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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Baza en la literatura de viajes
del siglo XIX

(Capítulo II)

Artículo publicado originalmente en la sección "Memoria y opinión" de la Revista "El Norte", correspondiente a la segunda quincena de octubre de 2007 


En nuestro primer capítulo hicimos una exposición general sobre el asunto que nos trata. En él indicábamos lo mucho que se escribió en toda Europa y Norteamérica sobre lo atrasada que estaba nuestra España, con respecto a los avances que se habían producido en el mundo. De cómo nuestro país guardaba aún una parte exótica; se llegó a difundir entonces que «Europa comenzaba en los Pirineos». Quizás a algunas naciones les interesaba esta imagen para intentar ocupar el espacio español en Hispanoamérica. Había que agrandar, en su beneficio, la diferencia entre el europeo culto y el español atrasado.

Sin embargo todos los viajeros hubieron de reconocer como en las artes y en las ciencias, el siglo de Oro de nuestra literatura, la calidad de nuestros pintores, o el trabajo de científicos y botánicos de dicho siglo eran insuperables. Tan así que nos expoliaron de una u otra forma los enormes tesoros de arte existentes en suelo patrio.

No éramos tan avanzados en la industria y en el transporte, pues el primer ferrocarril es del año 1848. Escritores franceses se preguntaban ¿qué ha aportado España a la modernidad?. Fueron muchos también los franceses que derribaron esos mitos, describiendo las maravillas de los pintores españoles, o de los literatos. Gustavo Doré hizo grabados para la edición de Don Quijote de la Mancha, e inmortalizó la obra de Cervantes en toda Europa, en la que era hasta entonces una desconocida.

Es cierto que existían bandoleros, pues desde el siglo XVII la evasión del alistamiento se manifestaba echándose al monte, aunque algunas veces eran motivos pasionales y otras de hambruna, ya que existía y mucha. Sin embargo, la creación del Cuerpo de la Guardia Civil, en la mitad del siglo (1844), hace que esta plaga vaya disminuyendo paulatinamente; también van desapareciendo costumbres antiguas como el poner la cabeza de los forajidos en una jaula de hierro y exponerla en los cruces de caminos para escarmiento. Aún antes del reinado de Isabel II hay una serie de leyes que fomentan la deserción del bandolero, y su incorporación a la milicia, que precisamente persigue a los de su calaña. Se aplicaba aquel dicho que «no hay peor cuña que la de la misma madera».

Ni que decir tiene que vistas las eslabazadas damas de la sociedad europea de este siglo, encontrarse con una andaluza, morena, ojos grandes y negros, pelo ondulado, grandes y sensuales labios, alegre y coqueta a un tiempo, era para los viajeros todo un poema, que sólo pocos sabrían describir, tal y como lo hicieron poetas y dramaturgos galos, poniendo como estereotipo de todas ellas a «Carmen».

La generalización de lo andaluz al resto de España también era una falsedad, pues en gran parte de la península eran distintos los motivos por los que los hombres se echaban al monte, o por los que se robaba o mataba. O su filosofía sobre la vida. Así que paulatinamente fueron reduciendo el ámbito de su estudio a Andalucía, y sobre todo a esta Andalucía en la que el desfiladero de Despeñaperros era frontera natural con Castilla.

Hay viajeros que comentan el hecho de que al contratar los billetes en una diligencia para venir a Andalucía, les ofrecían una especie de «seguro» contra bandoleros, lo que encarecía el viaje, pero ni que decir tiene que el viajero ya iniciaba el viaje tranquilo. Este suplemento es lo que luego en el caso de ser asaltados se entregaba a los bandidos, con lo que definitiva era una especie de tributo o «peaje» actual. 

Guardia Civil a caballo.

Finalizábamos el anterior capítulo con el reflejo de las impresiones del  paso por nuestra ciudad de Samuel Edwad Cook, que hizo numerosos viajes por toda España y por diferentes rutas, y de sus experiencias plasmadas en el libro Sketches in Spain During the Years 1829, 30 ,31, and 32. En su libro citado no hace referencia alguna a nuestra ciudad, la despacha con un «Fue muy importante en tiempos  de los moros, ahora es un lugar miserable, cuyos habitantes sobreviven por el tráfico de la carretera que la atraviesa y de la producción de sus viñedos y olivares.»

