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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Ecos de una batalla
La Toma de Baza contada por D. Bernardino López de Carvajal sólo un mes después de producirse

Artículo publicado originalmente en la sección “Páginas Centrales” de la revista “El Norte” correspondiente a la segunda quincena de noviembre de 2009.


De la Toma de Baza por los Reyes Católicos, los días 3 y 4 de diciembre del año 1489, así como de las distintas fechas en las que anteriormente había sido reconquistada, abandonada, retomada, etc. hasta el cerco definitivo y toma de la misma por Isabel y Fernando, ya dejé en el año de 2007 en este mismo medio suficiente reflejo y documentación. Repetir un año más los textos creo que no sería correcto. Por ello, en el presente recuerdo a tan grata y renombrada fecha, haré mención a los ecos que tan costosa y magnífica gesta tuvo en la península y en la cristiandad en general.

Y para ello nada mejor que una amplia referencia al discurso que el embajador español ante la Santa Sede, el muy ilustrísimo Cardenal Don Bernardino López de Carvajal y Sande, hombre de letras pero sobre todo eclesiástico de carrera, y comprometido con los problemas políticos y religiosos de su tiempo, pronunció ante el Colegio de Cardenales el domingo diez de enero del año 1490.

Don Bernardino López fue obispo de Astorga,  de Badajoz, de Cartagena, y, a la muerte de su protector, el Cardenal Mendoza, fue nombrado por el Papa Alejandro VI, Cardenal titular de la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma. Nos sorprenden en primer lugar las fechas: la entrada de los Reyes Católicos en Baza fue el 4 de diciembre de 1489 y este discurso es de tan solo un mes y cinco días después. Pero, además, hay que tener en cuenta que estas palabras se pronuncian en Roma (Italia), en la Iglesia de Santiago de los Españoles, ante un público compuesto por doctores en Derecho y Teología, en su mayoría formado por Cardenales de la Curia Romana y embajadores ante le Santa Sede de numerosos países cristianos. Así pues, se trata de la crónica de un hecho reciente, que ha tenido que ser recogida por trasmisión escrita, y que se ha hecho llegar a tan Ilustre Prelado en un breve espacio de tiempo. Portada del libro de Bernardino López donde se contiene el discurso a que hacemos referencia.

En este discurso, Don Bernardino López de Carvajal se hace eco de una serie de “detalles” que otros historiadores de la época, o bien pasan de largo, o bien no tienen tanta noticia de ello. Nunca mejor lugar, ni mejor público, para comunicar tan gran acontecimiento como fue la Toma de Baza. Y es que hay que ponerse en el tiempo en que tal gesta se realiza para entender su trascendencia.

Mapa del Reino de Granada con las fechas en que fueron reconquistadas las diferentes poblaciones. En aquellos días, la Cristiandad estaba recibiendo duros golpes por doquier, por lo que el inicio de la toma del Reino de Granada era seguida con un gran interés por todo lo que en ello se jugaban los Reyes Cristianos de España. Inicia el ilustre orador su disertación dando las gracias al Dios inmortal y al propio protector, Santiago, por la honra del triunfo concedido al invencible y católico Rey español, haciendo referencia de paso a la caída de Bizancio como pérdida por los cristianos.

Invoca el nombre de la Virgen, llena de gracia y misericordia, para que una persona como él pueda llevar a buen fin el elogio del invencible Rey Fernando y de la Reina Isabel, su queridísima consorte. Dice que debería haber sido otro orador quien hubiera dado a conocer las virtudes “de nuestros esclarecidos Reyes”, pero que se siente muy honrado al hacerlo él.

Se plantea el autor el llamado “problema de la guerra justa”, que resuelve por el hecho de que lo que ahora se reconquista nunca perteneció al enemigo, sino que éste lo obtuvo por “rapiña”, luego es lícito recobrarlo. Salvado este dilema, con una extensísima documentación, cita a los Padres de la Iglesia para finalmente manifestar y agradecer cómo “todos los Césares cristianos vencieron al mundo, gracias a la fe que le fue su compañera en las victoria”.

Don Bernardino López se adentra en la historia para recordar como casi tras treinta y seis Reyes Godos de religión cristiana, entre los que cita a Recaredo, que expulsó de España la herejía arriana, o a las vergonzosas costumbres de Witiza, permitiendo el matrimonio con varias mujeres, mandándole y ordenándole también al clero que éste hiciera igual y que se desobedecieran los preceptos apostólicos que establecían lo contrario, finalmente tanto descontrol y desvarío “nos llevó a la caída del reino de Don Rodrigo en manos sarracenas”.

Tras un recorrido didáctico por las etapas de la Reconquista de España, manifiesta como con la llegada de los cristianísimos Reyes Fernando e Isabel se produjo en España una concienzuda purga de las numerosas herejías y malas costumbres.

