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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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ROMANCES DE CORDEL Y LECTURAS POPULARES DEL SIGLO XIX.

Artículos publicados originalmente en las páginas centrales de la Revista "El Norte", en la primera  quincena de abril de 2009


Nos vamos en este artículo nada menos que hasta el siglo XIX, una centuria que en nuestra ciudad es la que engendró mayores tensiones sociales, económicas, artísticas y literarias… en todos los órdenes, es un siglo en el que vemos caer el poder absoluto de la monarquía y, tras ella, el poder omnímodo del estamento eclesial. Es el siglo XIX cuando se empieza a resaltar el valor de las ideas, de la persona y el poder económico está cambiando lentamente de manos. Aparecen los burgueses, las industrias y el estamento inferior inicia sus reivindicaciones.

Pero hay una cosa que no cambia, una corriente que crece junto al aumento de la información de  lo que acontece en el mundo, en el país, en la ciudad. En este siglo tiene un auge enorme la corriente literaria llamada “Romanticismo”, que entra en nuestro país de mano de los liberales exiliados, que regresan tras el fallecimiento de Fernando VII y los decretos de amnistía de la Reina Regente. Florece la llamada “Novela Histórica”, la épica caballeresca, los grandes narradores de la crónica patria, y  los deseos de amor y felicidad humana están en todos los grandes escritores

Así nos lo trasmiten Zorrilla, El Duque de Rivas, Espronceda, Bécquer, Rosalía de Castro, Larra, Mesonero Romanos, Estébanez Calderón, Pardo Bazán o Blasco Ibáñez, son vivo ejemplo de las  grandes obras en las que cada uno de los autores deja su impronta.

No obstante, como ha venido ocurriendo en todos los tiempos, existió una literatura más popular, unos escritores que no han dejado su nombre en los escritos, que incluso nadie llegó a conocer, que han pasado de largo en la historia de la Literatura, una legión de escritores “anónimos” nos han acompañado, desde los primeros siglos.

Todos estos, primeramente llamados “bardos” o “juglares”, han sabido dar el alimento literario a las clases que no habían logrado el aprendizaje de la lectura. Ellos le narraban directamente los hechos, poniendo de su parte la emoción, la entonación, destacando los puntos más dramáticos, los más dulces, los más impactantes y consiguiendo siempre que estas personas, sin la cultura suficiente, tuvieran conocimiento de las grandezas, tragedias, amores y desamores de su mundo. ¿Se imaginan que en estos días hubiera personas que se dedicaran, en medio de la calle, a contarnos los avatares de los príncipes, de los famosos, de los artistas? Pues algo parecido.

Pero como todo en la vida, esta literatura menor de tradición oral, va desaparecimiento poco a poco, especialmente al popularizarse la imprenta y al generalizarse una mayor cultura ciudadana. Es entonces cuando aparecen los que se llaman “Romances de Cordel”, que acompañan a los “Romances de Ciego”, quedando estos últimos para personal menos exigente. Esta sed de lectura se sacia con los famosos cuatro pliegos que componen estos romances de cordel y que, según está documentado, existen  desde el año de 1781, aunque su mayor expansión la logran en el siglo XIX.

El nombre de “Romances de Cordel” lo toman del hecho de que estaban colgados de un cordel, en el que una pinza de caña los sujetaba. Son poemas con versos octosílabos, en los que lo mas normal eran que se relatasen las truculencias acaecidas en tal o cual pueblo, el asesinato mas cruel, la muerte mas violenta, el abandono familiar mas injusto, los amores mas desgraciados. Todo lo que puede conmover el corazón humano.

De los antiguos romances, han logrado muchos de ellos seguir gustando y ser lectura de varias generaciones, como lo fue el de “Gerineldo”, ese hermoso paje que paseando por el jardín de su señor, es contemplado por  la infantita Enilda, quien se enamora de él tan perdidamente, que espera a que se duerma su padre, el Rey, y abre la puerta de su camarín ofreciéndole al paje su propio lecho. La noche les transcurre rápida, entre el dulce rumor de caricias y besos y no se dan cuenta del paso de las horas. El primer rayo de sol les encuentra sumidos en dulcísimo sueño. Cuando los encuentra así el Rey, y no sabe como resolver su duda, si matarlos o no, pues el paje Gerineldo había sido criado por él, opta por poner su espada entre ellos. Así los amantes conocen que su padre los ha descubierto. Los versos son luego repetidos por cientos y cientos de lectores; así las frases del Rey, cuando le pregunta a Gerineldo: “¿Dónde vas tan triste y abatido?” “Vengo del jardín buen Rey, de coger rosas y lirios, la fragancia de una rosa, el color me ha comío”. Y el Rey le responde: “Es mentira Gerineldo, con la princesa has dormido”.