¿Qué es lo que ha pasado?. Simplemente la invasión francesa, que esquilmó, avasalló y destruyó una pujante ciudad. Ya no queda nada de la amabilidad de los monjes jerónimos, ni de las atenciones con los visitantes.

Los siguientes viajeros que nos visitan, solo reflejan la comodidad o incomodidad de los alojamientos en los que las ventas no quedan muy bien paradas. Así escriben «la venta es el solitario alojamiento de la peor descripción que se encuentra en los caminos; no se debe de esperar encontrar nada en ellas a excepción de pan y a menudo un agua deliciosa, enfriada en botijos de tierra arcillosa porosa».

Es en este año de 1831cuando Henry David Inglis publica Spain in 1830, en la que relata un viaje efectuado entre la primavera y el otoño de dicho año por la geografía española. Este novelista publica varias obras referentes a España y sus costumbres e incluso las analiza en The New Gil Blas or Pedro of Peñaflor (Londres 1832). De su relato deducimos que llegó a Baza en uno de esos días de finales de otoño, en los que los alrededores están nevados y el frío corta la cara; esto es lo que refleja en su libro:

«Después de dejar esta venta (se refiere a la venta del arroyo de Gor ) continuamos subiendo sin parar y pronto llegamos a una llanura muy elevada y desprotegida, rodeada de montañas nevadas; el frío era intenso. Yo nunca había sentido un viento más cortante en Inglaterra, y si no hubiese sido porque iba caminando muy rápido, e incluso iba corriendo, hubiera sido imposible el mantenerme caliente. De repente la llanura terminaba en una abrupta bajada, casi un precipicio, y vimos a Baza a nuestros pies, con una fértil llanura que se extendía ante ella con muchas arboledas y huertas.

El pasar desde esta zona nevada al protegido valle de Baza fue un lujo y para mi gran sorpresa pronto me encontré alojado para pasar la noche en una excelente posada regentada por un francés, quien casi no hace falta decir, nos proporcionó una cena que no deshonra a su país.

Hace tiempo, Baza fue un lugar importante y rico; en los alrededores hay muchas y valiosas minas de plomo y cobre que antes eran explotadas produciendo pingües beneficios, pero que ahora están cerradas y seguirán estándolo hasta que el nuevo orden de cosas engendre un espíritu de empresa. Los habitantes están completamente ocupados en la agricultura, que, en este valle, está favorecida por el regadío y es suficiente para cubrir las necesidades de la población.

Baza se dice que tiene quince mil habitantes; es cierto que tiene muchas iglesias y cinco conventos, uno de ellos el de San Jerónimo, con unas rentas de ochocientos mil reales (8.000 libras esterlinas) destinadas al sostenimiento de los siete monjes que lo habitan.

El mercado de Baza está adornado por nueve columnas, que son los nueve cañones de hierro con cuya ayuda Isabel y Fernando arrebataron la ciudad a los moros. Sobre uno de ellos se encuentra la siguiente inscripción: «estos tiros son los que los Reyes Don Ferdinando y Doña Isabella ganaron esta ciudad sobre los Mauros anno 1489, en el día de Sancta Bárbara patrona de esta ciudad». Desde Baza, de donde salimos, como era nuestra costumbre, a la salida del sol, hasta Cúllar de Baza, el paisaje no presenta ningún interés». (el recorrido de este viajero por la provincia de Granada fue traducido por el profesor Gámir Sandoval, y publicado en el año 1958, bajo el título Granada en 1830").

Un tema recurrente y tópico en todos los viajeros de la época, los toros y los toreros, fue tratado por el culto y acaudalado inglés Richard Ford, quien en su obra Tauromachia,Bull fights of Spain, publicada en 1853, remataba una serie de escritos sobre España que se habían iniciado con su obra maestra en la literatura de viajes, Hand-Book for Travellers in Spain, en la que se daban toda suerte de descripciones de las comarcas y sus ciudades, los nativos y sus costumbres, y numerosos datos sobre la historia de estos lugares de la España que se visita.

