 de abril del año 1787, por la cual, el Rey Carlos III  pretende imponer dentro de sus vastos  territorios lo que ya era una norma casi generalizada en los países europeos. Se trataba nada menos que de sacar de los límites de las iglesias, es decir, de las iglesias y huertos cercanos, llamados “lugares sagrados”,  los enterramientos de los difuntos de las citadas parroquias. Y es que cada parroquia disponía de un pequeño cementerio para sus feligreses.

El caso es que en la nueva normativa real, a pesar de que antes de dictarla se había informado  por numerosos embajadores de como se realizaban los enterramientos en diversos países, no se llega a publicar con la nitidez necesaria para que se cumpliese esta prohibición de dar sepultura a los cadáveres “intramuros”.

Volviendo a la petición con la que comenzábamos este artículo, y teniendo que referirnos, como siempre, a la penuria económica de nuestro Ayuntamiento,  la respuesta que se da a esta petición del Cabildo Eclesiástico, dice textualmente “ no hay terrenos, ni en los propios ni en los realengos, y que se utilicen las ermitas de San Marcos, San Sebastián, San Lázaro , el Humilladero y los Santos Cosme y Damián, o las proximidades a dichos lugares. Esto es, que no, que no hay dinero y que la iglesia se apañara en estos edificios y sus cercanías. Tras la lectura de este acta podemos comprender que en algunos de esos lugares , hoy ya desaparecidos y convertidos, por ejemplo, en solares, se encuentren enterramientos, por tanto no nos debemos de asombrar el encontrar restos humanos en tales parajes. En muchas catedralesaún perduran sarcófagos como este
Lo cierto es que la costumbre de “enterrar en sagrado”, es únicamente de origen cristiano. Los más antiguos, los primeros cristianos,  debido a las persecuciones a que eran sometidos en tiempos del Imperio Romano, iniciaron el procedimiento de dar sepultura a los fieles en las llamadas “catacumbas”, en las que igualmente se realizaban los ritos de ese nuevo cristianismo. El recuerdo del antecesor fallecido y su deseo  de que tenga  reposo su alma, ha hecho que la humanidad siempre tenga deferencias reverenciales a los muertos.
Su nota característica es la grandiosidad

Todas las culturas han tenido “un lugar para el reposo de sus almas“, lo que en griego se denomina “Koimeterion” del que deriva la palabra “cementerio”.

Conocemos que en la época de la Roma Imperial ya existía la Ley de las 12 Tablas, en la que se ordenaba que ningún cadáver se enterrase “dentro de la ciudad”.  A los grandes hombres del Imperio, se  le erigían templetes o monumentos funerarios, en las “afueras”. Nos han llegado datos, tanto manuscritos como arqueológicos de cómo los godos establecidos en la península tenían igualmente sus enterramientos “fuera de las ciudades”. Sin embargo, en el Concilio de Toledo del año 792, se permite “el que personas de jerarquía superior, pudieran ser enterradas en las Iglesias”. Por lo tanto, podemos comprobar que es la propia Iglesia la que incumple o flexibiliza estas normas.

Otras Leyes posteriores, como la del Fuero Juzgo (año de 1241), vuelven a insistir en la prohibición del enterramiento en las iglesias, especialmente por el hedor que se desprende de ellas y por el temor de los fieles a frecuentar dichos lugares, motivado por la enorme superstición existente en dichos tiempos. Sin embargo, es muy fuerte la presión para seguir con el rito de dar “reposo al alma en lugar sagrado”. En el año de 1318, en las famosas “Partidas de Alfonso X el Sabio”, vemos como se quiebra esta prohibición al  permitirse “ el que algunas  nobles personas puedan ser soterrados en la Iglesia”, con lo que se rehabilitaba lo ya acordado por el Concilio de Toledo, del año 792.  Se entra pues de lleno en una época en la que los enterramientos se realizan casi todos en las iglesias, monasterios y conventos. Nunca han dejado de enterrar a frailes y monjas en iglesias, capillas o huertos conventuales, ya que cuando los edificios han quedado pequeños, se ha  ampliado el “lugar sagrado” al huerto más próximo. En las Iglesias se ha permitido la creación de capillas “particulares”, cuyos benefactores, en contraprestación, han logrado en las mismas la construcción del panteón familiar.
A todo esto debemos unir otro hecho incuestionable. Siempre se ha visto como una buena fuente de financiación de las arcas eclesiásticas, todo lo relacionado con el rito de la muerte, sepelios solemnes, entierros de diversas categorías, misas, novenas etc. Restos humanos del antiguo cementerio de San Sebastián, que fueron encontrados en las obras del actual parque de Razalof Restos humanos del antiguo cementerio de San Sebastián, que fueron encontrados en las obras del actual parque de Razalof
Restos de una lápida en San Jerónimo