Y cuando le dice a Gerineldo que se case con la princesa, este le contesta: “Señor, mi padre no tiene ni para echarle un vestido”. A lo que replica el Rey : ¡Échaselo de sayal!, pues ella así lo ha querido”.

Ni que decir tiene que en todo momento llegan al corazón de los oyentes de este romance.

Junto a estos relatos en viva voz de los vendedores, no todos son ciegos como en anteriores siglos, van apareciendo pequeñas historias de amores entre personas de desigual posición social, amores imposibles, amores con final feliz, otros con final desgraciado, en todo caso tienen todos una enorme difusión y se encabezan con el denominador común de “Historia”, aunque ya empiezan unos a narrarse en prosa, y otros lo sigan siendo en el común verso octosílabo, si bien aparecen otros en otras rimas menos simétricas. Sin embargo, en el acerbo literario, encontramos que son muchas las obras anónimas que empiezan llamándose “Romances”, por ejemplo “Romance de Valdovinos”, “Romance de Lucinda” y “Velardo en la corte del Gran Sultán” y otros  que ocupan más de los cuatro pliegos que son la base de los llamados de cordel, populares o baratos.

Hay un romance anónimo “El molinero de Arcos”, que es la base y el origen de la famosa novela de Pedro Antonio de Alarcón “El Sombrero de tres picos”. Este Romance del Molinero de Arcos, fue luego llevado a la escena con el título de “También la Corregidora es guapa”, obra en tres actos, que obtuvo un gran éxito popular. Los amores entre moros y cristianas, bandoleros, e incluso la común y corriente peseta, fueron trasladados a los romances. Aquí tienen las portadas de algunos de ellos. Los amores entre moros y cristianas, bandoleros, e incluso la común y corriente peseta, fueron trasladados a los romances. Aquí tienen las portadas de algunos de ellos. Los amores entre moros y cristianas, bandoleros, e incluso la común y corriente peseta, fueron trasladados a los romances. Aquí tienen las portadas de algunos de ellos.

Los modernos juglares dan a conocer en estos tiempos lo peor que ha sucedido en un pueblo, el más horrendo crimen o la mas infausta noticia; van de mercado en mercado anunciándose y vendiéndose. Se van perdiendo poco a poco los romances de frontera, pues ya no existe frontera con el moro en la península, y las grandes y heroicas hazañas, empiezan a desaparecer de las preferencias de un público popular, se han perdido las estrofas de los romances épicos y, tras las hojas de los “horrores”, se empiezan a vender  las historias de “La Española Inglesa”, “Flores y Blancaflor” o ”Pierres de la Provenza”. Incluso hay un público que las demanda. Mientras, las hojas en octosílabos que sirven de reclamo tienen nombres como “Los Amantes”, “Consuelo y Antonio”, “El amor infiel”, “La mala suegra”, “Los dos hermanos”, “El Asesinato de Cartagena”, “Los Hermanos amantes” o se adaptan a la religiosidad de la época, con milagros de Santos y Santas, como las conocidas de “Santa Rosalía”, “El arriero y la Virgen”, “La Virgen de los Dolores y su Hijo”, “San Antonio de Padua”, “María Santísima de la Aurora”, que hacen furor en el pueblo. Son otros temas los que inundan las plazas públicas, a mediados del siglo XIX, como los temas del bandolerismo.

Son romances de historias de vidas y hechos de “Los siete niños de Écija”, “El capitán ojitos”, “Pedro Becerra”, “Diego Corrientes”, “El guapo Francisco Ortega”, “El Rayo de Andalucía” o “El Bandido generoso”. Todos llegan al corazón del pueblo que necesita siempre unos héroes que hayan salido de él. Aún en el siglo XX se han llegado a escuchar en las plazas del pueblo los nombre de estos bandidos: Tragabuches, Juan Repiso, Satanás, Malafacha, José Candio, el Cencerro y su capitán Luis de Vargas.

Baza tiene unas buenas imprentas y de ellas salen muchas de las ediciones de estas hojas de hechos truculentos, unos heróicos y otros no tanto, pero sobre todo  de lo que la población pide en el momento, sensibles y románticos. Es mas que probable el que los hechos de una ciudad se cantaran y vendieran más en otras, por lo que no es de extrañar no encontrar los hechos ocurridos en Baza, impresos en Baza.

He encontrado sólo tres de estas hojas, dos en octava: “El niño Pepito” y “Los dos amantes” (ambas son de las llamadas truculentas), que hayan sido editados en nuestra ciudad. En la primera se narra el asesinato de un niño a manos de su padre, porque así se lo pide su amante.  Los versos dicen:

Petra Gutiérrez Cantora
estas palabras le dijo
no me casaré contigo
si no matas a tu hijo.