Del itinerario realizado entre el 7 de septiembre y el 18 de noviembre del año 1831 en el que partió de Granada y llegó hasta Barcelona, nos quedan estas letras de su paso por nuestra ciudad:

Una de las referidas bombardas

«Saliendo de Guadix y abriéndonos paso a través de un mar de puntiagudos montículos, rojizos, terrosos y leonados, entre los cuales crece de forma exuberante el esparto, se puede hacer parada de mediodía en la mísera Venta de Gor. «Ghaur» significa «paso» en Hindí. El pueblo queda hacia la derecha. Desde aquí hasta Baza hay tres leguas largas. La ciudad con aspecto de estar construida de arcilla está en una rica llanura rodeada por una zona llena de barrancos e inmensos surcos.

Baza, la romana Basti, la mora Bastáh, es un pueblo agrícola de aproximadamente unos 11.000 habitantes; la posada es espaciosa y buena. En la vega constantemente se encuentran restos arqueológicos y con la misma frecuencia los campesinos los dejan abandonados o los hacen pedazos ya que, como son árabes, piensan que contienen tesoros escondidos.

Baza fue tomada por los cristianos después de siete meses de asedio el 4 de diciembre de 1489. La Reina Isabel se personó allí al igual que lo hizo en otros lugares, como emisaria de la victoria. Esta gentil y delicada Reina poseía también las virtudes  masculinas de nuestra audaz Bess (Bess es el nombre cariñoso que los ingleses daban a su reina Isabel I.), mientras que en un cuerpo como el de Lucrecia estaba encerrada un alma como la de César. Ella desafiaba todas las dificultades, corría a todos los lugares donde había peligro, sin que le importara el tiempo o la enfermedad, y aparecía en el momento crítico, al igual que nuestra reina Isabel en el fuerte Tilbury, infundió a sus tropas su propio espíritu impávido. La artillería española estaba bajo su especial mando, ya que ella se dio cuenta del poder de este arma, hasta entonces infravalorada, ya que se había utilizado muy poco. Ella era el alma y el espíritu de todas las campañas proporcionando la financiación y el comisariato, cosas raras en España, y recogidas por P. Mártir como» el gusanillo» (Pedro Mártir de Anglería, es el historiador de la Corte de los Reyes Católicos y de Indias. Nació en Arona, Italia, en el 1459 y murió en Granada en el 1526). Ella empeñó sus joyas para pagar a las tropas, a las que rara vez han pagado desde entonces.
Ella estableció hospitales militares y mantuvo una rigurosa disciplina; su campamento, dice P. Mártir, parecía una república de Platón. ¿Es necesario decir que sus ejércitos salieron victoriosos? Los españoles fueron unos magníficos soldados cuando estuvieron alimentados y bien dirigidos.
Ella colocó la artillería en el lugar en el que hoy se encuentra el actual Pósito de grano. Y algunos de sus cañones siguen estando cerca de la Alameda plantada de rosas. Durante un tiempo estuvieron montados delante de la Catedral, pero los quitaron cuando fue saqueada por Sebastiani. Están formados por barras de hierro, unidos por argollas, y no tienen ruedas, siendo trasladados por medio de fuertes anillos (Horace Francois Sebastiáni (Conde  Sebastiáni) general del ejercito napoleónico, destinado por el invasor a Andalucía, tuvo su cuartel general en Granada, pasó por Baza en su campaña de invasión al reino de Murcia, y sobre todo se hizo célebre por el robo de cuadros de nuestros pintores más famosos).
«Gitana», óleo de Apperley

La magnífica Custodia fue obra de Juan Ruíz de Córdova. La Catedral es insignificante, pero Baza es famosa por sus exquisitos vinos tintos. Los del convento son los mejores, o mejor dicho, lo eran antes de que la reforma destruyera «ese feliz convento, enterrado entre espesos parrales, donde los abades dormitan tan morados como sus vinos».

Las mujeres se encuentran entre las más bellas de España y al igual que en Guadix, tienen el cutis claro. Las campesinas suelen llevar sayas verdes, con rayas negras y ribetes rojos, con sus pies desnudos calzados por sandalias, con paso elástico y erguido. Cuando transportan cestas o vasijas sobre la cabeza tienen un aspecto clásico y maravilloso. Ahora se está imponiendo el traje típico de Valencia y la manta a rayas sustituye a la capa. Hay dos historias locales, una escrita por Gonzalo Argote de Molina y la  otra, que por cierto es mejor, por Pedro Suárez».

