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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Baldomero Álvarez Morenate
... su empeño cambió el rumbo de la arqueología bastetana

Artículo publicado originalmente en la sección "Semblanzas Bastetanas" de la Revista "El Norte", correspondiente a la segunda quincena de diciembre de 2011 

Baldomero Álvarez Morenate

«Aunque era dieciocho de julio y era fiesta, todo el equipo a mis órdenes decidió trabajar, pues como he dicho se nos había avisado de que íbamos a finalizar la campaña ya mismo. El día 19 de julio, a las nueve de la mañana, aún no habíamos localizado las paredes de lo que parecía una tumba; Don Francisco era muy pesimista y le volví a insistir en que me dejara buscar al menos otra pared que hiciera esquina con la ya encontrada. No me retiró los obreros de aquella zona. Fue aquella mañana cuando Manuel Martínez

Valdivieso, al que todos llamábamos «Huertagrande», me llevó una esquirla de piedra pintada que le había saltado al dar un golpe con su pico. Me incliné en el punto que me indicaba y con un palustre empecé a limpiar y excavar. Era curioso, la tierra se retiraba con muchísima facilidad, era tierra que no tenía piedra alguna mezclada. La tierra se venía sola abajo, era tierra cernida antes de echarla como relleno a la tumba. Fue muy fácil descubrir la Dama y la tumba entera, la tierra cernida se desprendía con facilidad».

El protagonista de nuestras «Semblanzas bastetanas» de esta ocasión, Baldomero Álvarez Morenate, nació en febrero de 1942 en el Cortijo Bravo, a unos 500 metros del Cerro Santuario, a orillas del camino. Entonces él no lo sabía, ni nadie, pero su nombre sería popularmente conocido en esta ciudad gracias a la joya que permanecía enterrada muy cerca de donde él vino al mundo, esperando que fuera él, Baldomero, el que junto a otros pocos la resucitaran después de cuatro mil años bajo tierra. Cuando se habla de la Dama de Baza es casi obligado pronunciar su nombre. En estos párrafos explicaremos porqué.

Tendría unos catorce años cuando trabajó por primera vez con D. Francisco Presedo Velo, un arqueólogo que seguía las excavaciones iniciadas por D. Ángel Casas varios años antes. El mismo Presedo se refería mucho al célebre notario, especialmente por todo lo que se había encontrado en aquellos lugares tanto por él como por los labradores de la zona.

Según nos cuenta Baldomero, ya en tiempos de las excavaciones de D. Ángel, comentaba Presedo, este señor había encontrado un busto en mármol oscuro, que decía que era de un romano. Asegura nuestro interlocutor que Francisco Presedo era un hombre muy meticuloso; cualquier fragmento que se encontraba lo dibujaba tal cual era y debajo de ese gráfico hacía otro dibujo del lugar en el que se había hallado. Si era una parte de una olla, luego hacía unos trazos de la pieza completa a la que podía haber pertenecido. «Aprendí mucho de él. También conocí que cada cerro era distinto del otro; Santuario es más antiguo por las tumbas y restos que se encontraban.

D. Ángel Casas

Los enterramientos de Cerro Cepero eran más modernos. En Santuario había muchas tumbas saqueadas; sus habitantes fueron los íberos, que incineraban a sus muertos guardando las cenizas en ollas planas u otro tipo de vajillas… también junto a las cenizas solían depositar sus objetos personales más queridos. Si eran mujeres, sus joyas; si eran hombres, sus armas. Por cierto que con las armas había que tener muchísimo cuidado, pues al contacto con el aire se deshacían. Lo mismo pasaba con las pulseras y aretes femeninos».

La primera vez que Baldomero trabajó con Presedo en Cerro Cepero sólo apareció una tumba con paredes y tapa de piedra, «un entierro normal, un cadáver yacente». Otro de los hallazgos importantes fueron los restos de una fábrica de cerámica.

«La segunda vez que trabajé para don Francisco fue en el año 1970. Aquel año conocí al señor Durán Farrell, que era quien financiaba todos los gastos y quien tenía permiso para las excavaciones. Vino al inicio de la campaña y dijo que en un terreno de cuarenta por cuarenta metros trabajarían 25 personas. Cuando se marchó, como don Francisco me tenía ya de capataz de todo el personal contratado, le indiqué que si se trabajaba así se estorbarían unas personas con otras, así que hice dos grupos, uno de quince y otro de diez».