Cuando el amante le dice que lo ha matado, la mujer  le contesta:
Yo me voy de esta casa
tengo miedo de ti
cuando has matado a tu hijo
mejor me matas a mi.

 Por lo que el asesino horrorizado con lo que ha hecho, se arroja al pozo en el que tiró el cuerpo de su hijo.  Finaliza la hoja:
Y aquí termina la copla
de un padre criminal
Quien mal vive mal acaba
Virgen Santa del Pilar.

Ni que decir tiene que el siglo XIX en nuestra ciudad tuvo bastantes noticias, unas épicas, otras truculentas, como para estar en estos romances de cordel. Mi deseo ha sido encontrarlos y divulgarlos. Lo he logrado, sólo en parte.

La otra copla impresa en nuestra ciudad, “Los dos amantes”, es la muerte ocasionada a una joven por su novio, quien yendo de caza la confunde con una perdiz y, al darse cuenta de ello, totalmente conmocionado y arrepentido, pone en una carta a sus padres el error cometido (ya que ha disparado creyendo era una perdiz), y su decisión de matarse junto a ella. Finaliza la carta diciendo:

Y a los padres de mi novia
este recuerdo les mando
porque les maté a su hija
pero yo también me mato.

N i que decir tiene que el siglo XIX en nuestra ciudad tuvo bastantes noticias, unas épicas, otras truculentas, como para estar en estos romances de cordel. Mi deseo ha sido encontrarlos y divulgarlos. Lo he logrado sólo en parte.

El tercero de los que he encontrado, se llama “ La partera de Rabalía”. Es en verso irregular, más bien llegando a prosa, y sólo aparece una primera parte. Tanto esta hoja como las anteriores fueron impresas en la Imprenta P. Requena, de la calle Monjas de Baza. Las hojas dicen así:


La partera de Rabalía

Presten atención señores,  a un hecho tan singular.
Una joven da a luz, y a su hijo logran quitar.
Ocurrió este suceso, en un pueblo muy señorial,
en la ciudad llamada Baza, que muchos han oído citar.

Un novio, mala persona,  dejó a la joven preñada,
primero bellas palabras, luego no quiere saber nada.
Así la joven perdida, quedó sola y abandonada,
notando como en su vientre, nueva vida se formaba.

Penó, sufrió, y luchó,  mientras su vientre engordaba
Visitó a una partera, ojalá no la visitara
En Rabalía tiene su casa, esta que a los partos  ayudaba.
“Mal viene esta criatura”, decía mientras la tocaba.

“Pues yo la noto muy bien”, “Las primerizas no saben nada”
le decía una y otra vez, y  su consejo calaba.
Se  creyó lo que le decía, pues era mujer taimada,
que tenia vendido un hijo, a una señora acaudalada.

“Cuando llegue el momento, vente a mi casa volada
que de ella saldrás ligera, como si no pasase nada”.
“Es lo mejor que puedes hacer, no te cobraré nada”.
Así lo hizo la joven, que dio a luz mareada.

“Quiero ver a mi hijo”, dijo cuando  despertaba.
“No tenía vida al nacer”, le dijo la partera airada.
“Ya te dije venia mal, he mandado lo tiraran,
pues una criaturita muerta, sólo es carne, no es alma”.

“Te he evitado el dolor, tu vida está salvada.
Inicia una nueva vida, eres joven afortunada”.
Se fue la joven llorando, nueve meses para nada.
Ella sintió hasta ayer, lo que en su cuerpo llevaba.

La duda la fue comiendo, día a día se atormentaba.
“Yo traía un hijo fuerte, que mi cuerpo lo notaba”.
“Sentía su corazoncito latir, como de postura cambiaba
Si fue vivo hasta ayer, hoy como no lo estaba”.

La partera fue en su busca, un trabajo le brindaba.
Ama de leche en gran casa, allí entró como criada.
La señora tenía un hijo, y nadie la vio preñada.
El hijo de la señora, pronto a su pecho se agarra.

Y ella le da alimento, y a la vez se consolaba,
soñando con aquel hijo, al que nunca olvidaba.
Pasaron años en la casa, el niño de mozo andaba,
la señora no quería, que su casa la dejara.

Fue la “tata” de su hijo, aunque este le llamara Yaya
al que vio crecer y vivir, sin que nunca le faltara nada.
Esta es la primer parte, de esta historia singular
de la partera de Rabalia, que tanto ha dado que hablar.

Como termina esta historia, si el final quiere saber
el que quiera enterarse, que me compre este papel.

(Fin de la primera parte).