Como se ve, es de inmejorable calidad este relato de su paso por nuestra ciudad, realizado por Richard Ford en el año 1831, en el que encontramos interés por nuestra historia, y la descripción de monumentos como El Pósito, La Catedral, la Alameda e incluso una custodia. Como importantísimo está la anotación de que esta ciudad disponía de dos historias locales: la de Argote de Molina y la de Pedro Suárez, ambas desaparecidas de los archivos históricos.

Uno de los viajeros ingleses que cambia la ruta marcada por los anteriores es Robert Dundas Murray, el cual hace el recorrido Almería-Purchena-Baza-Guadix, con lo cual la vía de acceso a Baza era más difícil y menos frecuente. Del mismo son estos párrafos: «El día siguiente fue igual al anterior; lo pasamos entre los desfiladeros y pendientes de una sierra. Recordaré durante mucho tiempo la Sierra de Baza, porque además de ser tan escarpada como jamás había visto otra en el mundo, el calor de sus gargantas y laberintos fue el más sofocante que yo hubiese sentido en Andalucía.

Ambiente de una bodega de aquella época Desde los barrancos laterales que se abrían al valle por el cual estábamos bajando al pueblo de Baza, se metían ráfagas tan ardientes como las del desierto que elevaban la temperatura y era tan insoportable la abrasadora corriente, que al acercarnos a la boca de uno, todo el mundo de forma instintiva se puso el sombrero sobre la cara y se inclinaron en sus mulas hasta que hubimos pasado el lugar.

Por fin apareció el pueblo, se hizo visible casi inesperadamente, ya que ocupaba una hondonada en medio de su fértil hoya, o cuenca; y las partes altas de sus casas se veían solamente al alcanzar el borde de las elevaciones circundantes.

Cuando llegué a la Posada, me di cuenta de que los únicos ocupantes de las habitaciones de arriba eran un grupo de gitanos. Aunque con frecuencia yo me había encontrado con los hijos de Egipto en los caminos en el barrio de Triana en Sevilla y a las puertas de las cuevas en el Albayzín en Granada, esta era la primera vez que los había visto bajo el mismo techo. Mis compañeros de alojamiento eran, sin embargo, la aristocracia de su tribu. La Jefa, o al menos la más potentada de los viajeros, era una viuda, cuyo sexo no le impedía estar dedicada a un oficio tan querido por la raza gitana. Se trataba del comercio de caballos. Dentro de uno o dos días iba a tener en el pueblo una gran feria de caballos, y ella había llegado para asistir a esta, trayéndose media docena de flacos corceles que ocupaban los establos que había abajo. Después de una serie de tratos muy rentables ahora tenía una buena posición y podía presumir de sus miles de dólares; además era la única propietaria de una mina de plomo en los alrededores de Almería.

Todas estas riquezas iban a ser heredadas por su única hija, cuya mano, después de haber sido impacientemente solicitada por varios miembros de su raza, al final fue dada en compromiso a un joven que las acompañaba a las dos. La muchacha había hecho su elección de forma juiciosa, ya que su novio era un apuesto representante de la sangre gitana-alta y de esbelta figura y con el rostro ovalado, cuyas facciones de color verde oliva claro, contrastaban ventajosamente con el tono normalmente atezado de su tribu».

Nada nos relata este viajero de la ciudad, ni de sus habitantes, monumentos o costumbres, el relato que posteriormente hace es como en su camino se cruza con los que vienen a la ciudad con sus mulas llenas de artículos para la feria, o mulas llenas de Alcarrazas o botijos utilizados para enfriar el agua. Aún cuando no hay fecha exacta, se estima que nos visitó en el mes de septiembre del año de 1847.

