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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Vida y obra del insigne Antonio José Navarro, Abad de Baza (I)
Baza en la literatura del siglo XVIII

Artículo publicado originalmente en las páginas centrales de la Revista "El Norte", correspondiente al mes de enero de 2008.

El nombre de este gran estudioso queda unido a la ciudad de Baza cuando en el año 1763 es nombrado Examinador Sinodal del Obispado de Guadix-Baza, cargo que ocupa hasta que acaece su fallecimiento y entierro, también en nuestra ciudad, el día 12 de mayo de 1797. En aquel luctuoso momento, Antonio José Navarro era Abad de esta población. Treinta y cuatro años de una fructífera vida en la que Baza, su historia, su geografía, su botánica, su mineralogía, en fin, todo Baza, sus grandezas y sus carencias, fueron llevadas por esta insigne personalidad a las más altas esferas de la política y de la cultura de la España de la Ilustración.

Nacido en la pequeña villa de Lubrín (Almería), el día 18 de Octubre del año 1739, hijo de Antonio Navarro y de Josefa López, cursó estudios primarios en su villa natal y de Humanidades y Universitarios en Murcia, Orihuela y Alcalá de Henares. Se licencia y doctora en la Universidad de Orihuela, alcanzando el título de Maestro en Sagrada Teología el 24 de noviembre de 1761; posteriormente fue nombrado Catedrático de Teología Moral para la ciudad de Vera y su vicaría.

La existencia de Antonio J. Navarro está rodeada de innumerables momentos de lucidez; su intensa necesidad de conocimiento le llevó a adentrarse en mundos de muy diferente índole, campos del saber variados que poco tenían que ver entre ellos. Fue un notable estudioso, metódico y con lo que hoy llamaríamos «currículo» sobresaliente. Por ejemplo, intentó divulgar los conocimientos del hallazgo de amianto en su villa natal de Lubrín, entre los científicos de su tiempo, lo que le pone en contacto con numerosos  investigadores de la España de la Ilustración, amistades que no dejará de cultivar durante toda su vida.

El 17 de diciembre de 1763 es ordenado sacerdote, consiguiendo su primer curato en la villa de Olula del Río. Oposita seguidamente al curato de la iglesia de La Encarnación de Vélez Rubio, obteniendo la misma, así como el derecho de ejercer igualmente de Teniente Vicario de los Vélez y de Examinador Sinodal de los Obispados de Guadix-Baza y de Almería.

Dedica su tiempo libre al estudio de las tierras, geografía y descripción de las mismas, de toda la comarca que está bajo su jurisdicción (Vicaria de los Vélez), dando conocimiento de sus trabajos a los geógrafos de la Corte, quienes alaban su labor y amplios conocimientos.

Tras inaugurar el fabuloso templo de La Encarnación, en Vélez Rubio, se da a conocer como excelente orador, siendo llamado para escuchar su prédica en lugares tan distintos como Murcia, Orihuela, Cartagena, Granada o Madrid. Por estos mismos días ve publicadas varias de sus obras: «Memorias de las Fiestas de Vélez Rubio» (1770) y «Compendio de la Historia de los  animales» (1773).

Aprovechando la posición que le otorgaba su cargo, Navarro estuvo presente en varios acontecimientos culturales de la época en Andalucía oriental. Inició los trabajos fundacionales de la Sociedad Económica de Amigos del País en Vera, fundando la Real Hermandad de Caridad, anexa al Hospital Real. Promueve los amiantos de Lubrín y los mármoles de Vélez, así como otras producciones del sureste, ante las autoridades y corporaciones gremiales de la Corte.

Órgano y vista general del Coro que tuvo la iglesia Mayor, donde se enterró a Antonio J. Navarro.

En la segunda quincena de octubre de 1776, en Baza, oposita a la Canonjía Lectoral de esta Iglesia Colegial; el 22 de julio del siguiente año aparece en la Gaceta de Madrid el nombramiento oficial de Antonio José Navarro como Canónigo Lectoral de Baza, tomando posesión de su cargo el 17 de septiembre del mismo 1776.

En no pocas ocasiones, chocan sus avanzadas ideas con el conformismo de las autoridades y feligresía de nuestra ciudad. Su formación ilustrada y progresista no encaja, en principio, con algunos de sus conciudadanos. Podemos hace referencia a este respecto a varios casos. Le costó, por ejemplo, un arduo trabajo el poder convencer de la necesidad de progreso que tenía Baza, nada menos que al Corregidor de la misma, Don Antonio de Francia y Urquiola,  para que se pudiera lograr así el establecer en nuestra ciudad la Real Sociedad Económica de Amigos del País, con la que se lograría el avance  tanto agrícola, como social y cultural de los habitantes de esta ciudad. Tras ese periodo de diálogo, por fin accedió a ello el señor Corregidor de Baza. Por Antonio J. Navarro le fue entregada una iniciativa bajo el título «Idea General», que, una vez aceptada, se encargó de remitirlo a Madrid para la debida aprobación real.