Esta es una réplica exacta del pendón real que los Reyes Católicos utilizaron en la conquista de nuestra ciudad. Se encuentra en el Museo Municipal.
La blasfemia y el perjurio, tan comunes entre los españoles, fueron alejadas, y “los hurtos, los pillajes, los crímenes, las prostitutas, la alcahuetería, los tugurios públicos de juegos y otros muchos males fueron desterrados de España”. Indica el autor que en modo alguno desea ser él quien loe y alabe a los Reyes, ya que oradores de más alcurnia lo hicieron cuando la reconquista de Málaga.
Las imágenes que aparecen tanto en esta página corresponden al libro «Historia Ilustrada de Baza», cuyo autor es Pedro Hurtado, editado por la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Baza. En ellas se recrean diferentes escenas de lo que fue la Toma de Baza. Así, indica Bernardino López, nuestros egregios Reyes, “armados con el yelmo de la Fe” inician en el año del señor de 1482 la campaña de recuperación del territorio de la Bética, que como posesiones ancestrales les habían sido arrebatadas. Es este Reino de Granada, el que protegido por la naturaleza montañosa y extenso litoral que le permite recibir refuerzos por el mar desde la vecina África, el que contiene más de cuatrocientas fortalezas y ciudades amuralladas, el que dispuso de más de cien mil soldados y diez mil jinetes elegidos, al que se enfrentan nuestros soberanos.

“... El magnífico Rey Fernando avanzó en el mes de junio del año 89 desde Jaén hasta el campamento; iba acompañado de un ejercito muy poderoso, que ascendía a casi diez y seis mil jinetes escogidos, y sesenta mil soldados, sin tener en cuenta los que se empleaban para las funciones de la artillería y las máquinas de guerra y para transportar los suministros”.

“Tras tomar primeramente al asalto en el propio camino, en un momento, cinco nobles ciudades cerca de Baza, adelantó finalmente el campamento al asedio de la propia ciudad de Baza”.

“Se había congregado allí casi toda la tropa de Granada, pues además de los nativos de Baza se habían encerrado junto con los vecinos dentro de los límites de la ciudad cerca de seis mil hombres armados, muy selectos, todos esforzados y hábiles con las armas, educados y criados en la corte de Granada desde hacía tiempo con el objeto de salvar, en la medida de su fuerza, la ciudad, en su calidad de última defensa de la vida y ojo derecho de todo el reino”. Las imágenes que aparecen tanto en esta página corresponden al libro «Historia Ilustrada de Baza», cuyo autor es Pedro Hurtado, editado por la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Baza. En ellas se recrean diferentes escenas de lo que fue la Toma de Baza.

“Tampoco carecía la ciudad de Baza de ejército propio, pues contaba con cerca de siete mil  hombres armados entre los nativos. Y la propia ciudad estaba rodeada por un triple muro, elevada por torres y trincheras muy resistentes, situada en un lugar inaccesible al asedio y al ataque, repleta de armas, avituallamiento, tormentos y máquinas de guerra y era vecina de las dos mayores ciudades de moros, Granada y Guadix, que le prometían apoyo diario”.

“Todo esto presagiaba a los nuestros una difícil victoria; en cambio a los enemigos les había ánimo de ensoberbecerse. Pero el católico Fernando, armado con la fe que vence al mundo y a los reinos, y confiando en las fuerzas del Dios Omnipotente, cuya causa se defendía, rodeó la ciudad con una zanja muy profunda y con una barricada de forma que obstruía la posibilidad de entrar y salir a los enemigos, a no ser por determinados puentes y pasos que poderosas guardias cerraban férreamente desde la parte del campamento”.

Hace años se encontraron junto a la Alcazaba estas balas de lombarda, que deben ser muy parecidas a las empleadas en la toma de la ciudad.

“El contorno del foso, el muro y la barricada con que la ciudad fue rodeada se extendía en toda la vuelta casi nueve millas”.

Hace mención el orador a los encuentros y enfrentamientos militares que se tuvieron con los defensores de Guadix, pues éstos se habían pasado al bando de El Zagal y no obedecían a Boabdil, quien se había declarado vasallo del rey cristiano.

Se extiende en el problema del abastecimiento de la tropa cristiana, pues en estos días del año 1489 se había declarado una epidemia de peste que asolaba a gran parte de la España superior, y explica cómo milagrosamente en el campamento cristiano no se sentía nada de la peste, nada de la enfermedad: sin embargo, el alimento básico si  llegó al ejercito, y “aun cuando en la región de Baza, a partir del mes de septiembre, son continuos los fríos y nieves, así como la lluvia, el dedo de Dios contuvo las nubes y las cataratas del cielo y apartó de allí el hielo y la nieve, de forma que el ejercito cristiano se encontraba con la templanza de meses de abril y mayo, cuando allí era septiembre, octubre y noviembre”. “La majestad real, previendo el invierno, había edificado muchas casas en el campamento, de forma que este parecía más bien una ciudad que un campamento militar”.

“La escasa cosecha de ese año de la Bética, en la que se recogió menos grano que el que se había plantado, inducía a pensar que iba a haber forzosamente mayor carestía en el campamento, pero el Omnipotente conmovió la inmensa piedad de la cristianísima reina Isabel, quien desde Jaén, donde había permanecido suministrando lo necesario a su esposo y al ejercito, había ordenado a sus ministros que vendieran en el campamento, a mitad de precio, la cosecha que comprasen con el erario real en Córdoba, Sevilla, Jaén o Cartagena de donde se suministraban los víveres”.