Comprenderemos como se llega en los años del siglo XVIII, a una saturación de enterramientos en las Iglesias. Se llegan  a fijar en  las losas de la solería de los templos, los precios, según su situación, reservándose el estamento eclesiástico el Altar  y el Coro; los potentados, las capillas laterales de  las que eran benefactores, e incluso se señala el pórtico de la puerta principal, para los pobres de solemnidad. Hay una época en la que no se utiliza “caja” o “féretro” para el difunto, e incluso una tasa según se enterrase “de pie” o “yacente”. No es de extrañar que se encuentren cadáveres en esta primer postura “de pie”.

Otra cuestión ineludible y muy importante en este tipo de enterramientos es el traslado del cuerpo del fallecido hasta la última morada; era llevado en andas, o en parihuelas, muchas veces pertenecientes a la Hermandad o Cofradía a la que en vida había pertenecido el difunto.

Para estas Hermandades y Cofradías era una de sus reglas principales “acompañar a la última morada”, a sus miembros, así como hacerlo llevando  paños negros, cirios y costear misas de difuntos (de mes, de años, etc). El irrenunciable deseo humano, de “seguir siendo” después de la muerte, ha llevado a la construcción de grandes mausoleos y enormes sepulturas, en las que también se refleja la naturaleza  humana.

En esta foto aparecen los restos de un enterramiento en sagrado situado en la iglesia de San Jerónimo. Nadie supo explicar como esos restos de nuestro pasado fueron abandonados de tal manera en plena calle. Un ejemplo más de como se trata así al patrimonio Ante este panorama, la creación de un “cementerio civil “en nuestra ciudad  es uno de los cometidos a los  que se ve obligado el Ayuntamiento a realizar durante el siglo XIX. Diferentes detalles de una de las lápidas ubicadas en la iglesia de San Jerónimo

Los primeros datos los encontramos en el mes de junio del año 1832, cuando el Ayuntamiento ha de cumplimentar unos informes que se le requieren, con motivo de haberse declarado en algunas zonas de la península el “cólera morbo”. Por el citado informe podemos conocer como, desde tiempos de Carlos IV, Baza dispone de “un cementerio al final de la calle de San Sebastián, fuera de la población y mirando al Norte, forma cercado con la Ermita, que está semidestruida. Que el provisor eclesiástico, juntó fondos con la venta de otra Ermita y solo logró caudales para hacer la Puerta de la Ermita llamada de San Sebastián, pero que el interior está aún sin terminar, ni siquiera enfoscado; que este Ayuntamiento carece de fondos propios, como consta a V.S. que las parroquias están también sin fondos, y salvo un repartimiento entre los vecinos, no podrá repararse este, que es el único sitio en el que se depositan los restos de los que dejan de existir en esta ciudad.

Este asunto del Cementerio será, una y otra vez, tratado en el Cabildo Municipal, ya que las Leyes en vigor le exigen que la población disponga de un camposanto alejado de la población y a la que no puedan llegar sus hedores ni malos olores.

Una de las actas municipales indica el que se han considerado como idóneos unos terrenos “sitos en el llamado camino de Zújar”; los informes médicos los consideran aptos, dada su situación, lejanía de la población y dirección de los vientos que sobre dicho lugar corren.