Mientras tanto, es nombrado colaborador de la Real Comisión de los Caminos de Levante, en sus accesos y paso por nuestra ciudad. Destacan sus aportaciones en el tramo de Guadix-Baza, y Baza-Cúllar, así como en otras extensiones próximas.

Retrato del Conde de Floridablanca

Con su facilidad para atender varios frentes, no descuida su labor oratoria y es llamado a Granada para la Predicación con motivo del nacimiento de los infantes gemelos y de la Paz con Inglaterra, (esta bellísima pieza oratoria fue editada por la Imprenta Real de Granada en el mismo año, 1783).

Con el proyecto de creación de la  Real Sociedad Económica viaja a Madrid, donde es invitado a la Predicación en la Iglesia de los Carmelitas, (el texto de su sermón fue impreso en la Gaceta el día 6 de marzo). Tras entrevistarse con sus numerosas amistades, logra que el propio rey Carlos III firme la Real Cédula de 12 de abril de 1784, creando en esta ciudad de Baza La Real Sociedad Económica de Amigos del País, documento con el que regresa a nuestra ciudad, a la vez que con el encargo del  Ministro Conde de Floridablanca de realizar una obra que deberá versar sobre la Historia Natural del Sureste.

Para cumplir este compromiso, inicia un periplo por estas tierras tomando debida nota de las producciones mineralógicas de las mismas, de sus vestigios históricos y  producciones seculares. En poco tiempo remitió a Madrid y con destino al Real Gabinete de Historia Natural, un primer cargamento de productos, fósiles y antigüedades. En este cargamento remite a la capital una nota sobre el hallazgo en las cercanías de Baza de una pequeña figura de piedra que la describe así: «tengo en mi poder la figura en piedra, que juzgué ídolo, pero es un pequeño busto de mármol, muy barbado, la cabeza coronada de hojas, que parecen de hiedra, pero la tierra dura que las llenan no me permiten decidir; la corona llega a los ángulos laterales de la frente y ocupa esta como una pieza de las que nuestros oficiales de infantería se ponen en el cuello que llaman gola; una cinta que atraviesa lo alto de la cabeza parece asegurar esta corona de hojas. La figura es de un anciano cejijunto, frente arrugada, pero la  risa en los labios. Yo creí al verlo que fuese la figura de un Bachante; o acaso será algún soldado coronado por alguna hazaña. Aunque el dibujo es muy bueno parece no estar acabada, ni limpia del todo la figura... Se halló en un sitio que llaman Villarico de Romaila, a una legua de esta ciudad, y que registraré por si hallo alguna cosa digna de remitirse».

Años después de este hallazgo (que es una cabeza coronada de mármol de Macael), remite nuevamente al Gabinete de Historia Natural de Madrid nuevas piezas encontradas de basa, trozos de columnas, pedazos de mármol con tal o cual letra, como destrozo de algunas inscripciones, algunas medallas y otros objetos encontrados en el Pago de la Romaila, a media legua de la ciudad, en la Vega, por donde pasa la carretera de Levante. Todas estas piezas fueron expuestas en el Museo de Historia Natural, con indicación de que ha sido en la Ciudad de Baza, donde  se ha realizado el hallazgo.

Antes de finalizar el año, ya ha redactado los Estatutos de la Sociedad Económica de Amigos del País; incluso ha citado a la Primera Junta de la misma, de la que nombrado Secretario. Es el cuatro de diciembre de 1784.

Portada de uno de los libros de Antonio J. Navarro

Como vemos, son muchos los sectores culturales e históricos en los que se mueve este notable vecino nuestro, aunque hay algunos en los que su labor no deja de conseguir avances importantes. Los accesos y el cruce de caminos que supone la ciudad de Baza, en la ruta de Levante, ocupan gran parte de la atención de Antonio José Navarro, por lo que en atención a ello y dado que su trabajo siempre es en «beneficio» de la ciudad de Baza, es ascendido a la dignidad de Tesorero de la Colegial de Baza, con lo que queda todavía más libre para dedicarse a la investigación y a los viajes de estudio.

En estos últimos años del siglo XVIII, el nombre de Baza suena en todos los despachos ministeriales de la Corte; en ellos, don Antonio recibe en nuestra ciudad numerosas cartas, tanto del Presidente del Real Gabinete de Historia Natural, agradeciéndole las estupendas piezas regaladas por éste al museo, como por el Conde de Floridablanca, agradeciéndole sus trabajos e inquietudes en pro de la causa pública y engrandecimiento de Baza.

Famosa, sin duda, su Oración Fúnebre por la muerte del Rey Carlos III

Se propone por el gobierno de Madrid crear en Baza una fábrica para industrializar el amianto, similar a otras ya establecidas en Rusia y en la que el director de la misma sería el Canónigo Navarro, pero no llega a fructificar tan noble intento por las dificultades encontradas en el estamento político bastetano. Esta fábrica produciría paños, bayetas y lienzos.

Mientras tanto, Navarro sigue haciendo nuevos envíos de fósiles, piedras, rocas, y otros restos antiguos al museo de Historia Natural de Madrid, piezas todas encontradas en la Hoya de Baza, y para que así figuraran expuestas en el mismo.