Del pesimismo a la euforia

Diario «Patria», domingo 16 de junio de1946. Se informa de los primeros hallazgos en Basti gracias a la labor de D. Ángel Casas. «Algunas veces trajo D. Francisco, como ayudantes, a estudiantes. Recuerdo a dos que eran muy trabajadores, pero muy poco habladores con el resto. Gastaban bromas haciendo ellos mismos columnas en la tierra, que luego don Francisco hacía que las quitaran. El caso es que aquel año fue todo muy mal. El grupo que trabajó en lo acotado solo encontró unas ollas de barro, sin pintura de ninguna clase, muy vulgares. Con el grupo de diez que yo había separado, nos pusimos a seguir el tajo que se había abandonado años antes y allí encontramos una tumba con paredes y tapamiento de piedra. Tres cráteras aparecidas en nuestra ciudad. La de abajo, especialmente, es una de las piezas más notables de los yacimientos bastetanos

Dentro de la tumba había cuatro ollas, sin pintura, y otras dos vasijas más altas, como de unos 80 centímetros; estaban pintadas con unos colores muy intensos y preciosos. Eran unas mujeres con túnicas largas rasgadas desde los tobillos enseñando los muslos; tenían el pelo largo hasta la media espalda y el cabello era de un rubio intenso. Cuando se terminó de realizar el trabajo en esta tumba vimos que la diferencia con otras era que no había restos de persona, ni huesos, ni cenizas, y que estas dos vasijas o jarrones con asas estaban colocados simétricamente, como en una meseta y ante ellas solo había un escalón un poco más profundo. Las paredes eran de piedra jabalina. Tal vez un lugar de culto o adoración, pero no había nada más que los jarrones. Estos jarrones han sido las piezas más hermosas y más impresionantes por su color y belleza que he visto en mi vida. Cuando terminamos la limpieza de la tumba, don Francisco me dijo: «Baldomero, tu intuición y este hallazgo nos han salvado de dos años de fracasos y nos resuelven otros dos de excavaciones». Fue una gran alegría para todos. En el perímetro acotado no se encontró nada de valor arqueológico. Así se acabaron las excavaciones de ese año».

«Cuando se iniciaron las excavaciones del año 1971, don Francisco me dio muestras de su aprecio y seguí como capataz en las excavaciones. Se iniciaron éstas desde el oeste hacia el este. Primero aparecieron unas tumbas más pequeñas, pero sin contenido alguno de valor. Como las tierras habían sido removidas por el acceso al campo de Tiro del propietario de los terrenos, señor Lorente, la verdadera excavación tenía que iniciarse a partir de un metro de profundidad, como mínimo.

Tres cráteras aparecidas en nuestra ciudad. La de abajo, especialmente, es una de las piezas más notables de los yacimientos bastetanos

Encontramos una olla, en buen estado; se hizo limpieza alrededor de la misma y don Francisco era partidario de dejar esa zona porque nos estábamos adentrando en terreno que no estaba concedido para la excavación…era ya en el campo de Tiro al Plato».

El momento clave
«Mi intuición logró convencerle de que podía ser una esquina de alguna tumba y que podíamos ver el sentido de las paredes para buscar las tres ollas que nos faltaban pues siempre ponían una olla en los ángulos de unión de las paredes. Don Francisco estaba muy desanimado por los malos resultados de este año, y quería acabar cuanto antes. Así me lo dijo para que se lo indicara a los peones, que la campaña se iba a finalizar ya mismo, en muy breves fechas».

«Aunque era dieciocho de julio y era fiesta, todo el equipo a mis órdenes decidió trabajar, pues como he dicho se nos había avisado de que íbamos a finalizar la campaña ya mismo. El día 19 de julio, a las nueve de la mañana, aún no habíamos localizado las paredes de lo que parecía una tumba; era muy pesimista y le volví a insistir en que me dejara buscar al menos otra pared que hiciera esquina con la ya encontrada. No me retiró los obreros de aquella zona. Fue aquella mañana cuando Manuel Martínez Valdivieso, al que todos llamábamos «Huertagrande», me llevó una esquirla de piedra pintada que le había saltado al dar un golpe con su pico. Baldomero junto a un compañero en la tumba en la que apareció la imagen

Me incliné en el punto que me indicaba y con un palustre empecé a limpiar y excavar. Era curioso, la tierra se retiraba con muchísima facilidad, era tierra que no tenía piedra alguna mezclada. La tierra se venía sola abajo, era tierra cernida antes de echarla como relleno a la tumba. Fue muy fácil descubrir la Dama y la tumba entera, la tierra cernida se desprendía con facilidad. Como cosa curiosa, la tumba tenía en las esquinas unos zanjones, de arriba abajo; abajo junto a las esquinas, arriba se separaban, por eso tardábamos en dar con las cuatro paredes que siempre tenían las tumbas».