Pero hay un incidente que pone como prioritario este asunto del nuevo cementerio:

Diferentes detalles de una de las lápidas ubicadas en la iglesia de San Jerónimo

En  el año 1835, y con motivo de la mortandad  producida por el “cólera”, no hay ya lugar para los entierros en el cementerio de San Sebastián y  se adquirió el terreno próximo por el Cabildo Religioso. Llegado el momento de realizar en el mismo el primer enterramiento, se opone tajantemente el anterior propietario, quien manifiesta que se opone a dicho enterramiento “hasta que no le sea abonado el importe de su finca”, lo que nuevamente origina un conflicto entre Ayuntamiento y Cabildo Eclesiástico, ya que  corresponde a éste último el pago del terreno, según los acuerdos de años anteriores. Como siempre, el problema es económico, al ser considerado el cementerio “lugar sagrado”, es la Iglesia quien percibe las tasas de entierro en dicho lugar, pero siendo ya cementerio y enterramiento civil, correspondería el cobro al Cabildo Municipal.

En la subida posterior al altar de la Mayor, esta lápida pertenece a Don Damián Espinosa de los Monteros Este es un tema, el del cementerio civil, que ha dado siempre motivo a que los políticos del momento hayan considerado siempre “su necesidad” pero nunca se han dado a su construcción. En el año 1879, siendo Alcalde don José Penela Manzano, se hace una declaración  de intenciones sólida, bien detallada y real de la necesidad de un Cementerio como “Servicio Municipal”, demanda que le viene haciendo a la Corporación  que preside este vecindario. Se acuerda en este día el que se creara una comisión para el estudio del mejor proyecto razonado y que, con todos los datos y antecedentes necesarios, le sean presentados para poder resolver definitivamente lo que  sea más conveniente en un asunto de tanta importancia. Es de este estudio del que sale elegido como el lugar más idóneo el lugar sito en el Camino Alto de Zújar, próximo a la Cañada de los Dolores, es un terreno llano y con posibilidades de ampliación, por lo que es desestimado el lugar alternativo que  se situaba en la Cañada del Cuervo.
La decisión tarda en tomarse más de cinco años, influyendo definitivamente el cólera declarado en la ciudad. Adquiridos los terrenos, se empiezan a realizar unos pocos entierros en este lugar. A raíz de la enorme tormenta caída en nuestra ciudad en el mes de agosto del año 1893, en la que entre otros muchos daños se caen las  tapias del Cementerio de San Sebastián y el arrastre de tierras hace que queden muchos nichos al descubierto, se inicia un proceso de traslado de cadáveres a los nuevos terrenos, lo que es realizado por las familias más pudientes que inician en el mismo la construcción de nichos en su perímetro.
Al igual sucede  en la Sierra de Baza, en la que se autoriza la construcción de un Cementerio Civil en Las Balsillas, para todos los fallecidos de la Sierra (1899). Definitivamente, el cementerio actual fue cercado, con tapias y capillas, gracias a la generosa donación del bastetano D. Pedro Carmona, en el año 1900. En la capilla del Sagrado Corazón, la del benefactor de esta iglesia, D. Manuel García y García En una de las capillas, la lápida de un gran Abad de esta santa iglesia, D. Felipe Aquenza
Históricamente se ha reconocido como la Iglesia de San Jerónimo llegó a ser un panteón de la familia Enríquez -De Luna. En el interior de la citada Iglesia estuvieron enterrados los creadores de este Mayorazgo con sede en Baza.  También hay constancia de panteones de algunos de sus descendientes. Existen aún lápidas mortuorias, tanto en la Iglesia Mayor, como en la de San Juan;  no así en la Iglesia de Santiago, en la que con la ultima obra de reforma y colocación de nueva solería han desaparecido estos vestigios históricos de los “enterramientos en sagrado
 

EL ENTIERRO DEL SEÑOR OBISPO


El siempre interesante hecho histórico de haber sido primero Abadía y luego Iglesia Concatedral, al haber compartido el Obispado de Guadix-Baza, no podemos decir que haya dejado, en nuestra Iglesia Mayor, muchos rastros de su  glorioso pasado. No obstante, de cuando en cuando, aparecen datos de algún acontecimiento acaecido en la misma, que habla de su historia y de los acontecimientos que en la misma se sucedieron, incluso de celebraciones fastuosas.

