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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Paseando por la Mezquita
El Aula Permanente de Baza visitó la ciudad de Córdoba

Artículo publicado originalmente en la sección "Crónica viajera" de la Revista "El Norte", correspondiente a la segunda quincena de abril de 2006 


El pasado 1 de abril, sábado, y bajo la dirección de su coordinador, José Miguel Cara, el Aula Permanente de Formación Abierta de Baza, dependiente de la Universidad de Granada, realizó una visita cultural a la bella ciudad de Córdoba. Cincuenta y una personas llenábamos el autobús, entre alumnos y acompañantes, un vehículo que partió puntualmente a las siete de la mañana de dicho día  rumbo a la ciudad de la Mezquita. Como siempre, una foto de recuerdo con todo el grupo

Emprendimos el camino por Pinos Puente, Alcalá y Baena, pues se pretendía conocer la adaptación que a efectos turísticos se ha hecho de una estación del ferrocarril suprimido de la línea del Aceite. De tal modo, paramos para desayunar en la estación de la Villa de Luque sobre las diez de la mañana y pudimos contemplarla. Se ha respetado la obra civil, completa, depósitos elevados del agua, cantina, aseos y junto al andén dos vagones del tren nos hablan de su pasado; fuimos atendidos en el interior de lo que fue la cantina, y el desayuno estuvo acompañado de unas ricas tostadas de aceite. Cuando nosotros salíamos llegaban otros autobuses de turismo. Fue un acierto para ese pequeño pueblo el mantener ese punto de atracción turística. Realmente, a los bastetanos nos falta mucho que aprender de otros lugares, incluso para sacar partido a nuestras ausencias. Poco antes del mediodía llegábamos a la hermosa ciudad de la Mezquita, y lo primero que notamos en ella fue la limpieza de sus calles y el enorme atractivo sobre  toda clase de turismo. El patio de los Naranjos estaba lleno de grupos, nacionales y extranjeros, estudiantes y familias.

Una bella imagen de la Mezquita Catedral Nuestro guía hizo una introducción a la historia del patio (de las purificaciones o abluciones) así como a la Torre o Alminar, que se encuentra en un lateral del mismo, y en la que la Torre actual envuelve el Alminar levantado por Abderramán III y que tiene una altura actual de 69 metros. Ya en el interior de la Mezquita nos hizo observar en el subsuelo unos mosaicos que pertenecieron a la Basílica de San Vicente, y sobre la cual Abderramán comenzó la edificación de la Mezquita; inicialmente se levantó sobre 23 hectáreas, tenía 11 naves, y luego fue ampliada en 8 más. Nos hizo conocer la variedad  y distinta procedencia de las columnas, pues las hay de obras egipcias, romanas, y visigodas, y pudimos comprobar que todo encaja bajo el  estilo hispano–musulmán en la época de su mayor apogeo.

Es más rica en techumbres y solería la parte mas vieja, puesto que al ampliarla (aún quedan parte de los muros exteriores dentro de la Mezquita) la calidad se pierde, incluso los techos son de escayola u otros materiales más baratos, siendo esta parte la que mandaron construir Alhaken y Almanzor.

Hicimos parada especial en el Mihrab, admirando la belleza de su mosaico bizantino así como su sensación de lugar sagrado y su perfecta orientación hacia la Meca. Pasamos al crucero central, con las naves de arquerías y bóvedas hispano flamencas, cúpula renacentista y la bóveda del coro y del altar mayor de estilo protobarroco. Una verdadera joya y mara villa, como lo es el tallado de la caoba de que está formada la sillería del coro, del siglo XVIII. Pasamos después a admirar su tesoro más preciado, la Custodia, hecha por Arce en el año 1510 y de la que se dice que es la más hermosa de todas las que hay en España; tiene 2,62 m. de alto y es de plata dorada.

Salimos justo a tiempo de tomar una fresca cerveza en las tabernas de los aledaños de la Catedral, y tomar el autobús que nos llevó a la señorial zona de El Brillante, donde en uno de sus numerosos restaurantes nos esperaba la comida que se iniciaba con el típico salmorejo de la zona. En la  tarde, una documentada visita al Museo de Julio Romero de Torres, en la que el guía nos hizo llegar sus conocimientos sobre la vida atormentada del artista que dejaba reflejada en sus obras, y admirándonos de la belleza de la mujer cordobesa. El regreso, que lo realizamos por distinto camino (Jaén, Iznalloz), se nos hizo breve y ameno. Hasta otra. Uno de los cuadros de Romero de Torres lleno de alegorías