Una de las páginas manuscritas de aquella Oración Fúnebre

De estas fechas datan numerosas publicaciones bajo la denominación de Cartas o Paseos, en las que deja reflejados sus conocimientos geológicos, mineros y de la agricultura y ganadería de la comarca de Baza, llegando en estos estudios hasta la Tetica de Bacares.

La muerte de Carlos III, el 14 de diciembre de 1788, hace que se aplique en la redacción de su obra Historia Natural de Granada y Murcia, que le había sido pedida por el Conde de Floridablanca, y en el año de 1790, tras la muerte de Damián Espinosa de los Monteros, el canónigo Tesorero de la Colegiata de Baza, Antonio José Navarro, es elegido Abad de Baza. La Oración fúnebre pronunciada con motivo de  las honras fúnebres del Rey Carlos III tiene tal eco que es impresa posteriormente en Madrid.

Su periodo como Abad se distingue en todo momento por una modernización de los templos de la Abadía, imponiendo el estilo Neoclásico, contando para ello con el gran arquitecto-tallista José Ortiz Fuentes. Abandona la Comisión de los Caminos de Levante, que es ocupada por el Magistral de Baza, don Manuel José Centeno, y se dedica a la expansión de la Sociedad Económica de Amigos del País de Baza, ya como Director. Se logra que esta Sociedad sea declarada como agregada a la matritense, lo que revela el alto grado de sus aportaciones didácticas y prácticas.

La ciudad decidió concederle una avenida, que luego se eliminó

La Real Academia de la Historia recibe los amplios, documentados y de un estilo lingüístico impecable, artículos publicados por el Abad Navarro, titulados «Baza y la Hoya de Baza». Estos dos artículos merecen la pena de ser conocidos pues fueron publicados por la R. A. H. bajo el título «La ciudad y el Territorio de Baza» en el año 1917. Por cierto que, en el Boletín de la R. A. H. (Vol. LXX, pp. 268 a 286, es decir, 22 páginas) se encuentra el trabajo Baza, historia, geografía, vegetación, zoología, etc.(año 1917). Sus observaciones del clima, la vegetación, o la zoología de Baza tuvieron tanta validez en los años en los que se hacían estos estudios sobre el terreno (segunda mitad del siglo XVIII) como en nuestros días. Sin ir más lejos, en ellos se dice: «… en abril y primeros de mayo, suelen caer grandes heladas que dañan las viñas y las siembras, siendo la desigualdad de temperatura un enemigo  de la prosperidad de este país, con lo que suelen los labradores excusar su descuido en la agricultura.»

Sus distinguidos y renombrados trabajos le proporcionan un considerable rosario de galardones y reconocimientos. Es nombrado y galardonado con el título de Académico de la Historia, distinción que une a las ya poseídas de Socio Correspondiente del Instituto de París, y de varias Sociedades de Amigos del País.

Cuando su nombre sonaba para ser obispo de Almería o incluso de Barcelona, murió repentinamente este gran hombre día 12 de mayo de 1797, siendo enterrado en el centro del coro de la Iglesia Colegiata aquel Abad que tanto había dado por Baza, y cuyo nombre llevó a las altas autoridades de la cultura, la ciencia y el poder, a conocer y estimar esta tierra.

Ha dado mucho para escribir este Abad de Baza. La enorme biblioteca del Abad Navarro, que se calcula superior a los 7.000 libros, quedó en Baza a expensas de leguleyos, anticuarios y falsificadores, que se aprovecharon de su erudición y talento, conociéndose dos famosos plagios años después: uno el del licenciado bastetano Don Mariano Cossio, quien basándose en los propios apuntes del Abad, escribió una «Historia de Baza» que no llegó a editarla temiendo que se descubrieran las fuentes verdaderas de su trabajo; y el otro es una obra aparecida en el año 1855, editada en Guadix por el Canónigo Don Juan Bautista Cassola, de quien se comenta que casualmente se encontró con el manuscrito de Navarro y creyó que, pasado el tiempo, nadie recordaría ni a su autor ni su procedencia, y que tampoco sobrevivirían herederos directos, por lo que dio a la imprenta el «Ensayo histórico sobre la antigüedad, honores y privilegios de la muy noble y leal ciudad de Baza y pueblos de su Abadía». Efectivamente, se imprimió en Guadix y está firmado por el referido plagiador.

La anterior vida y obra del Abad de Baza, Antonio José Navarro, extraída del magnífico libro editado por La Revista Velezana, «Ilustración y Reformismo en la Obra de Antonio José Navarro, Cura de Vélez Rubio y Abad de Baza (1739-1797) y cuyo autor es Antonio Guillén Gómez. Narra en él la grandeza de este hombre que llevó el nombre de Baza a las más altas instancias. Su meritoria labor por esta ciudad de Baza se vio agradecida por nuestra población con la dedicación de una hermosa calle de reciente apertura, que, casualmente, por el anterior equipo de gobierno municipal, le ha sido quitada para dársela a otro. Es lo que se decía antes: «desnudar a un santo, para vestir a otro».