En el  año 1757, fallecía en esta ciudad el Obispo FRAY MIGUEL DE SAN JOSÉ. Era en el mes de Mayo, el día 17 y, según los datos, era Abad de esta Santa Iglesia  DON FELIPE DE ACUENZA, el cual deja constancia del entierro que se le hizo en esta ciudad al Obispo fallecido. Los datos del libro 19 de Acuerdos Capitulares, que comprenden los años de 1753 a 1757 (Archivo de la Iglesia Mayor) reflejan:

Bonita perspectiva de la Iglesia Mayor

“Salieron de esta Santa Iglesia las Cruces de las Parroquias, dos de Caniles y una de Zújar, seguíanle la de Santiago de Baza; después la de San Juan, y presidía la de este Cabildo.

Continuaban en dos coros, la Comunidad de La Merced, la de San Francisco de la observancia y Recoletos, y la de Santo Domingo, el clero de dichas parroquias, de Caniles y de Zújar; los de esta ciudad  y el de esta Santa Iglesia.

Seguía el Cabildo incorporado en el de los beneficiados y curas de dichas parroquias, delante del Ilustrísimo Señor Racionero.

Antiguo coro de la Iglesia Mayor donde fue enterrado este obispo

Han cuatro capas negras que con cetros de plata llevaban los cuatro beneficiados de las parroquias de esta ciudad.

Hizo el oficio el Señor Abad, con capa pluvial.

Se organizó el entierro, tomando las cruces las comunidades, clero, y cabildo, el mismo lugar en que procesionalmente salieron de esta Iglesia, llevando el cadáver en medio de los dos coros del cabildo; los mas dignos de los Señores Prebendados, que estaban sin oficio.

Iban a cada lado del ataúd cuatro familiares de S.S. en sotana y con hachas encendidas. Los caperos se pusieron dos delante y dos detrás del ataúd.

Fue dicha procesión fúnebre por la Plaza de la Magdalena, calle de las Carnecerías abajo ,puente y calle de la Cava, Puerta de la Encarnación y Plaza Mayor hasta su Iglesia.

Hubo tres paradas: una en la calle de las Carnecerías, frente a la Plaza Nueva, otra en la puerta del Oratorio de San Felipe Neri ( con una túmulo decente y bastante cera que costeó dicha congregación, teniendo las puertas de su Iglesia y cancel, abiertos y manifiesta con bastantes luces en su trono la imagen de Maria Santísima de los Dolores) y otra en medio de la Plaza mayor.

En dicho entierro, después de los Señores, Abad ,Diácono y Subdiácono, seguía el acompañamiento de caballeros, personas distinguidas y condecoradas de esta pueblo, Comunidad de San Jerónimo, por particulares, la de San Felipe Neri y la de Sancti-Spiritus, todos interpolados y hechos dos coros y en la misma forma concluía con los sacerdotes de dicho Ilustrísimo Señor y  Prelados de los dos conventos, de esta ciudad, Señores, Dignidades y Canónigos comisarios de este Cabildo.

Cerraba yendo en medio, el Cabildo, el Provisor de S.S. y el secretario de la dignidad difunta. Después entraba el Ayuntamiento que concluía dicha procesión fúnebre, empezando con dos coros los maceros y continuando los caballeros Regidores, cerraban los mas antiguos y en medio del Cabildo el Alcalde Mayor. Han detrás del ataúd cuatro capellanes sacerdotes, con paños de hombros blancos terciados que llevaban la tapa......

A dicho prelado se le hizo un túmulo que estaba situado en el centro del coro de la iglesia. Dicho túmulo tenía altura sobre el suelo de un metro y medio. Con la retirada del coro, quedó en alto y en el centro de la Iglesia, pero al subir todo el suelo de esta por las humedades que padecía de las filtraciones del Caz Mayor, quedó a nivel de dicho suelo. Un testimonio más de los enterramientos en sagrado bajo la Iglesia Mayor.