La respuesta ciudadana
«Don Francisco reseñó esta tumba con el número 155. Insistía en que a la estatua encontrada la tapáramos de los rayos de sol para que no perdiera los maravillosos y vivos colores que tenía. Mandó traer una lona para cubrirla, y poco a poco fue llegando personal a ver el descubrimiento. Hubo mucho atrevido que levantó la lona porque quiso, y expuso la Dama a los rayos del sol, que deterioraron su colorido inicial. Después, a la caída de la tarde, llegaron autoridades, y al día siguiente fue un reguero, una peregrinación de los bastetanos para ver el hallazgo. Hubo un momento en el que los miembros del equipo de trabajo tuvieron sujeta la lona por un extremo y muchas mujeres por el otro para ver a la diosa que es como se dijo en un principio que era lo encontrado. Hubo problemas con las personas que querían hacer fotografías, pues don Francisco no quería exponer la pieza encontrada a los rayos de sol. El Maestro Nacional don Antonio Valdivieso fue el primero en dar a la prensa granadina la noticia del hallazgo de esta valiosa pieza del arte ibérico y ya la denominó «Dama de Baza».

Cómo era
Por las notas tomadas por don Francisco sobre la Dama, ésta tiene «figura de mujer sentada en un trono con respaldo de aletas. Estaba estucada y pintada en su totalidad, y gozaba de un buen estado de conservación; tenía un ligero desperfecto en la parte superior de la cabeza, ocasionado por el golpe del pico, eso sí, se conservó el trozo de esquirla pintado que originó su descubrimiento. Aparte de eso, tenía dos faltas de estuco en la mejilla y un desconchado en el mentón. Las alas del trono aparecieron rotas pero sujetas en su sitio por la tierra que rellenaba la tumba. La terminación del brazo derecho del sillón estaba rota, lo mismo que el pie trasero izquierdo del trono. Estos dos trozos estaban en el suelo».

«La figura está cubierta con un manto de la cabeza a los pies, pero que deja ver perfectamente toda la figura. Lleva un tocado de cabeza consistente en una cofia o tiara, pero no le cubre totalmente las orejas, ya que deja ver el lóbulo del que cuelgan grandes pendientes, originales por su tamaño y colorido. Tiene en el cuello cuatro gargantillas de cuentas pintadas de blanco y un hilo las va uniendo; tiene anillos en los dedos y pulseras en las muñecas.

La mano derecha apoya su palma sobre la rodilla y la izquierda está cerrada aprisionando un pichón, cuya cabeza asoma entre los dedos pulgar e índice. El trono está tallado en el mismo bloque de piedra y representa uno de madera con cuatro patas verticales, brazos y respaldo. Las partes están terminadas en garras, que sirven de adorno a dichas patas. Toda la es cultura es una urna funeraria, pues bajo el trono es donde se depositaron las cenizas del difunto, cerrando luego el hueco con yeso».

Esta descripción somera, hecha por el señor Presedo, es de la que guarda dato Baldomero Álvarez Morenate, a la vez que indica que «delante de la Dama aparecieron cuatro ollas vacías, pero pintadas con la misma técnica y colores que la escultura». También deja anotado que el conjunto tenía en su parte inferior un soporte que le servía para introducirlo en la tierra y que quedara sujeta desde su base.

La Dama que desenterró Baldomero junto con sus compañeros sigue fuera deBaza. Aquí nos conformamos con esta réplica que preside el nuevo MuseoArqueológico Municipal.


Baldomero Álvarez aclara...
Guarda Baldomero documentación de estos días. Nos comenta que el periódico Ideal del día 23 de agosto de 1971 dice que el descubrimiento tuvo lugar el 21 de Julio, e insiste en que el día fue el 19 de julio de 1971, y que «también se dijeron en el pueblo muchas cosas inciertas sobre descubrimientos o hallazgos de tesoros».

Sólo recuerda una tumba, contigua a la de la Dama, también orientada hacia el este, y en la que un orificio en la pared, del tamaño de un puño, resultó ser un escondite de pequeñas joyas domésticas de la propietaria de la tumba, pero en este caso ya había sido robada y solo aparecieron estos pequeños objetos de valor en el agujero de la pared. Baldomero no quiere comentar nada sobre la propiedad de los terrenos en los que se encontró la Dama, pues dice que eso quedó aclarado en los juicios posteriores y que la Dama pertenece al Estado.

Nuestro protagonista se lamenta de que hay personas que sin haber tenido en sus manos ni un pico, ni un palustre, ni una escobilla para sacar la Dama a la luz, ahora hablen de su hallazgo como si ellos hubieran sido los autores del mismo; y que dicen y repiten cosas inciertas sobre su encuentro bajo tierra como si hubieran sido los autores de tales excavaciones. «Unos mueren en las batallas y otros se ponen las medallas», refrán muy cierto en este caso.

Este año [en referencia a la publicación inicial de este artículo, en 2011] se han cumplido cuarenta hermosos años desde aquel día en que volvió a la luz de nuestro pueblo esta maravillosa escultura íbera. Celebrémoslo y felicitemos a Baldomero, cuya intuición en seguir unos trabajos en un sentido hizo posible tal hallazgo.