A mediados del siglo XIX, un inglés que nos visitó y dejó notas sobre su paso por Baza, fue Hoskins, quien en su libro Spain as It Is, editado en Londres en 1851, dice lo siguiente: (la trayectoria era Murcia-Granada)

«Después de subir un cerro, entramos en una extensa llanura sin cultivar y yo me bajé de la galera y estuve andando durante unos diez minutos a través de este monótono desierto en el que no había otra vegetación que matas de juncos hasta llegar a Baza. Desde lejos, la vista de esta vieja ciudad árabe es muy bonita, situada en la ladera de una montaña, brillando con el sol y rodeada de árboles, sus oscuras tonalidades ofrecían un contraste sorprendente con la pavorosa base rocosa de la colina que había detrás; más allá hacia la izquierda se levanta la escarpada Sierra medio cubierta de nieve».

Dedica el autor varios párrafos a la historia de la conquista de la ciudad, su defensa y  asedio de seis meses y veinte días, y a que hallaron la muerte veinte mil  personas ante sus murallas.

Sigue diciendo: «una parte de la muralla y la torre son los únicos vestigios de ese valiente pueblo, pero estos son tapiales, de una solidez inimaginable; tanto que un trozo, de aproximadamente diez o doce pies de largo por unos siete de ancho se levanta sobre el suelo como un arco, pero solo sostenido en un extremo. El pueblo es grande y tiene once mil habitantes, incluyendo los montes de alrededor y tiene una posada que no está mal, que pertenece a un francés.

Cuando nos íbamos, disfrutamos de unas vistas de este pintoresco y antiguo lugar, rodeado por su inmensa llanura, cultivada cerca del pueblo y el resto un desierto debido a la falta de cultivos o a los pedregales. Más allá de la llanura hay bellas montañas de caliza y ya que se trataba de un día nublado las sombras eran fantásticas.

...En la bonita Alameda de Baza, hay cuatro viejos cañones, ahora usados como postes para farolas... desde Baza a La Venta del Baúl, tres leguas de nuestro camino, iba atravesando extensas llanuras, prácticamente sin cultivar y fue muy tarde y ya de noche, cuando llegamos a la miserable venta en una aldea igual de miserable».

Es la primera vez que aparece la Venta del Baúl en los itinerarios de viajeros de este siglo, quedando muy bien parada. De su estancia en la misma dice: «La propia ventera con sus bigotes y sucio vestido, no era más que una garantía dudosa de poder asegurar que las camas estuviesen limpias, sin embargo ocurrió. Nosotros disfrutamos de una buena cena con pollo estofado y patatas fritas, y gracias a Monsieur L, que estuvo pendiente de que no echaran al puchero ajos ni otras cosas prohibidas».

Describe en esta venta una de las reuniones que más agradan de leer los europeos: «mas de una veintena de pícaros estaban sentados alrededor de un gran fuego en medio del suelo, tomando las mas variadas actitudes. Los había con trajes, andaluces, y valencianos, ricos y pobres, comerciantes y mendigos. No faltaba la belleza, ya que en una esquina estaba sentada una joven de ojos azules tan rubia y tan bella como jamás había visto en España. Su presencia parecía agudizar el genio de los hombres mas jóvenes. Media docena de los Guardias Civiles, caballeros muy apuestos, estaban fumando sus cigarrillos y disfrutando del fuego como el resto.

Llegada de una galera a la Venta del Baúl.

Una anciana estaba quitando del fuego un inmenso perol de carne estofada y sopa. Lo colocó ante tres hombres, bastante atractivos, que acababan de llegar, y que se encontraban sentados en taburetes bajos, alrededor de una mesita, casi de forma oriental. Ellos iban comiendo con cucharas que despacio y de forma deliberada metían y remetían en el cacharro, uno tras otro, hasta que calmaron su apetito, y entonces la anciana lo puso otra vez el fuego para los próximos que llegaran. Otros estaban bebiendo, y disfrutando del fuego que verdaderamente era magnífico. El campanilleo y el rasgueado de una guitarra de un joven andaluz que brillaba por sus botones de plata, componían la música de la venta».

Aún cuando es citada por otros autores de la época, nada hablan sobre las condiciones o cualidades de la misma, excepto que es... parada fija para las caravanas de muleros que transitan estas rutas del camino real de Granada a Valencia. Sin embargo, en las actas municipales del siglo XIX, consta la misma como el punto en el que nuestras autoridades civiles salen a recibir al obispo de la Diócesis, cuando se digna venir a Baza.