“Además de esto, gastando sin tasa sus tesoros, realizaba desinteresadamente grandes desembolsos en concepto de transporte y de vehículos”.

Iglesia de Santiago de Jerusalén, en Roma.

Así el ejército español, reanimado con estas y otras ayudas, soportó con facilidad todas las fatigas de tan largo asedio. Y aunque los nuestros reclamaban el que se atacara con mas frecuencia al enemigo, el prudente e invencible rey había descubierto por medio de desertores que dentro de la ciudad se hallaban casi treinta mil hombres, y que no había  suficiente alimento para aquellos por muchos meses, y que se habían determinado morir pero mientras mataban”.

“Recordó las palabras de Escipión, diciendo que él prefería más bien salvar la vida de un solo ciudadano, que exterminar mil enemigos, por lo que instigaba a los enemigos a su rendición incondicional enviándoles embajadas para ello”. Finalmente los moradores de Baza llegaron por el largo asedio a la mayor escasez en todos los recursos; sin embargo, todo lo sufrían voluntariosamente bajo la justificación de observar su secta y su religión, y para no violar la fidelidad debida a su rey.

Hubo héroes en su interior que prometieron ayudas desde Guadix, de la que les llegó una, y envalentonados predijeron el levantamiento del sitio, todo esto alejaba la rendición.

Sepulcro de Don Bernardino López de Carvajal.

“Pero el prudente Rey, visto esto, examinada la desigualdad del terreno, la admirable fortaleza de su alcazaba, y la desesperación de sus habitantes y defensores, que se habían determinado el morir, optó por proponerles la rendición cuando vio que el hambre llegaría a los habitantes de la ciudad. Largas se hacían las conversaciones, en las que los sitiados engañaron a los nuestros con astucia, haciéndoles creer que disponían de más avituallamiento del que realmente disponían, alargando los días y días en el cerco y asedio.

Para que estas y otras cosas no demorasen más la victoria, la serenísima Señora Reina Isabel, decidió acudir, según el consejo y aprobación del rey Fernando, bajando desde Jaén con una nueva tropa; se unió al campamento el ocho de noviembre.

Su llegada dio a los nuestros ánimo para resistir el invierno y a los enemigos les quitó toda esperanza de que se levantara el asedio. De tal forma que desde su llegada los enemigos no meditaban sobre armas, sino sobre treguas y acuerdos; y empezaron el tratado de rendición el día once de noviembre, es decir, tres días después de la llegada de la Reina al campamento. Lo terminaron el veinte, una vez que hubieron sido entregados los rehenes. Y el jubiloso día del 4 de diciembre del año 1489 del nacimiento de Cristo, dejaron libre y dispuesta a la autoridad real la en otro tiempo guerrera y feroz ciudad de Baza”.

“La clemencia real concedió a los ciudadanos de Baza la libertad de cultivar y habitar (aunque bajo servidumbre regia) las villas y los campos que se hallaban en las llanuras cercanas. A los que deseaban irse a África u otros lugares, se les otorgó la posibilidad de hacerlo libremente, una vez abandonadas las armas...” “Así asumió la antaño muy beligerante Baza, el yugo y los estandartes del Crucificado en un cuatro de diciembre y al día siguiente liberó para cristo a los seiscientos cristianos cautivos que durante mucho tiempo había oprimido allí con cárceles y cadenas el mahometano bajo el severo yugo de la servidumbre”.

Finaliza este discurso y panegírico de la conquista de Baza, leído por el Cardenal y Diplomático español Bernardino López de Carvajal, embajador de los Reyes Católicos, nuncio papal, personaje de notable importancia en la política romana de su época y elocuente orador, invitando a los asistentes al acto a dar las gracias al Dios Todopoderoso, agradeciendo a toda la cristiandad la ayuda para esta gran victoria que fue la Conquista de Baza.


La contribución del clero fue decisiva para el desarrollo de la guerra de Granada. La Bula de Sixto IV de 1482 permitía exacciones extraordinarias impuestas al clero de Castilla, Aragón y Sicilia para la guerra, que consistían en la décima parte de los frutos y diezmos que le pertenecían; pero de ello el Papa se quedaba con la tercera parte en concepto de guerra contra el turco. El Papa Inocencio VIII renovó la décima y la cruzada en 1484, pero sus condiciones no satisfacieron a los monarcas españoles, que rechazaron tal Bula hasta que el pontífice se avino a alterarla en 1485. La embajada del Conde de Tendilla, en 1487, logró su prolongación por un año y otra vez fue renovada el 9 de octubre de 1489. La noticia de la toma de Baza determinó una orden pontifical para que el cobro de la cruzada y la décima no se interrumpiesen aunque la guerra cesara momentáneamente o finalizara.Apuntar para terminar que D. Bernardino López de Carvajal y Sande nació en Plasencia en 1455 y murió en Roma en 1523. Está enterrado en la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma, de la que fue titular.

Cfr: Ladero y Quesada, «Milicia y Economía»